10
Fue hacia la mitad de la mañana, mientras rellenaba un informe rutinario, cuando Daniel percibió que no había dejado de pensar ni un instante en la extraña historia leída un par de horas antes. Normalmente no hacía mucho caso de lo que contaban los diarios. Demasiado bien sabía, por propia experiencia, lo mucho que las crónicas periodísticas difieren de la realidad. No era el relato de lo acontecido, sin embargo, lo que mantenía ocupados sus pensamientos, sino algún pequeño detalle cuya naturaleza se le escapaba. Intuía que ese suceso estaba oscuramente relacionado con él, con las cosas que le habían venido sucediendo en las últimas semanas, con ciertos encuentros insólitos y algunas frases oídas en sueños.
Consiguió que un compañero se aviniese a terminar su trabajo, buscó en su agenda algunos números de teléfono y alegó ante sus superiores alguna excusa no del todo creíble. Visitó a una amiga, que sólo pudo proporcionarle algunos números de teléfono, pero que nada sabía de la mujer protagonista del extraño suceso narrado en la prensa. Por medio de uno de esos contactos, sin embargo, Daniel pudo averiguar (en la medida en que podía creer en el testimonio de desconocidos) que Mara, la prostituta implicada en los hechos, pasaba por ser persona de fiar.
No obtuvo mayor información de su amigo policía, quien se extrañó de su curiosidad y le hizo, a su vez, acaso por mera costumbre, un sinfín de preguntas que no supo o no quiso contestar.
Al caer la noche, se encontraba fatigado y tenso. Por impulso, sin meditar lo que hacía, caminó incoherentemente hacia ninguna parte. Sus pasos erráticos le llevaron a una oscura taberna en la que jamás había estado. Creyó reconocer uno o dos rostros, pero tampoco prestó demasiada atención. Se acercó a la barra y pidió cerveza. Una sensación que conocía se iba abriendo paso en su interior.
|
|