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Por María J. Gutiérrez
Bajo las rocas antiguas se esconden todavía los secretos de los primeros soñadores...

-   No, no – me apresuré a tranquilizarla – lo que ocurre es que el lugar donde desapareció el muchacho es una zona del río conocida como el “Pozo de San Lázaro.”

- ¿Y por qué ese nombre?

-  Bueno, lo de pozo es porque hay, en efecto, una sima o pozo en el lugar donde se zambulló el chico. Pero no es muy profunda. Entre diez y veinte metros, según se dice. Justo al lado, en la orilla, se construyó, en los tiempos en que Aragón aún era un reino, con Jaime II en el poder, el Lazareto, un hospital para leprosos. De ahí le viene el nombre.

-         ¿Han registrado bien la sima?

-           Sí. Hay más de sesenta agentes trabajando en la búsqueda desde el instante mismo en que se nos informó de la desaparición de Paul. Si no conozco mal al sargento Galván, a estas horas no habrá una piedra en el río bajo la que sus hombres no hayan mirado.

Ante el gesto interrogante de los agentes, me apresuré a explicar:

-          Es una frase hecha, una expresión popular.

Fox Mulder callaba. Hubiera podido pensarse que meditaba, pero mi impresión personal en ese momento fue que el asunto no le importaba lo más mínimo y que en realidad era el aburrimiento quien prestaba aquella máscara de concentración a su rostro.

Río Ebro. Zona del siniestro. 08h 45´.

En la orilla, a pocos metros del lugar donde se zambullera el muchacho perdido, el sargento Galván paseaba de un lado a otro con el teléfono móvil en la mano. No hacía falta ser buen observador para comprender que se hallaba en un estado de hirviente nerviosismo. Recibió a los recién llegados con frialdad, casi malhumorado. No había novedades. Sus hombres habían explorado el pozo, rastreado el lecho del río, examinado más de un kilometro de ribera en busca de alguna pista, interrogado presuntos testigos, extraído los más diversos objetos de las caudalosas aguas, construido diques artificiales para cribar la posible presencia de un cuerpo humano, pero todo en vano. Ni siquiera habían conseguido rescatar el bañador o las gafas de buceo que llevaba el chico en el momento de su desaparición. “Como si se lo hubiese tragado la tierra” se oyó murmurar al sargento.

-          ¿Qué ha querido decir? - me preguntó Scully mientras el sargento se alejaba gritando órdenes a su pequeño teléfono.

-         Nada. Es una...

-          ...frase hecha, una expresión popular – terminó por mí el agente Mulder. En sus ojos había como un brillo nuevo, que no tenía nada que ver con el sarcasmo latente en sus palabras ni con el aparente hastío de unos minutos antes. Algo me dijo que su desconocimiento del castellano era tan ficticio como su aparente formalidad - ¿Qué es exactamente lo que no nos ha contado, cabo?

-          ¿Qué es lo que supone usted que debería haberles contado?

-          Su explicación en lo referente al nombre del lugar en que ocurrió todo me parece incompleta. Cuando un lugar es bautizado, cuando se le conoce coloquialmente con un nombre, siempre hay un motivo. El que usted argumentó es banal. Sé que está ocultando algo. Y me pregunto por qué. ¿Qué le asusta?

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