Aragón > Historia > Corona de Aragón
El mundo antiguo no sufrió grandes transformaciones: lentamente fué alcanzando unidad bajo el poder romano, y al promediar el siglo V, una invasión de pueblos deshizo la obra con tanto trabajo realizada. España no se libró de la catástrofe no obstante la buena voluntad de algunos españoles, y varios pueblos de aquéllos la invadieron; unos emigraron, otros se establecieron en ella creando monarquías, que al fin se reunieron en una: la de los godos, quienes en su última época fijaron la capitalidad en Toledo.
¿A qué edad pertenece ese dominio godo? Si las edades se fijan con el criterio de la historia universal, a la Media, porque la independencia de España representa la extinción del poder romano; pero como los hechos que propiamente caracterizan la Edad Media, si bien comienzan a vislumbrarse en aquel período no se dan aún con plenitud, propiamente para los efectos de la historia particular de la peninsula, debe considerarse como una prolongación de los tiempos antiguos; ni siquiera merecen ser consignados o descritos como época de transición.
El principio de la Edad Media debe ponerse en la caída de Reino visigodo, que representa la ruina total y definitiva del mundo antiguo y el principio de una nueva Era. Aplicando igual criterio, debe colocarse su fin en el advenimiento de Carlos V de Alemania al trono de España, por ser entonces cuando realmente actúan los principios que caracterizan la Edad Moderna.
España era provincia del Imperio desde los tiempos de Augusto, que acabó su conquista. Durante los cuatro primeros siglos de nuestra Era dió a la metrópoli sabios y generales, y aceptando como valor muy relativo, pero como valor histórico la romanización, debe admitirse que las clases nobles se romanizaron, no así el pueblo que siguió sometido al régimen anterior a la venida de los romanos. Estos prefirieron entenderse con unos pocos a liberar al pueblo y habérselas con todo él. <<El Imperio - dijo D. Joaquín Costa -, no pasó su rasero nivelador por las provincias>>.
La vida interna de España fué por tanto, durante el dominio de Roma, una continuación de la vida de los tiempos ibéricos, con las variaciones impuestas por la evolución de las ideas, principalmente el Cristianismo.
Al ocurrir las invasiones bárbaras, algunos nobles españoles, dos de cuyos nombres recuerda la historia, Didimo y Veriniano, intentaron cerrarles el paso del Pirineo, pero las discordias entre los aspirantes al mando supremo malograron el intento, y suevos, vándalos y alanos penetraron en la Península y se desparramaron por ella, principalmente por las regiones de O. S.
Mientras estas hordas recorrían dichas regiones, los godos se fijaban como auxiliares del Imperio y con miras a incautarse de él en las tierras mediterraneas, de lo que hoy es Francia y en gran parte de la España oriental o ibérica.
La lucha entre los jefes godos partidarios de la vida de guerras y aventuras que llevaron hasta este momento, y los amigos de la paz y del sosiego, trajo los godos a la Península, en la cual se establecieron, más que voluntariamente, por serles imposible moverse a causa de la impenetrabilidad que presentaban otras tierras ocupadas por otras hordas.
La vida de la monarquia goda es de guerra perpetua para defenderse de ataques extraños: los suevos ocupaban el Noroeste, los imperiales de Bizancio el Sudeste; los vascones no sometidos ni a Roma, alentados por la debilidad del poder central, no dejaban vivir en paz a los habitantes de las tierras llanas, y en toda la Península la población rural vivía sublevada moralmente y en muchas partes materialmente.
El Fuero Juzgo, que es un código coercitivo, es decir, no encaminado a promover la vida social y alentarla, sino a fijarla y mantenerla como entonces era, demuestra que la sociedad para la cual se dió era una sociedad que se disolvía y arruinaba, y que su disolución y ruina definitivas sólo esperaban una ocasión, un motivo.
Las causas sociales los hubieran dado frecuentes, pero a ellas se juntaron las políticas que nacieron de fijar la corte en Toledo; esta ciudad carecia de fuerza de atracción sobre la periferia, la escasísima población de las tierras centrales, de las que ocupaba el centro, y las barreras que por todas ellas la defendían hacían de ella un excelente refugio, una fortaleza más que inexpugnable o inaccesible, pero al encerrarse en ella una población rica y guerrera se convirtio en centro de intrigas y de política de mala ley. Esa medida aseguró la vida cortesana, pero mató la monarquía.
Dos sublevaciones pusieron en grave riesgo la unidad del reino: la de San Hermenegildo, hijo de Leovigildo y la del conde Paulo, en tiempo de Wamba; los dos intentaron segregar del dominio de la corte de Toledo la España mediterranea, más a las claras el segundo que el primero, hechos ambos, sobre todo el de Paulo, que se habrá de recordar en esta historia.
Aunque difíciles de vencer, fueron vencidas las dichas sublevaciones, pero las causas de ruina no cesaban y las políticas o internas, más eficaces que las extranjeras, la consumaron.
Después de Wamba aún se sucedieron cuatro reyes entronizados por un partido, no por la nación; enfrente del bando triunfante se alzaba otro resignado, mas no fiel, que pensaba en derribarlos, para lo cual todos los medios parecíanle buenos. Los hijos del penúltimo rey, Witiza, era, o los jefes del partido contrario a don Rodrigo, o los más interesados en destronarle.
Faltábales un medio que sin comprometer ni su vida ni su hacienda -la honra no les importaba- les proporcionase la satisfacción de su deseo, y el medio diéronselo los bereberes marroquíes con sus frecuentes algaradas en las costas y aun en el interior de Andalucia.
Marruecos, el país llamado por los árabes Mogreb alaksa, occidente extremo, había formado parte de España en una de las divisiones administrativas del Imperio con el nombre de Mauritania Tingitana. De hecho había vivido independiente de los emperadores primero, de los godos después, aunque nominalmente les perteneciera, y su organización política, así como su cultura no debía separarse mucho de la de los españoles, a los cuales les ligaba la naturaleza, la lengua y demás afinidades que origina la vecindad.
País Marruecos cerrado por el Este y Sur, sólo abierto al mar, todas sus relaciones habían sido con sus costeros de enfrente; ambas tierras son una, y en paz y en guerra sólo conocían a los de acá, como los de acá sólo conocían a ellos.
Cuando a mediados del siglo VII los árabes musulmanizados invadieron Marruecos, dominaba la parte marítima del Estrecho en Marruecos un Conde, jefe de los gomeras, el cual no se sabe si era godo, bizantino o marroquí, pero al cual los historiadores españoles hacen español, es decir, godo, y los árabes barberí, africano. La cuestión carece de toda trascendencia.
Ese jefe, llamado Julián, se vió sorprendido por la entrada en su país de un caudillo árabe, Ocba ben Nafe, que iba, más que en son de conquista en busca de riquezas, como todos los jefes musulmanes. Don Julián tuvo maña para echar al invasor sobre las tierras meridionales de Marruecos; pero terminada su misión allí Ocba volvió a la Mauritania Tingitana, poniendo en nuevo aprieto al gomera.
Por dicha para éste, las discordias entre los jefes árabes trajeron la deposición del valí y hubo un momento de calma, pero breve: un nuevo jefe enviado por el califas de Damasco se hizo cargo del ejército y comenzaron de nuevo los apuros de don Julián, quien para desviar la tormenta propuso al nuevo jefe la invasión de España, y le ayudó a ella con su consejo y su cooperación.
¿Obró así para vengar afrentas hechas a su honra en la persona de su hija Florinda?
La historia no puede decidir la cuestión; sólo puede afirmar que no necesitaban los
hombres de aquel tiempo empeños de tal naturaleza para faltar a sus deberes y atreverse contra lo más sagrado.
¿Fué intermediario entre los jefes musulmanes y los enemigos de don Rodrigo?
Esto sí que la historia puede afirmarlo fundada en hechos posteriores y en la propia razón.
Don Julián quería libertar su tierra de huéspedes tan molestos y echarlos contra alguien;
él disponía de barcos en que pasarlos a España y sus vasallos eran prácticos en la navegación
y estaban hechos a desembarcarlos. Don Julián conocía seguramente las dificultades que ofrecía
una invasión formal y debía temer que un fracaso o una derrota viniera en su contra; por tanto
una relativa seguridad de triunfo de los invasores mediante ayudas en España,
había de parecerle extremadamente ventajoso a sus planes.
Puede afirmarse con grandes visos de probabilidad que tales tratos entre el gomera y los musulmanes de un lado y los hijos de Witiza y sus amigos de otro, fueron posteriores a tentativas de invasión realizadas con éxito en cuanto a ganancia de botín, pero infructuosos en cuanto a conquista.
La primera tentativa seria parece fué la realizada en la segunda decena de mayo de 711 por un caudillo de nombre Tarik ben Ziyad (Ziet le llama el arzobispo don Rodrigo, gran conocedor del árabe y su pronunciación); en ella llegaron hasta la comarca de Lucena; volviéronse al Africa, pero de allí regresaron inmediatamente con más fuerzas, pues don Rodrigo que se hallaba en el norte de España combatiendo a los vascones, acudió a Andalucía, y en julio de aquel año riño batalla con las tropas de Tarik.
Encontráronse los dos caudillos en los llanos de Jerez, a orillas del Guadalete; se ha dicho y se viene diciendo que en la laguna de la Janda, pero esta falsedad responde a no haber entendido Dozy, su autor, que la voz lago, albufera, que usa el Ajbar Machmúa y el compilador Almakari en una de las dos citas que hace de la batalla traduce la voz xeriç; esta ignorancia le condujo a una mala traducción del texto que dice: <<Se hallaron los dos ejércitos en un lugar llamado el lago>>, y él tradujo: <<Se hallaron junto a un lago>>; y señalo la laguna de la Janda, como más próxima. Los historiadores árabes más verídicos y más dignos de fe convienen todos en que la batalla se dió ahí, en Jerez, y a la vista del Guadalete.
Estratégicamente es más verosímil que se diera en ese lugar y no en un terreno pantanoso. Por Jerez pasaba la vía romana que unia a Sevilla con Cádiz; allí, sobre el Guadalete, había un puente; tal vez otra vía llevaba desde éste a la bahía de Algeciras, y si Tarik tenía propósito de entrar en la Bética y llegar a Toledo, y don Rodrigo el de impedírselo, lo estrategico era que el uno quisiera forzar el puente y el otro impedir que lo forzara.
La derrota fué decisiva y total, y tal vez única, al menos contra tropas reales; es posible que en algún cantón o distrito un noble con los suyos intentara detenerlo o desviar las turbas, pero cuanto se afirma es hipotético y sobre pruebas de muy escasa autoridad.
Como Tarik traía el doble objeto de colocar los hijos de Witiza en el trono y ganar el botín de Toledo, marchó apresuradamente sobre esta ciudad siguiendo la vía romana que a ella conducía; en el trayecto riñó más que batallas, escaramuzas, sitió algunas ciudades que se rindieron pronto, mejor dicho, le permitieron pasar adelante, y llegó a la capital donde sus aliados se dedicaron a vengar sus agravios.
Esta marcha de Tarik sobre Toledo, tan precipitada y rápida, prueba ser verdad lo de la traición de los hijos de Witiza.
Los traidores no lograron su propósito y don Rodrigo no tuvo sucesor; mas el plan suyo no lo desbarató Tarik, sino la corriente africana que desde entonces se dirigió a la Península. Cuando el vencedor de Guadalete escribio a Muza dándole cuenta de lo sucedido, éste apresuró su venida, muy indignado contra su general, al que acusaba de ladrón por habérsele adelantado en el robo; y los de allende el Estrecho, sabedores de lo acaecido y convencidos de que las mesas de Salomón se hallaban aquí en abundancia, embarcaron con rumbo a España, contribuyendo a la confusión y a que no fuera posible un gobierno godo estable y reconocido. Muza no tenía compromiso alguno que le obligara a reconocer ningun rey en Toledo.
Y aun de tenerlo, las oleadas berberiscas le hubieran vetado respetarlo; los historiadores árabes afirman que luego que la gente de Africa tuvo noticia de la victoria de Tarik y de las cuantiosas riquezas de que se había hecho dueño, vinieron a él de todas partes, cruzando el Estrecho con cuantos barcos pudieron proporcionarse. Esta muchedumbre ufana de la victoria, sedienta de riquezas, que se consideraba dueña del territorio y de cuanto había en él, personas y cosas, hizo imposible la restauración y empujó a Tarik y Muza a ir siempre adelante en busca de ganancia.
Límites de la Edad Media.
Antecedentes de la invasión musulmana.
Ruina de la monarquia goda. Batalla del Guadalete.
Las causas de la ruina del Reino godo.
Las costumbres.
El estado social.
El ejército.
La decadencia de las ciudades.
La conquista musulmana y su carácter
Las expediciones musulmanas a la Galia gótica
Las tierras de la Corona de Aragón bajo el poder musulmán
La pretendida influencia musulmana
La Reconquista
Sus origenes
Constitución de los núcleos cristianos del Pirineo. Su historia hasta su independencia.
Condado de Aragón
PARTE SEGUNDA
Mapa I: Mapa físico de la región íbero-mediterranea (101 Kb)
Mapa II: Conquistas de la Corona de Aragón (447 Kb)
Mapa III: El mediodia de Francia en tiempos de Pedro II (119 Kb)
Mapa IV: Expansión catalano-aragonesa por el Mediterraneo (107 Kb)
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