Gracian 4. literatura


titulo Gracian 4


En Gracián el estilo es fundamental, y lo es hasta el punto de que los críticos en general lo consideran como un aspecto más esencial para la comprensión de nuestro escritor que los propios contenidos de su obra. Más que un moralista, Gracián es un mago del lenguaje, el máximo representante junto con Quevedo de lo que se ha venido denominando el conceptismo. Este estilo se basa en un marcado contraste: a una sintaxis muy simple le corresponde una gran complejidad de significados, es decir "una intensificación del significado". De este modo los sentidos ocultos ofrecen un discurso más rico y atractivo provocando en el lector avisado la sorpresa.

En el escritor aragonés el conceptismo se caracteriza por el predominio de los sustantivos, de los nombres, sobre las demás partes de la oración, hasta el extremo de provocar la sustantivación de otros elementos como el verbo, el adjetivo o incluso el adverbio. Tampoco son extrañas las acumulaciones nominales, "enumeración que -como diría Borges- los tratadistas llaman caótica y que, de hecho, es cósmica, porque todas las cosas están unidas por vínculos secretos".

También el uso del verbo se caracteriza en muchas ocasiones por las acumulaciones y por una misma tendencia a la abstracción (predominio del "presente atemporal" sobre otros tiempos verbales), tendencia que se pone también de manifiesto por el predominio e, incluso abuso en el empleo, del verbo "ser", el verbo que por excelencia apunta a la esencia de las cosas y que constituye el eje de los juicios lógicos. Si a esto unimos la escasa variedad de los adjetivos nos encontramos en definitiva con una prosa más filosófica que sensorial, adecuada a los fines que persigue.

Otro rasgo a tener en cuenta sería la eliminación de las partes de la oración menos significativas, tales como los artículos, los pronombres, las preposiciones y las conjunciones. El resultado es una sintaxis con escasa complicación, en la que predominan las oraciones simples en forma de juicios, de sentencias, y en la que la yuxtaposición y si acaso la coordinación (para dar cierta variedad y potenciar las estructuras bimimbres tan queridas por nuestro autor), predominan sobre la subordinación. De este modo se huye del estilo ampuloso ciceroniano, para aproximarse más al discurso de un Tácito o un Séneca.

En cuanto a los recursos literarios utilizados por Gracián cabría destacar el uso de las ambivalencias del lenguaje, fundamentalmente de la polisemia, es decir, el empleo de palabras con doble significado que provoca la sorpresa, porque la realidad es una cosa pero puede parecer otra:

"Pero lo que les causó gran novedad, y aun risa, fue ver un ciego que no veía gota (aunque sí bebía muchas)" (C.I,6)

Gracián es también un maestro de la ironía: "razones no de Estado, sino de establo". (C.I,7); de la paradoja: "Ya los hombres han dado en hacer del día noche, y de la noche día". (C.I,6); de la hipérbole o exageración: "El verdadero Hércules fue el Católico Fernando, con más hazañas que días, ganaba a Reino por año" (El Político); de los juegos de palabras, tanto semánticos: "¡con razón se llamó al rostro faz, porque él mismo está diciendo lo que hace!" (C.I,8), como fonológicos: "No son sino naves -dijo Critilo- aunque bien dijiste nubes, que llueven oro en España" (C.I,4); las antítesis, etc. hasta completar todo un tratado de retórica.

Finalmente señalar que en Gracián no puede hablarse de obras de aprendizaje; desde sus inicios, y esto lo acerca al poeta latino Virgilio, se da en él un estilo pleno y maduro que apenas evolucionará a lo largo de los años.

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