La Edad Media en la Corona de Aragón Historia de Aragón.

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Descubrimiento de América

Con las ideas corrientes acerca de esté gran suceso, en una historia de la Corona de Aragón no debía tratarse de él; tiénese comúnmente, aunque las ideas van modificándose, por realizado de modo exclusivo por Castilla, por empresa pura y simplemente castellana y hasta escritores eruditos, dejándose arrastrar por la pasión y la rutina, aun reconociendo que no es verdad lo hasta hoy creído, lo vuelven a escribir a título de información erronea, mas para que corra y siga divulgándose y su patriotismo chico no padezca.

Como la conquista de Granada, el descubrimiento de América fué obra nacional, obra de sus Altezas, empresa en la que tomaron más parte material los castellones, pero participaron más en la dirección los aragoneses.

Critóbal Colón, como todos los grandes hombres de principios humildes, carece de historia en tanto que no se revela como grande hombre; la historia no se preocupa de los pobres ni de los mezquinos; viene a España por el año 1485, cuando comenzaba la guerra de Granada, procedente de Portugal; se hospeda en el Monasterio de la Rábida y logra ponerse en contacto con nobles, el duque de Medinaceli y personajes influyentes en la corte. Como los descubrimientos de los portugueses habían creado el amor al estudio de la Cosmografía y la fiebre de los viajes marítimos, Colón fué escuchado por estos motivos. Pero lo que él proponía era tan fuera de lo común y estaba tan en contradición con los hechos, que se hacia difícil creerlo. El aventurero tuvo paciencia para esperar, para soportar contradicciones, burlas y sarcarmos; y esta paciencia en un hombre de su energía, de tanta confianza en sí mismo, de sus alientos, de su pobreza rayana en la miseria, hace pensar en valedores con recursos y poder bastante para sostenerlo material y espiritualmente.

La historia no conoce más de cinco personajes a los cuales Cristóbal Colón o su hijo demostraron agradecimiento: cuatro aragoneses y un castellano; los cinco de la íntima confianza del rey Católico. Eran éstos: Juan Cabrero, ayuda de cámara del rey, su compañero de la niñez, el de sus intimidades más reservadas; era otro Gabriel Sánchez, el tesorero de Aragón, su banquero, el manipulador de sus fondos; el tercero Luis de Santángel, el mayordomo mayor que diríamos hoy, el jefe de palacio, con quien trataban a diario el rey y la reina; el cuarto Juan de Coloma, secretario de Estado, el hombre por quien pasaba todo lo secreto de la vida política, todas las interioridades de la diplomacia; era el otro el castellano fray Diego de Deza, encargado de la instrucción del infante don Juan, tan fervorosamente adicto al rey, que cuando todo Castilla lo repudió con gran ingratitud para ponerse a los pies del Archiduque y sus flamencos, él solo entre todos los prelados, y el gran duque de Alba entre todos los nobles, le permanecieron fieles.

Todos a una afirman que don Fernando era enemigo de Colón, llegando fingir discursos denigrantes para quien los pronuncia, y los ponen en boca de don Fernando, y a inventar escenas en las que el marido de Isabel es presentado bajo, vil, con avaricia extremada y falta de espiritualidad absoluta; en cambio, la mujer de Fernando aparece generosa, espléndida, amiga de Colón hasta el heroismo de vender o empeñar sus alhajas para obtener dinero con que equipar las carabelas.

Todo esto es novela; por nadie se ha dado un indicio, no ya prueba, de que don Fernando rechazara los planes de Colón; absolutamente por nadie; puédese dar como indicio de lo contrario el amor que los cinco familiares le tuvieron.

¿Quien creerá que aquellos hombres, devotos personalmente del rey, alentaran esperanzas de quien el rey aborrecía? Hubiérase tenido por una verdadera traición. La amistad de los cinco debe tomarse como prueba de que don Fernando patrocinaba los planes de Colón y que los obstáculos a su realización no partían de él. Esto, que de por sí es decisivo, se traba con otras pruebas hasta formar un raciocinio indestructible.

No es verdad que la reina Isabel empeñara sus alhajas; ni hay pruebas de que ella fuese amiga de Colón: las hay de lo contrario. Cuenta el P. Las Casas que después de conquistada Granada, Colón, que esperaba este suceso para plantear definitivamente su proyecto, si se aceptaba o rechazaba, viéndolo rechazado salió de Santa Fe en dirección a Francia y que fué entonces cuando Luis de Santángel, en su exaltado cariño al genovés, a la empresa y a los reyes, se presentó a la reina y logró convencerla del mal paso que daba, permitiendo que Colón se ausentase. Convencida la reina quedó decidido que Colón realizaría su viaje por el Océano.

Pues si era menester el consentimiento del rey y de la reina, el de los dos, y obtenido el de ésta se decidió la empresa sin más consulta, es evidente que el obstaculo que impedía realizarlo procedía de doña Isabel y no de su marido.

Tal vez los recalcitrantes en la rutina que niega a la empresa el carácter nacional español aleguen que no era necesario el consentimiento del rey por ser negocio de Castilla; mas contra esto se rebela una prueba documental, por tanto categorica. Las capitulaciones con Colón las firmó el secretario de Estado de Aragón, Juan de Coloma, en nombre de sus altezas, él y ella, Fernando e Isabel, y como negocio de Aragón se registraron en la cancillería de este reino en el Registro que lleva el número moderno tres mil quinientos sesenta y nueve, folio ciento treinta y cinco vuelto (v.lám. XX).

El voluntario olvido en que se han tenido estos documentos aragoneses ha sido causa y lo es de ignorancia en los preparativos de la escuadrilla de Colón y quizá, de la vida anterior de éste.

El descubridor salió de Santa Fe en el mes de enero y en este mismo mes y día fué llamado y regresó; las capitulaciones se firmaron en el mes de abril día 17, y a continuación se extendieron dos documentos; uno nombrando a colón jefe de una escuadrilla de tres carabelas; otro una credencial del almirante como embajador de sus Altezas, los Reyes Católicos, a todos los reyes y príncipes que hallara en las tierras que descubriese o allí donde arribara.

De donde se infiere que el 17 de abril estaba acordado que las carabelas fuesen tres; la expedición estaba acordada, por tanto, hasta en detalles, Colón se sabe que marchó a Palos después de convencida la reina; en este viaje se convino con los Pinzones; convenido con ellos regresó a la corte y firmó los capitulos, una de cuyas consecuencias era el nombramiento de almirante que se le entregó. arreglado el asunto regresó a Palos con el dinero suficiente para equipar las tres carabelas, en lo cual empleó hasta el 3 de agosto.

¿Quién le dió el dinero? La parte correspondiente a los reyes fué anticipada por Luis de Santángel; como el hecho es innegable, se le quita importancia acusándole de miras egoístas, de esperanzas de ganancias fabulosas: todo con el fin de desvirtuar la acción de este hombre, sin el cual España no hubiera tenido Américas.

La parte que debió aprontar Colón no se sabe por quien le fué anticipada; hay un dato que da cierta probabilidad a inducir que se la prestó Gabriel Sánchez. Colón, en las Azores, en el momento más angustioso de su viaje, escribió una carta a Santángel comunicándole la victoria que Dios le había dado para que la trasmitiera a los reyes; y al desembarcar en Lisboa el 4 de marzo de 1493, otra a Gabriel Sánchez, idéntica a la del anterior. ¿Qué motivos de agradecimiento o de amistad movieron a colón a estas preferencias a dos tan íntimos servidores del rey? De Santángel se sabe: sin él no se hubiera decidido la reina, ni se hubiera equipado las carabelas. Algo semejante se debe pensar de Sánchez; sin él tampoco habrían salido las carabelas de Palos; Sánchez es el único que pudo prestarle a Colón la parte alícuota que le correspondía en el armamento.

Argensola cita una cédula de la tesorería real de Aragón por la que se manda al tesorero que pague a Sánchez diez y siete mil florines de oro que prestó para la expedición; pero a esa cédula los empeñados en hacer ésta exclusivamente castellana y no nacional le hallan varias causas de nulidad entre otras, ésta: que hablando de los resultados del viaje de Colón, da por descubiertas las tierras del mar Océano, siendo así que está fechada el 17 de abril, día de las capitulaciones, y el explorador del Atlántico no salio hasta el 3 de agosto.

Contra esto hay que reargüir que tambien las capitulaciones contienen ese vicio de nulidad porque van encabezadas con este párrafo: << Las cosas suplicadas e que vuestras Altezas dan e otorgan a don Xpoval de Colon en alguna satisfacion de LO QUE HA DESCUBIERTO EN LAS MARES OCEANAS y del viage que agora con el ayuda de dios ha de fazer por ellas en servicio de vuestras altezas son las que siguen.>>

También se da por cierto y realizado el hecho del descubrimiento antes de emprender Colón su primer viaje, y no se acusa el documento de falso o ilegítimo; la cédula de tesorería está redactada de la misma manera.

Ya que no es posible negar autenticidad o legitimidad al epigrafe de las capitulaciones, se ha dicho que se copiaron en el Registro más tarde, después de regresar Colón, y que entonces se redactó el epígrafe; mas quien vea el texto del registro o libro donde están transcritas y observe la identidad de letra, de tinta y la continuidad de las escrituras, no podrá menos de deducir que se transcribieron en el mismo día detrás de otros documentos ajenos al asunto y delante de otros igualmente ajenos.

Si se toma el verbo ha descubierto en su significado literal de pretérito resulta que el 17 de abril, ciento cinco días antes de salir la escuadrilla, Colón y Coloma afirman que el primero había descubierto tierras en el mas Océano y se aprestaba a un nuevo viaje a ellas.

¿Es esto cierto? ¿Es que Colón, para más convencer a sus protectores, dió por realizado lo que su imaginación veía? Es de creer lo primero; aquella tan enorme confianza, aquella fe tan viva que no decayó en las mayores contradicciones, el saber inspirar a sus compañeros esperanzas inagotables; el tomar un derrotero que no fué precisamente hacia el Oeste, sino hacia el Sudoeste, como si supiera adonde iba, y sobre todo esto, la tradición, que no cesa de buscar otros hombres que antes que él estuvieron en las tierras americanas, inducen a creer que él mismo había estado allá o que tenía referencias exactas. En los tiempos actuales no es posible mantener secreto un descubrimiento ni entra en las costumbres mantenerlo, pero en la Edad Media era posible y era costumbre ocultarlos para monopolizar el comercio de lo descubierto. Sin la imprenta, el viaje hubiera sido infructuoso para la humanidad; no se habría divulgado, y al no divulgarse hubiérase olvidado.

Pero también esta divulgación fué obra de aragoneses: Gabriel Sánchez tenía un hermano refugiado en Florencia y la carta de Colón la remitió el español al italiano; allí, en Roma, fué traducida al latín y publicada en repetidas ediciones. Por ellas se enteró el mundo del Nuevo Continente y el descubrimiento tuvo eficacia.

A pesar de la cláusula de las últimas disposiciones testamentarias de doña Isabel que declara las Indias descubiertas con hombres y recursos de los reinos de Castilla y León, Fernando, en las suyas, declaró a su hija Juana heredera de la parte que en aquéllas le pertenecía, declarando nuevamente la empresa tan propia de él y de su reino, como de su mujer y del de ésta.

¿Fué lo de América un bien o un mal para españa?

Juzgado el acontecimiento con miras nacionales puramente interesadas, fué un mal; el desagüe de hombres que sufrió la monarquía no la compensaron los bienes materiales que de allá recibió; al revés, a la pérdida directa de brazos útiles se añadía la indirecta de los indianos enriquecidos; la traída de metales preciosos produjo una baja grande en la moneda que no compensó una mayor valorización del suelo; el afán de riquezas estimuló la emigración, el poseerlas la holganza, y España fué mercado extranjero por abandono de trabajo.

El descubrimiento nos puso frente a frente de Inglaterra; hasta entonces no habíamos tenido casi relaciones con ella; el Atlántico era un mar, sin orilla enfrente, y sus ribereños no se conocían; al conocerse la otra orilla se hizo camino, y España e Inglaterra se hallaron en él.

Cualquier nación a quien Dios hubiera favorecido con esa gloria habría sufrido los males que España; pero aquí los agravó la pobreza y el espíritu aventurero: estas condiciones del pueblo fueron tan provechosas a la colonización de América como perjudiciales a la metrópoli, principalmente a la región central castellana que dió los hombre y no fué pagada en riqueza; ésta se quedó en la periferia marítima. En cambio, en el Nuevo Mundo ese pueblo dió el ejemplo mayor de fuerza expansional que conoce la historia, ocupando en el espacio de un siglo el territorio comprendido entre California y la Florida y el cabo de Hornos, teniendo aún energías para recorrer el Pacífico.

Juzgado el acontecimiento considerando los beneficios que de él reportó la Humanidad, fué un bien para España; y si la gratitud fuese virtud de las sociedades, la humana la debería muy grande a los españples: regalarle un mundo es hecho del que nadie puede presentar analogo, mucho menos igual. Quizá porque el ingrato siente remordimiento por su pecado y convirtiendo en odio lo que deberia ser amor, parécele que la ruina o muerte de su favorecedor le libra de ser agradecido, España ha sido expulsada totalmente del Mundo por ella descubierto, poblado y civilizado.

En la organización americana Aragón no intervino.

Nadie apreció en todo su valor el descubrimiento de las tierras americanas, ni era posible que las gentes lo apreciaran; la lejanía de aquellos territorios y las dificultades del viaje, el desconocimiento del mar, de las costas y de las tierras interiores, la ignorancia de las producciones de allá, la creencia de que la riqueza consistía en poseer metales preciosos y no cosas ni tierras, impedían estimar como se debía el hallazgo de todo un mundo más rico y fértil que el conocido. Los barcos se construían para la navegación de puerto a puerto, no perdiendo nunca de vista las costas y no servían para tan largos viajes como el de las Indias. El mérito mayor de Colón es haberse atrevido a cruzar un Océano tenido por intransitable; el hallar o no tierras fué consecuencia de aquel atrevimiento.

En que no se apreciase debidamente el suceso influyó muchísimo también la tradición de los pueblos marineros; los atlánticos se comunicaban entre sí, y entre sí los mediterráneos; estas corrientes no podían desviarse repentinamente de su cauce habitual para ir por el nuevo trazado por Colón.

Este mismo, si vino satisfecho por haber hallado tierras y haber tiunfado, no vino consus esperanzas colmadas; sus ilusiones eran traer las carabelas abarrotadas de oro y hasta la clavazón de hierro sustituida por otra de aquel metal, y apenas pudo traer una muestra.

A pesar de esta decepción se armó una escuadra más poderosa y de mayor número de naves, probablemente con dinero también de Aragón, y con ella el Descubridor marchó nuevamente a descubrir.

Extraido de: La Edad Media en la Corona de Aragón de Andrés Giménez Soler. Editorial Labor, S.A., Madrid. 1930



Índice

El país La población

PARTE PRIMERA

Límites de la Edad Media.
Antecedentes de la invasión musulmana.
Ruina de la monarquia goda. Batalla del Guadalete.

Las causas de la ruina del Reino godo. Las costumbres.
El estado social.
El ejército.
La decadencia de las ciudades.

La conquista musulmana y su carácter
Las expediciones musulmanas a la Galia gótica
Las tierras de la Corona de Aragón bajo el poder musulmán
La pretendida influencia musulmana
La Reconquista

Sus origenes

Constitución de los núcleos cristianos del Pirineo. Su historia hasta su independencia.
Condado de Aragón

Ribagorza
Urgel, Cerdaña, Marca hispánica

Proceso de la Reconquista
Navarra y Sobrarbe

Alfonso I el Batallador
Casamiento de Alfonso el Batallador con doña Urraca de Castilla
Los condes de Barcelona anteriores a Ramón Berenguer IV
Las conquistas de Alfonso el Batallador
La Campana de Huesca

Ramón Berenguer IV y sus dos inmediatos sucesores
Reinado de don Jaime I el Conquistador
El hombre
Los primeros años del reinado
Adquisiciones territoriales a expensas de los moros
El Tratado de Almizra
La cruzada a Tierra Santa
El tratado de Corbeil
La política peninsular e interior
La expansión marítima aragonesa

El siglo XIV
Reinado de Jaime II
El hombre
España según Jaime II
La Reconquista, idea nacional de Jaime II
La empresa de Tarifa
Ruptura entre Jaime II y Sancho IV de Castilla
La cuestión de Murcia
Relaciones con Marruecos
Nuevamente la Reconquista. Negociaciones que precedieron al sitio de Almería.
El sitio de Almeria.
Política peninsular de Jaime II.
Incorporación de Córcega y Cerdeña a la Corona de Aragón.
Extinción de la Orden del Temple.
Expedición de los almogávares a Oriente.

Los cuatro reyes sucesores de Jaime II en el siglo XIV.
La Reconquista.
Reintegración de las Baleares a la Corona de Aragón.
El problema de Cerdeña.

La política peninsular de Aragón en los cuatro reinados del siglo XIV.
Causas de la guerra entre Aragón y Castilla.
Guerra entre Castilla y Aragón.

El siglo XV.
Compromiso de Caspe.
Política peninsular de Aragón.
Cuestiones interiores de Aragón, Cataluña y el principe de Viana.
Expansión aragonesa por el Mediterraneo.

Relaciones de Aragón con Francia en el siglo XV.
El cisma de Occidente.
Retrato de Benedicto XIII.
El problema de la frontera catalana.

Reinado de Fernando el Católico. Fin de la Edad Media.
El hombre.
La unidad nacional. Los pretendientes de Isabel la Católica.
Cómo fué la unión de los reinos.
El fin de la Reconquista. Conquista de Granada.

Descubrimiento de América.
Política mediterránea de Fernando el Católico.
Conquista de Nápoles.
Conquita de Berbería.

Política internacional de Fernando el Católico.
Política de unidad Peninsular.
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PARTE SEGUNDA

Las Instituciones

El Estado medieval.
Carácter social de la Edad Media.
Orígenes de la Edad Media.
El Rey y la realeza en Aragón durante la Edad Media.
Lugarteniente y gobernador.
Los nobles.
Origen y evolución de los señorios.
Municipios.
Evolución de los municipios.
El capitalismo, causa de la decadencia municipal
Organización interna de los municipios
Judíos y moros
Los vasallos y hombres de condición.
La servidumbre de la gleba : remensas.
Administración de justicia.
La curia real y el Justicia de Aragón.
Jurisdición de judíos y moros.
Estado de la Administración de justicia y responsabilidad judicial.
Las Cortes.
Las Diputaciones.
La concepción medieval del Estado.
La Legislación.

La vida material.
División del territorio.
Juntas y veguerías.
Defensa del territorio.
Los domicilios.
Explotación del territorio.
Comunicaciones.
Industria y comercio.
Las monedas.

La vida espiritual
La Religión
Organización eclesiástica
Monasterios y órdenes religiosas
La Beneficiencia
La vida intelectual
Las Lenguas habladas en la Corona de Aragón
La enseñanza
La Vida Artística
Arquitectura religiosa
La pintura, la escultura y el azulejo

Conclusión
Bibliografía
Indice alfabético

Ilustraciones

Mapa I: Mapa físico de la región íbero-mediterranea (101 Kb)
Mapa II: Conquistas de la Corona de Aragón (447 Kb)
Mapa III: El mediodia de Francia en tiempos de Pedro II (119 Kb)
Mapa IV: Expansión catalano-aragonesa por el Mediterraneo (107 Kb)

Moneda de Juan (Ioanes) II



Conceptos en orden alfabético sobre Aragón

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