El cine en Zaragoza 03.

El cine en Zaragoza

EL CINE EN ZARAGOZA- 3

     El cine más clásico, entonces y hoy, es el "Cinema Elíseos", con decorados en mármol, maderas nobles, terciopelo y ricas telas, además de una gran araña sobre el patio de butacas. Su diseñador, Teodoro Ríos, colaboró en el diseño del "Salón Doré" treinta años atrás, y en las reformas del "Teatro Argensola" apenas unos años antes . Este cine pretende ser el lugar donde se proyecten grandes superproducciones, películas espectaculares que encuentren en los lujos de la sala el marco adecuado para su visionado. Nadie diría tanto viendo la película con que se inauguró a finales de 1944, Me casé con una bruja, del maestro francés René Clair, que ahora no puede verse sin sonrojo pero que sigue siendo infinitamente más aceptable que su cursi y ñoña adaptación norteamericana (Embrujada).


José Luis Borau

     Además de los cines principales, los que abren en pleno centro de la ciudad, empiezan también a abrirse salas de cine en los barrios periféricos, que irán proliferando durante décadas hasta que el movimiento se convierta en inverso y vayan desapareciendo poco a poco: "Delicias", abierto en 1945 tras haber sido cerrado el primer cine allí ubicado desde 1923, "Rialto", abierto en la avenida de San José en 1949 y que quedó reducido a sala de arte y ensayo antes de convertirse en sala X (primera sala zaragozana que proyectó El acorazado Potemkin, de Eisenstein, con la llegada de la democracia), "Norte", junto a la estación del mismo nombre, en la margen izquierda del Ebro, "Salamanca", "Torrero", "Venecia", junto al Canal Imperial, "Pax", en la Plaza del Pilar, "Roxy", en el barrio de Montemolín, junto al Matadero, "Dux", también en la avenida de San José, "Madrid" en la avenida del mismo nombre y reabierto tras el cierre del cine que existió allí desde 1924, "Palacios" en la calle León XIII.


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     Durante los cincuenta, mientras José Luis Borau realiza sus críticas cinematográficas para Heraldo de Aragón, el cine está inmerso en un decisivo proceso de cambio, y aunque las películas norteamericanas siguen siendo las más presentes en las carteleras zaragozanas empieza a notarse la influencia del neorrealismo italiano (sobre todo aguantan muchas semanas en cartel Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, y Alemania, año cero, de Roberto Rossellini) y de la nouvelle vague francesa. Es tanta la afluencia de público a las salas zaragozanas que existen incluso puestos de "reventa", donde se ofrecen las entradas para las películas más demandadas a un precio algo superior al de ventanilla, en un tiempo en que las entradas más caras cuestan diez pesetas en las salas de primer orden, el cine "Palafox" o el "Goya" (hubo un puesto en plena Plaza de España, y otro a la entrada de la calle de San Miguel).


Cine
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© texto 2007 Alfredo Moreno

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Versión 15.0- Septiembre 2007