La obra de Gracián puede ser considerada en su conjunto, desde un cierto punto de vista, como el paradigma del fracaso: fracaso en lo personal, fracaso de la época en la que le tocó vivir. De ahí su pesimismo, su sátira despiadada y mordaz, su profundo sentido del desengaño; e incluso, su brillante aspecto de canto de cisne del Barroco.
Espíritu orgulloso, no supo acomodarse a las mezquindades de su tiempo, ni éste apreciar la enorme capacidad de un hombre fuera de lo común. De este modo, su posible carrera cortesana estaba abocada al fracaso desde sus inicios. Síntoma de ello fueron también sus problemas continuos con los jesuitas, que no podían aceptar de ningún modo la libertad de espíritu de la que hacía gala en sus publicaciones uno de sus miembros, que hubo de acudir al seudónimo para superar la censura de la Compañía. No obstante, esta falta de promoción social sin duda fue beneficiosa para su obra, pues le obligó a vivir en exclusiva para ella. Por otra parte, la España que le tocó en suerte estaba hundida en una profunda crisis. Recordemos que Gracián se vio involucrado en la guerra de Cataluña en su calidad de capellán de las tropas que participaron en el conflicto; y si bien esta rebelión acabó abortada, no sucedió lo mismo con respecto a Portugal, que alcanz su independencia poco tiempo después. Estamos pues, en los estertores de una época que había sido gloriosa para la monarquía española a pesar de asentarse sobre bases poco sólidas. Y los contemporáneos no podían dejar de ser conscientes de ello: recordemos el regeneracionismo latente en casi todas las obras de Baltasar Gracián. Finalmente, la Contrarreforma supuso un estrecho corsé espiritual; establecido el qué, es decir, aquello que era lícito expresar, sólo cabía libertad en el cómo, en la forma, en las filigranas del ingenio y la expresión, de ese conceptismo que como hemos visto, constituye lo esencial del estilo gracianesco. Paradigma del fracaso, sí pero al mismo tiempo nos encontramos con una obra y un autor que apuntaba y todavía apunta al porvenir, porque Gracián, además de ser el máximo exponente de la prosa española del Barroco, y por lo tanto un modelo vivo de la lengua para cualquier persona que piensa y escribe actualmente en español, también es quizás el escritor hispano que más ha influido en la historia del pensamiento europeo moderno y contemporaneo a través fundamentalmente de su influjo sobre Schopenhauer, Nietzche y el existencialismo moderno. Y, finalmente, aquel curioso que tenga la paciencia -Gracián no es un escritor en absoluto fácil-, de introducirse en las páginas y el mundo de El Criticón observará, más allá de aquellos elementos, que los hay, que puedan resultar hoy en día un tanto ajenos, un espejo formidable donde sorprendentemente vea reflejado nuestro mundo contemporáneo, tan extravagante, rico y confuso como el del Barroco. [PRESENTACIÓN][LA VIDA] [LA OBRA] LENGUAJE Y ESTILO] [ANTOLOGÍA DE TEXTOS] |
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