La Edad Media en la Corona de Aragón Historia de Aragón.

La Edad Media en la Corona de Aragón Historia de Aragón.

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Expansión aragonesa por el Mediterráneo

La isla de Córcega no había sido pisada aún por un ejército aragonés cuando en Caspe fué proclamado en 1412 el infante don Fernando, rey de Aragón; la de Cerdeña vivía independiente, pues el señorio aragonés era puramente nominal; la isla era presa de los bandos, de los cuales uno rechazaba el dominio extranjero y el otro lo aceptaba; pero éste mantenía la obediencia por el provecho que le reportaba mantenerla, pues disponía de la fuerza y de la influencia de la metrópoli. Los años siguientes a la muerte de don Martín de Sicilia (1409) fueron fatales a estos partidarios de la Corona aragonesa y por esto se apresuraron a enviar embajadores al nuevo rey a rendirle homenaje y enterarle del estado de la isla; en rigor de verdad, a pedirle envío de tropas, con las cuales ellos restaurar la situación privilegiada que tenían antes de la muerte de don Martín.

Análogas causas decidieron a los sicilianos a enviar también embajadores a Fernando, quien les envió algunas galeras y en ellas al infante don Juan como su lugarteniente. Sicilia quedó anexionada a la Corona de Aragón, con la cual casi se había fundido en dos siglos de convivencia.

Pero en el continente italiano aún no habían puesto el pie los aragoneses con intentos de conquista y dominio; en el período supremo de lguerra subsiguiente a las visperas sicilianas desembarcaron algunas compañias de almogávares y tropas sueltas que al mando de un jefe más o menos aventurero penetraron tierra adentro en el reino de Napoles, pero sin esperanza ni propósito de mantenerse en él; fué ahora en 1420 cuando un rey joven y muy de su tiempo, que es el de los caballeros andantes, solicitado por una dama, pisó aquel reino con intención de llegar a ceñir su corona.

En efecto: la reina doña Juana de Nápoles solicitó el amparo de Alfonso contra Luis de Anjou, prometiéndo prohijarle y declararle su heredero y desheredar al otro en recompensa de su ayuda, y el rey de Aragón, joven de unos veinte años y lleno de ardor caballeroso aventurero, aceptó la oferta y con una fuerte escuadra se embarcó en el puerto de los Alfaques y se hizo a la vela para Sicilia, desde donde pasó a Nápoles.

Aquí fué recibido con grandes agasajos y fausto, mas a poco la reina Juana cambió de parecer, se desavino con él y a punto estuvo de caer prisionero o perecer por consecuencia de una conspiración. En las mismas calles de Nápoles se trabó combate, pero al fin pudo ganar las galeras y salvar la libertad y la vida.

En su viaje de regreso vino costeando por el golfo de Génova, y sorprendiendo a Marsella la tomó y saqueó llevándose como botín el cuerpo de San Luis, obispo de Tolosa. Duró este primer viaje a Nápoles unos tres años, durante los cuales gobernó la Corona de Aragón la reina doña María.

Alfonso no perdió de vista los asuntos de Nápoles y mantuvo comunicación con algunos barones de aquel reino; hacia el año 1432, disgustado por los sucesos de España y noticioso de la mala salud de doña Juana, pensó llegado el momento de una acción decisiva, y con excusa de someter a los corsos y de combatir a los tunecinos armó otra escuadra y con ella fué a comatir a Calvi y Bonifacio, en cuya rada fué acometido por una escuadra genovesa, que le obligó a levantar el sitio.

Marcho a Sicilia, y como para dar tiempo a que los sucesos de Nápoles le procuraran ocasión de intervenir y no mantener sus tropas en la inacción, se dirigió a Tunez, riñendo batalla en la isla de Gerbes con el rey tunecino; Alfonso quedó triunfante, mas como su propósito no era conquistar tierras en Africa, volvió a Sicilia para pasar inmediatamente a la tierra firme para lograr por la fuerza la corona que la reina doña Juana había dejado sin dueño al morir sin sucesor legítimo.

Empeñóse en una empresa dificilísima: su rival la casa de Anjou gozaba en aquellas tierras de prestigio de la tradición y tenía el apoyo de Francia, mientras que a él lo rodeaba el recuerdo de luchas sangrientas por la cuestión de Sicilia, a cuya pérdida no se habían resignado los napolitanos.

Nueve años duró la guerra en la que el incidente más notable fué la batalla naval de Ponza contra los genoveses, en la que él y sus hermanos Juan y Enrique cayeron prisioneros; llevado a Milán, cuyo Duque señoreaba Génoba, fué tratado espléndidamente; a sus hermanos se les puso en libertad y más tarde a él mismo, que volvió a Nápoles a la prosecución de su empeño.

Al fin su tesón, su esplendidez y su carácter acomodaticio que le permitió italianizarse y acomodar sus costumbres a las de Nápoles, superaron todos los obstáculos y entró en Nápoles como rey, con un fausto que recordaba el de los tiunfos de los emperadores romanos.

Murió Alfonso en Nápoles el 27 de junio de 1465; permaneció por tanto en Italia 24 años y un mes menos un día (embarcó el 26 de mayo de 1432), por lo cual más que rey de un reino español debe ser visto como rey de un reino italiano.

Alfonso conservó la corona por su prestigio personal; se hizo grato a los napolitanos por su carácter y esto lo hizo tolerable, pero en el alma del país latía siempre el recuerdo del extranjero. El por su parte no perdió nunca el recuerdo de su patria adoptiva, la Corona de Aragón, y quiso ser enterrado en Poblet, pero no quiso Dios que su voluntad se cumpliera; su cadáver fué depositado en la isla de Ischia y unos sublevados que se apoderaron de ella robaron sus restos; recuperados por su hijo fueron llevados a la iglesia de Santo Domingo de Nápoles y un incendio los chamuscó; a fines del siglo XVII hubo en Nápoles un virrey de origen aragonés y descendiente de la casa real, don Pedro de Aragón, el cual puso empeño en que se cumpliese la voluntad de don Alfonso de ser trasladado a Poblet, y entablando pleito con los dominicos, que se negaban a dar el cadáver, obtuvo sentencia favorable y entonces se abrió el féretro y sólo se halló la cabeza; ésta se trajo a Poblet y fué profanada con los demás restos reales en 1835.

La conquista de Nápoles no fué consecuencia de un impulso interno de la nacionalidad, sino un arrastre de ésta por la realeza, a su vez movida por un acicate exterior; aquí fué el ocasional y decisivo la oferta de la reina Juana.

Alfonso inaugura en Aragón la política de dignidad sustituyéndola a la de territorialidad, es decir, que anteponía los empeños de amor propio al bienestar de sus vasallos y aun a la conservación de la patria.

Como soberano de Nápoles y no como rey de un reino de España, mantuvo relaciones con principes y déspotas de Oriente y se preocupó de reconquistar Constantinopla, llevando con este motivo activísimas negociaciones diplomáticas.

La historia que se paga de esplendores lo llama sabio y magnánimo, porque este rey tuvo habilidad para simular una ciencia que no poseía y fué espléndido en sus dones para ganarse amigos en su tiempo y en la posteridad; fueron varios los cronistas que conservaron los hechos de su reinado, tanto más enaltecidos y compuestos cuanto mayor había sido la remuneración.

La historia que se fija en hechos no puede llamarle con aquellos sobrenombres; no cumplió sus deberes como hombre y hay que reprocharle el abandono de su mujer, sus devaneos con Lucrecia de Alagno, la desfachatez con que permitió que ésta fuese a Roma con el fausto de reina a solicitar el divorcio del rey para casarse con él; hay que reprocharle haber sacrificado a su vanidad el interés de la patria, porque su larga permanencia en Italia reconoció dos causas: una, la conciencia de que su salida era el derrumbamiento de cuanto había edificado; otra, el miedo al ridículo en que según él caía cuando Castilla lo rechazaba; y como estaba convencido de que por las armas no ocuparía el trono de su abuelo Juan I, y no podía resignarse a ver en él primero a un Juan II y luego a un Enrique IV, prefirió quedarse allá para tener excusa de su no intervención.

No hay que negar que la conquista de Nápoles ensalzó el nombre de Aragón en todo el Mediterráneo y en toda Europa; pero hay que reconocer al propio tiempo la esterilidad de la conquista; afirmar un dominio continental en Italia no respondía a plan alguno de expansión espiritual o material; era población inasimilable, que sólo por la fuerza podía mantenerse sumisa.

Extraido de: La Edad Media en la Corona de Aragón de Andrés Giménez Soler. Editorial Labor, S.A., Madrid. 1930



Índice

El país La población

PARTE PRIMERA

Límites de la Edad Media.
Antecedentes de la invasión musulmana.
Ruina de la monarquia goda. Batalla del Guadalete.

Las causas de la ruina del Reino godo. Las costumbres.
El estado social.
El ejército.
La decadencia de las ciudades.

La conquista musulmana y su carácter
Las expediciones musulmanas a la Galia gótica
Las tierras de la Corona de Aragón bajo el poder musulmán
La pretendida influencia musulmana
La Reconquista

Sus origenes

Constitución de los núcleos cristianos del Pirineo. Su historia hasta su independencia.
Condado de Aragón

Ribagorza
Urgel, Cerdaña, Marca hispánica

Proceso de la Reconquista
Navarra y Sobrarbe

Alfonso I el Batallador
Casamiento de Alfonso el Batallador con doña Urraca de Castilla
Los condes de Barcelona anteriores a Ramón Berenguer IV
Las conquistas de Alfonso el Batallador
La Campana de Huesca

Ramón Berenguer IV y sus dos inmediatos sucesores
Reinado de don Jaime I el Conquistador
El hombre
Los primeros años del reinado
Adquisiciones territoriales a expensas de los moros
El Tratado de Almizra
La cruzada a Tierra Santa
El tratado de Corbeil
La política peninsular e interior
La expansión marítima aragonesa

El siglo XIV
Reinado de Jaime II
El hombre
España según Jaime II
La Reconquista, idea nacional de Jaime II
La empresa de Tarifa
Ruptura entre Jaime II y Sancho IV de Castilla
La cuestión de Murcia
Relaciones con Marruecos
Nuevamente la Reconquista. Negociaciones que precedieron al sitio de Almería.
El sitio de Almeria.
Política peninsular de Jaime II.
Incorporación de Córcega y Cerdeña a la Corona de Aragón.
Extinción de la Orden del Temple.
Expedición de los almogávares a Oriente.

Los cuatro reyes sucesores de Jaime II en el siglo XIV.
La Reconquista.
Reintegración de las Baleares a la Corona de Aragón.
El problema de Cerdeña.

La política peninsular de Aragón en los cuatro reinados del siglo XIV.
Causas de la guerra entre Aragón y Castilla.
Guerra entre Castilla y Aragón.

El siglo XV.
Compromiso de Caspe.
Política peninsular de Aragón.
Cuestiones interiores de Aragón, Cataluña y el principe de Viana.
Expansión aragonesa por el Mediterraneo.

Relaciones de Aragón con Francia en el siglo XV.
El cisma de Occidente.
Retrato de Benedicto XIII.
El problema de la frontera catalana.

Reinado de Fernando el Católico. Fin de la Edad Media.
El hombre.
La unidad nacional. Los pretendientes de Isabel la Católica.
Cómo fué la unión de los reinos.
El fin de la Reconquista. Conquista de Granada.

Descubrimiento de América.
Política mediterránea de Fernando el Católico.
Conquista de Nápoles.
Conquita de Berbería.

Política internacional de Fernando el Católico.
Política de unidad Peninsular.
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PARTE SEGUNDA

Las Instituciones

El Estado medieval.
Carácter social de la Edad Media.
Orígenes de la Edad Media.
El Rey y la realeza en Aragón durante la Edad Media.
Lugarteniente y gobernador.
Los nobles.
Origen y evolución de los señorios.
Municipios.
Evolución de los municipios.
El capitalismo, causa de la decadencia municipal
Organización interna de los municipios
Judíos y moros
Los vasallos y hombres de condición.
La servidumbre de la gleba : remensas.
Administración de justicia.
La curia real y el Justicia de Aragón.
Jurisdición de judíos y moros.
Estado de la Administración de justicia y responsabilidad judicial.
Las Cortes.
Las Diputaciones.
La concepción medieval del Estado.
La Legislación.

La vida material.
División del territorio.
Juntas y veguerías.
Defensa del territorio.
Los domicilios.
Explotación del territorio.
Comunicaciones.
Industria y comercio.
Las monedas.

La vida espiritual
La Religión
Organización eclesiástica
Monasterios y órdenes religiosas
La Beneficiencia
La vida intelectual
Las Lenguas habladas en la Corona de Aragón
La enseñanza
La Vida Artística
Arquitectura religiosa
La pintura, la escultura y el azulejo

Conclusión
Bibliografía
Indice alfabético

Ilustraciones

Mapa I: Mapa físico de la región íbero-mediterranea (101 Kb)
Mapa II: Conquistas de la Corona de Aragón (447 Kb)
Mapa III: El mediodia de Francia en tiempos de Pedro II (119 Kb)
Mapa IV: Expansión catalano-aragonesa por el Mediterraneo (107 Kb)

Moneda de Juan (Ioanes) II



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