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Se trata de una obra de gran complejidad desde un punto de vista compositivo, que se estructura en veinticinco capítulos de una enorme heterogeneidad formal pero con el consabido objetivo de carácter didáctico. X HOMBRE DE BUENA ELECCIÓN Todo el saber humano (si en opinión de Sócrates hay quien sepa) se reduce hoy al acierto de una sabia elección. Poco o nada se inventa, y en lo que más importa se ha de tener por sospechosa cualquier novedad. Estamos ya a los fines de los siglos. Allá en la Edad de Oro se inventaba, añadióse después, ya todo es repetir. Vense adelantadas todas las cosas, de modo que ya no queda qué hacer sino elegir. Vívese de elección, uno de los más importantes favores de la naturaleza, comunicado a pocos, porque la singularidad y la excelencia doblen el aprecio. De aquí es que vemos cada día hombres de ingenio sutil, de juicio acre, estudiosos y noticiosos también, que, en llegando a la elección, se pierden. Escogen siempre lo peor, páganse de lo menos acertado, gustan de lo menos plausible, con nota de los juiciosos y desprecio de los demás; todo les sale infelizmente, y no sólo no consiguen aplauso, pero ni aun agrado. Jamás hicieron cosa insigne. Y todo ello por faltarles el grande don del saber elegir. De suerte que no bastan ni el estudio, ni el ingenio, donde falta la elección.
Extremada elección la de la abeja, y qué mal gusto el de una mosca, pues en un mismo jardín solicita aquélla la fragancia y ésta la hediondez.
Los asuntos de la elección son muchos y sublimes. Elígense en primer lugar, los empleos y los estados, delecto de toda una vida, donde se acierta o se yerra para siempre, que es un echarse a cuestas una irremediable infelicidad. El mal es que las resoluciones más importantes se toman en la primera edad, destituida de ciencia y experiencia, cuando aun no fueran bastantes la mayor prudencia y la más sazonada madurez. Ni es el menor empeño el escoger los amigos, que han de ser de elección y no de acaso; acción muy de la prudencia y en los más, de la contingencia. Elígense también los familiares, que son ayudantes del vivir, y las más veces enemigos excusados. Mas si en los hijos tuviera lugar el delecto, fuera la primera de las dichas. Pero hay tales caprichos en el mundo que eligieran los peores, y así favor fue de la naturaleza el prevenirlos, pues aun los que les dio el cielo buenos, ellos, o con su ejemplo o con su descuido, vienen a hacerlos malos; que son muchos los que malogran favores de la naturaleza y de fortuna. No hay perfección donde no hay elección. Dos ventajas incluye: el poder elegir y elegir bien. Donde no hay delecto, es tomar a ciegas lo que el acaso o la necesidad ofrecen. Pero al que le faltare el acierto, búsquelo en el consejo o en el ejemplo, que se ha de saber, o se ha de oír a los que saben, para acertar.
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