Los caballeros oscuros se fusionaban con la noche. Sombras vivas y tenebrosas que iban y venían, portando la muerte y el terror a la casa de Eltairion. Pero cuando la Luna lanzaba sus flechas de plata hacia las armaduras, Anmarin podía ver con horror algo que le era familiar: eran los caballeros surgidos del Mar de su sueño. De repente, una fuerte conmoción le agitó el corazón, y las lágrimas recorrían sus mejillas buscando en su cuerpo el mejor camino para escapar, muriendo todas en la perla que colgaba sobre su pecho. La perla la estaba advirtiendo de algo que no lograba entender, pero sí lo podía sentir en lo más profundo de su alma.
Entonces, se percató de la presencia de alguien que la miraba entre las sombras. Emergió un caballero oscuro con un bulto en una mano y desenvainando su espada con la otra. Anmarin vió horrorizada la cabeza de su padre en la mano del caballero, y antes de que algún sonido saliera de su garganta se encontró con la hoja clavada en su pecho. Tuvo entonces la suficiente fuerza como para sacar el yelmo de la cabeza de su verdugo y descubrir su rostro cadavérico, como ella predijo en su sueño. Las lágrimas se mezclaban con la sangre que salía incontrolada de su pecho, llevándose su vida y con ella la gloria del linaje de Eltairion, pues Anmarin era su única hija.
Fué entonces cuando ella, intentando encontrar un atisbo de razón en las cuencas vacías de una oscuridad sin fondo del caballero, le dijo:
-¿Cuál es vuestra razón para derramar tanta sangre? ¿Qué es lo que os hemos hecho que ha llenado vuestros corazones de ira? ¿Quiénes sois?
A lo que el caballero, mirándola fijamente, respondió:
- Somos vuestro Destino, el cual el linaje de tu padre selló irremediablemente cuando humedeció esta tierra con la sangre de la Casa de Fhar, arrebatándoles las tierras que eran suyas desde tiempos inmemoriales. Y con tu sangre ha sido cumplica una venganza que hemos estado esperando muchas lunas. Gracias a ti y a esa piedra se han abierto las Puertas del Infierno en el Teilion y se nos ha concedido la oportunidad de vengarnos de aquellos que, en aquel día nefasto, acabaron con toda una hermandad de orgullosos guerreros, asesinándolos mientras dormían en esta maldita casa. ¡Muere pues, hija de Eltairion, y cúmplase así lo que estaba predestinado para vosotros desde que nuestra sangre tiñera de rojo vuestro acero!
Dicho esto Anmarin se dirigió hacia la puerta, salió de la casa y el frescor de la noche de octubre fué lo último que su delicada piel pudo sentir. Cayó fulminada en un charco de su propia sangre, y la piedra se le descolgó del cuello uniéndose con su sangre en una alinaza con la tierra.
Con el paso del tiempo la Casa de la Desdicha fué derribada porque se la consideró símbolo del Mal, y en el lugar donde cayó Anmarin creció un gran árbol, gris y de gruesas raíces, cuyo tronco se encorvaba un poco cada año en octubre y al que nunca le crecían las hojas. Cuentan las gentes del lugar que llegó a encorvarse hasta que su desnuda copa tocó la tierra, formando una puerta por la cual todo aquel que la cruzara vería sus sueños hechos realidad, pero también sus pesadillas.