Un cartel lo pregona a la entrada, porque el gran río rodea amorosamente el pueblo, digo yo. Villa sanjuanista, en el Bajo Aragón a siete kilómetros de Caspe. Antiquísima villa, dice en su heráldica, pero con una ejemplar modernidad en la forma de ser de sus gentes. Unos 400. Gentes amistosas que hacen que el visitante se encuentre a gusto nada más llegar. Reino del sentido común y de la cordialidad. Es un pueblo que engancha. Se entra por una gran avenida que yo interpreto como brazos abiertos para acoger a la gente. Una rotonda de las muchas que ahora ponen por todos los lados, sirve no solo para regular el tráfico rodado, sino para exhibir un sugerente carro con un fondo a favor de la cultura, el civismo, los libros… En la entrada se levanta un monumento a los linajes de los Reyes de Aragón y una placa de cerámica transcribe un saludo del Rey Juan Carlos. Esto acredita que es pueblo con historia pero que vive el presente. La primera calle de la derecha la han dedicado al secretario municipal, Juan Ferrer, en un ejemplo de generosidad administrativa nada usual. Otro monolito, delante del emblemático bar de siempre, ahora llamado Mirador, luce el escudo de la villa en hierro. La pieza heráldica, pregona su nobleza. Más adelante, un busto recuerda a Joaquín Costa y al final de la calle de las bodegas (gran invento el colocar las bodegas agrupadas) otro monolito se dedica al botánico Francisco Loscos que tuvo su primera farmacia en Chiprana y a ella dedico una de las 2.624 plantas aragonesas que clasificó, la «eupordia helioscopioides». En todos estos adornos urbanos de recuerdo veo la gratitud de gente noble.

Quizá siguiendo la simiente de Loscos se construyó un Herbario, en edificio singular, donde se muestran didácticamente la flora del lugar, en especial de las Saladas, unas lagunas endorreicas (sin salida de aguas) próximas a la villa que tienen una singular vegetación, junto a las suaves playas llenas de costras salinas. Los fondos están tapizados con tapetes microbianos compuestos por miles de microscópicos seres vivos que en su respiración desprenden azufre, dando lugar a unas condiciones ambientales similares a las de la formación del planeta Tierra.¡Ahí queda eso!

Generosamente, grandes murales reproducen los monumentos funerarios romanos de Fabara y Caspe, que con el suyo de Chiprana incrustado en su Ermita de la Consolación conforman la Ruta de los Mausoleos del Bajo Aragón. La Iglesia de San Juan es una joya gótico–mudéjar, con un rico interior de pinturas de lazos y techumbre de madera policromada cuya visita ya justifica el viaje. A la ostentosa fachada barroca le faltan las dos torres, pero conociendo a los chipranescos no me extrañaría que en el próximo dibujo de TPB ya aparezcan. Presumen del primer Paseo Marítimo del Mar de Aragón, cuidada piscina, gran pabellón donde cabe todo. Único pueblo de la zona cuyo divertimento tradicional es «la morra», como el juego de los chinos pero a lo baturro. Tiene olivas y encurtidos de primera, notable aceite, frutas de sobresaliente. Y con todo, lo mejor son sus gentes. En Chiprana son pocos, pero son mucho. «Muchismo».

Chiprana, la novia del Ebro. Dibujo de Teodoro Perez
Chiprana, la novia del Ebro. Dibujo de Teodoro Perez Bordetas