La última lección sobre Cisneros 0
Gabriel Bermúdez Castillo.
Elfos Número XIV MMIII

La última lección sobre Cisneros. Gabriel Bermúdez (ElfoSci-Fi)
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La última lección
sobre Cisneros

Gabriel Bermúdez Castillo

La señora Hidalgo contempló con atención los rostros serios de los niños. Pensaba que había demasiado silencio y demasiada seriedad; sin duda, los niños se estaban dando cuenta de todo.

-Hacia 1460, Cisneros, que por aquel entonces era un pobre franciscano, se fue a Roma a comprar una canonjía. Entonces estos cargos se vendían, y desde luego eran muchos los pedigüeños que iban allí, a intrigar, para que el Papa les vendiera una canonjía en España. Por fin, después de mucho cabildear, consiguió que le dieran una para la primera vacante. Volvió a España, y cuando trató de ocupar la plaza chocó con el Arzobispo Carrillo, que era un hombre muy poderoso. Carrillo no quiso hacerle caso y lo metió en la cárcel, donde Cisneros permaneció ocho años. Debo deciros que Cisneros era un hombre de un orgullo desatado, y no transigió en absoluto con el arzobispo Carrillo: o le daban su canonjía, o se negaba a salir de la cárcel. Por fin, murió Carrillo, y Cisneros salió de la cárcel. Nombran entonces Cardenal de España y Obispo de Sigüenza al Cardenal Mendoza, el cual propone a Cisneros el hacerse cobrador de las alcabalas y diezmos. Naturalmente, Cisneros llevaba para sí una parte de lo cobrado, y como consecuencia de su actuación estranguló las economías de los diocesanos de tal forma que fue la ruina de mucha gente. Basta con deciros que las rentas episcopales, mientras Cisneros se dedicó a cobrarlas, subieron a más de diez veces lo que eran antes. Dado que su humildad era inexistente, podéis imaginar cómo persiguió a la pobre gente que tenía que pagar las alcabalas y diezmos...

-¿Tan orgulloso era, señorita?

Los niños no se acostumbraban nunca a llamarla señora, a pesar de que llevaba quince años viuda. Para ellos la maestra era siempre «señorita».

Era Nick Navarro el que había hecho la pregunta; hijo del doctor Navarro, calificado por los demás como «empollón». La señora Hidalgo retuvo una sonrisa.

-Tanto, que cuando el Rey llegó a España con sus diecisiete años, se negó a recibirlo, y Cisneros, que entonces era Regente de Castilla, se encolerizó de tal manera que sufrió un derrame cerebral y murió de ello. De humildad, cero... La gente sólo se fija en que en Alcalá se hizo la Biblia Complutense, y no en estas cosas. También es responsable de la candidatura de Isabel contra su hermano, que es una de las cosas más oprobiosas de que se pueda hablar. Se inventó una incapacidad sexual que no existió, una hija adulterina que no era cierta... Lo cierto es que la Historia debe recoger la verdad y que, a veces, el orgullo nacional se exacerba sobre un personaje determinado y se crean leyendas que no corresponden a la realidad... Dime, Clemente, ¿qué pasa?

Clemente se había levantado, al fondo de la clase, y tenía la mano alzada. Los demás jovencitos le miraban como si hubieran estado esperando esto. Lentamente, Sara Jiménez, que según decían todos era la novia de Juan Clemente, se puso en pie y se colocó al lado del muchacho.

-Siento mucho interrumpirla, señorita -dijo el joven un poco intimidado-. Pero los demás chicos y chicas hemos hablado mucho, y queremos preguntarle otra cosa… Si no le importa...

«Lo veía venir» pensó la señora Hidalgo. «Estaba segura de que esto iba a suceder». Miró durante unos segundos a través de las ventanas de la escuela, viendo el cielo azul intenso y cegador, y el follaje de un verde claro del poco arbolado que se había permitido en las cercanías del edificio.

-Pregunta, Juan. Di lo que quieras. Después de todo -añadió la señora Hidalgo- hoy no es un día como los demás...

-Sí, señorita... Todos, ¿sabe usted?, todos queremos saber una cosa...

Las caras de los muchachos miraban seriamente a su compañero.

-¿Por qué tenemos que irnos, señorita?

Esto era. La pregunta fatal, la que esperaba hacía varios días, desde que las primeras noticias llegaron del Presente. La señora Hidalgo sabía perfectamente que en este momento el Guardabosque y casi todos los hombres útiles estaban patrullando en las cercanías de la Estación Transmisora (más conocida como «la Cúpula»), esperando que algo o alguien llegase por allí y tratase de hacerles cumplir las órdenes recibidas. Sin embargo, la anciana maestra tenía la seguridad de que todo ese despliegue de fuerzas iba a ser inútil.

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