Aragoneria > Revista de Aragón. Zaragoza.
Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de octubre de 2023 última revisión
Contenido completo de este número de la revista de Aragón en formato pdf.
Núm 2. Febrero l900. Revista de Aragón
PUBLÍCASE MENSUALMENTÉ, DIRIGIDA
D. Eduardo Ibarra y D. Julián Ribera
Catedráticos de la Universidad de Zaragoza,
REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
Calle de Alfonso I, núm. 10, 3.º, Zaragoza
EDUARDO IBARRA Y RODRÍGUEZ Catedratico de la Universidad
J. MONEVA Y PUYOL, Profesor de La Universidad de Zaragoza
Hablábase en estos últimos días, entre los hombres de ciencia, de la extraña aparición, en Zaragoza, de un médico extranjero del que se referían cosas estupendas. El misterio con que ha venido y la soledad y aislamiento en que vive son para chocar á todo el mundo: médico que no comunica con nadie, que no se anuncia, que no se da á conocer, ¿á quién, demontre, ha de curar?
La suerte nos ha deparado la ocasión para verle y hablarle, y se han desvanecido ya para nosotros las nieblas que hacían de su figura fenómeno maravilloso y extraordinario.
Es uno de esos tipos originales á quienes da la ocurrencia de ocuparse en extrañas investigaciones. Es médico, pero médico muy especial. Allí en su casa (la de una torre alquilada que trabaja por su cuenta) no se ven libros, ni aparatos, ni frascos, botellas ni retortas. El ajuar muy pobre: una cama, dos sillones y una mesa, llenos de papeles y periódicos, son los muebles que utiliza; un solo objeto llama la atención del visitante: un hermoso busto de bronce, en el cual, según nos dijo, fija el doctor la mirada cuando se abstrae en sus solitarias meditaciones. En el zócalo del busto hay una inscripción: SENTIDO COMUN.
Al exponerle el objeto de nuestra visita nos contestó, en bastante correcto castellano, aunque con cierto tonillo extranjero, que no deja adivinar su procedencia, lo siguiente:
He leído en periódicos ingleses que la sociedad española, á consecuencia de ininterrumpida serie de desgracias que ha sufrido, especialmente las últimas guerras, está tan flaca, tan llena de achaques, dolores y convulsiones, que puede considerarse como desesperada y moribunda. Estas noticias me han movido á venir á España para estudiar el caso patológico.
he recorrido distintas regiones, comenzando por Andalucía, y en ninguna parte he podido encontrar, en los individuos con quienes he tratado, sinceridad suficiente para fundar en datos ciertos mis estudios. He venido, por fin, á tierra de Aragón, porque he sabido que es la de la pura ingenuidad y de la pura franqueza. Voy, no obstante, desesperando de llegar a conocer á fondo lo que busco; á todos los ciudadanos, á quienes he preguntado, uno á uno, acerca de si recuerdan ellos haber caído en falta por incumplimiento de sus deberes para con la patria, todos suelen contestarme de la misma manera; «yo no; yo soy ejemplo de buenos ciudadanos; ¡ah! ¡si todos fueran como yo, tan escrupulosos, tan cumplidores, de otro modo andaría España ! No sólo cumplo mis deberes, sino que me excedo: soy tan desprendido y generoso que tengo multitud de medicinas para curar en un santiamén los males dé la patria, por crónicos y graves que sean».
De todas las consultas he venido á deducir que muchísimos españoles se dedican á la profesión de médicos y boticarios de su patria. ¿Y cómo es posible que habiendo un solo enfermo, esa patria, tenga la profesión estímulos para hacerse tan extendida y general? Aquí sucede al revés de lo que pasa en otras partes: en el resto del mundo, un médico sirve á muchos enfermos; aquí muchos médicos se pasan con un solo enfermo. Esto me ha hecho sospechar si los achaques tendrán por origen la misma farmacopea. ¿No ha ocurrido muchas veces que las propias medicinas fueran causa de enfermedad?
En estas dudas me hallaba, cuando he observado algunos casos, en esta clínica ambulante que por mis aficiones he querido establecer.
I
No hace muchos días entré en un comercio, á comprar un traje, y encontréme al jefe del establecimiento sentado junto al mostrador. Aquel hombre peroraba cual si fuese un abogado, usaba de términos abstractos como un aprendiz de metafísica: nosotros, decía en voz alta, «hemos enarbolado la bandera de la moralidad pública, de la justicia, del trabajo y de la instrucción; queremos despertar á esta nación dormida, y acabar con los despilfarros de los gobiernos; es preciso que se reduzcan los gastos y se reorganice todo en dos ó tres semanas; y si para conseguirlo es menester llegar al último extremo, pues cerraremos las puertas».
Pendiente aun la perorata, entró en la tienda un sujeto pidiendo con mucha cortesía y urbanidad que le dejaran inspeccionar los libros y papeles de la casa. El comerciante al principio se inmutó, pero, al trabar conversación seguida con aquel individuo, se fué poco á poco serenando, hasta que por fin, al deslizarse entre las manos de los dos unos papeles, como billetes de banco, que no sé donde fueron á parar, la conversación se hizo más animada y alegre; y se despidieron muy campechanos, giñandose el ojo, como dos antiguos camaradas.
Después murmuróse que aquel sujeto que había estado en la tienda era... no me acuerdo que dijeron; no quisiera equivocarme, pero me parece que dijeron que era uno de hacienda ó del timbre, ó cosa así; no lo recuerdo bien: solo sé de cierto que era un servidor ó enfermero de la patria moribunda.
Luego, meditando aquí en mi soledades, se iluminó mi espíritu, y dije para mis adentros;
Este comerciante, que también es médico social, en vez de propinar á la patria enferma caldos muy sustanciosos y nutritivos, y de vigilar después escrupulosamente á los enfermeros, para que no los mal empleen o se los beban, receta con mucho aparato y campanudamente unos vahos sutiles, tenues y vaporosos de buenas palabras, doctrinas é intenciones: ingredientes fluidos, que no sólo no alimentan, sino que producen en muchas ocasiones molestos é incómodos Hatos.
¿Cómo no ha de estar flaca y nerviosa la pobrecita enferma!
II
El otro día lei, en un periódico de Zaragoza, una carta en la que se decía que el pueblo de Graus se halla profundamente consternado, porque una peña, bajo la cual se han construido algunas casas, está en peligro de derrumbarse y, por consecuencia, de aplastar á las personas que las habitan. El día que esto ocurra será de espanto y luto en aquella población.
Y preguntábase: ¿de quién sería la responsabilidad de la catástrofe el día que por desgracia sucediera?
Se dice que el alcalde y ayuntamiento del pueblo no deben tener la culpa, porque ellos se han apresurado á comunicar al gobernador civil la infausta nueva.
Aquel vecindario tampoco es culpable, porque, según se declara, hace algún tiempo que se dedica á obsequiar, aclamar y votar á personalidades políticas, para que interpongan su valiosa influencia cerca de los gobiernos, á fin de conseguir de éstos un auxilio, para evitar con él muchas lágrimas á sus vecinos.
A la peña, no habrá que castigarla, porque, si está allí, es porque la puso Dios, hace millones de años.
¿Quién tendrá pue s la culpa?
¡Ah! la culpa, en último término, la pagará esa infeliz patria moribunda, porque no se enteró á tiempo de la ocurrencia que habían tenido unos cuantos señores de Graus de edificar sus propias casas debajo de esa peña, que resulta ahora apoyada en tierra cretosa susceptible de inmediata descomposición.
Y digo que sucederá así, porque he sabido que los enfermeros de la patria, no hace muchos años, hicieron pagar á ésta una hermosa carretera, para librar de otra peña semejante, á los vecinos de otro pueblo (del Bajo Aragón) que también tuvieron el capricho de construir sus viviendas en las mismas condiciones.
¿Cómo no ha de estar roñosa y pobre la patria si, al fin, es el caballo blanco que tiene que cargar con todas las malas consecuencias de la imprevisión más tonta de sus ciudadanos y del abandono y poco escrúpulo de los enfermeros?
III
No hace mucho, la iniciativa particular proporcionó, á un pueblo de Navarra, una escuela gratuita para instruir á los muchachos. El municipio creyóse en el caso de pedir al ministro de Fomento, que consintiera en suprimir la escuela oficial, por innecesaria. El ministro de Fomento, ese alto enfermero de la patria moribunda y pobre, no consintió que se librara á ésta de esa atención y cuidado; y en vez de agradecer tamaño favor, negóse rotundamente á la demanda . No sé si este señor ministro castigará el atrevimiento de ese pueblo, de proporcionarse particularmente la instrucción, mandándole á uno de esos maestros públicos á quienes la Audienci de Pamplon a ha condenado, por reincidentes, á nueve años de presidio, por abusos deshonestos cometidos con las niñas de la escuela. Tal vez no llegue á tanto su rigor.
Sí puede afirmarse que si la nación está delicadísima, es tambien porque los enfermeros espantan á toda alma buena, que tenga el buen intento de aliviarla. A esos enfermeros se les da cuatro pitos de la salud de la moribunda.
¿Y no da lástima ver que, mientras se oyen en la alcoba la fatigosa respiración y los estertores de la enferma, practicantes, familia y allegados se ríen en la antesala, tragándose los calaos sustanciosos, única esperanza de vigor, salud y lozanía?
Las palabras del doctor Brayer, á la verdad, me escocieron. Sin embargo, la tristeza de su sátira me hacía vislumbrar el cariño que sentía por la anferma.
Agradecíle el recibimiento cortes que me hizo, y prometí visitarle de nuevo.
J. DE Ríos.
Base principal y casi única de muchas industrias es la fermentación. El zumo de la uva obtenido por presión, y quizá de una manera rutinaria, experimenta bien pronto modificaciones profundas: un líquido denso, viscoso, dulce y nada alcohólico, se transforma bien pronto en otro menos denso, que ya no es dulce ni viscoso, y que posee sabor alcohólico por encontrarse en él cantidades apreciables de este cuerpo.
Y esto, por lo que hace al resultado final del fenómeno, sin mirar para nada las diversas etapas porque atraviesa. El aumento de temperatura, una ebullición aparente con desprendimiento gaseoso, la producción del alcohol allí donde no existía, la desaparición del azúcar que puede llegar á ser completa, son hechos que parecen acusar la existencia de la vida, y sin embargo, la muerte por otra parte parece cernerse sobre él; los gases desprendidos son mortíferos, asfixiantes, apagan los cuerpos en ignición, una bujía no puede permanecer encendida en su seno, los animales y el hombre mismo perecearían, si respirasen por mucho tiempo semejante atmósfera. ¿Qué es esto.? ¿cómo explicarlo?
Si mediante una pipeta de punta afilada tomamos una gota tan sólo de este líquido y la colocamos sobre el portaobjetos del microscopio, examinándola con un aumento conveniente, veremos una porción de corpúsculos redondeados, verdaderas células vivas, que, por tanto, se reproducen; allí reside la vida, y por su actividad se verifican esas transformaciones profundas, que á nosotros no nos es dado realizar.
Esas células vivas, redondeadas, microscópicas como todas ellas, que gozan de cuantas propiedades corresponden á un ser vivo, constituyen por su reunión la levadura (palabra derivada de levare, verbo latino cuya significación es bien conocida), levadura que fué observada por Cagniard Latour y estudiada por Pasteur.
Estos seres vivos son la causa de la fermentación (de fervere, hervir) que, en el caso considerado del mosto para la producción del vino, queda en su forma más sencilla, reducida al desdoblamiento de la glucosa ó azúcar de uva en alcohol y ácido carbónico C6H10O12 = 5 COH + CO2
A obtener esta levadura, cultivarla y dirigir su acción es á donde debe tender todo estudio sobre fermentaciones, para poder de este modo sacar todo el partido posible; tanto más, cuanto que, por lo que hace á las diversas levaduras, actuando sobre mostos azucarados, pueden por su naturaleza específica determinar la marcha de la fermentación en cierto sentido, modificando la naturaleza de los productos obtenidos y aun la del bouqutt ó aroma especial que resulta característico para cada especie de levadura. Admitida la teoría pasteuriana, reconocida la gran importancia de los estudios microbiológicos, y con el convencimiento de que, una vez aislado el ser que mediante su actividad transforma el azúcar en alcohol (es decir, hace fermentar el mosto para convertirle en vino), podrían fácilmente variarse las condiciones de su producción, no faltaron hombres que dirigieran sus aficiones hacia esta nueva rama de la ciencia que tan ancho campo les ofrecía. NOS ha cabido á nosotros, los aragoneses, la honra de que, quien en España aniciara estos estudios, fuera el inolvidable maestro de esta universidad, ilustre decano que fue de esta facultad de ciencias, el malogrado Dr. D. Bruno Solano Torres. Este maestro, desde el año 1885, trabajaba en estos asuntos con el actual director del Instituto de Fermentaciones, el ingeniero don Eduardo Palomar; y continuó de este modo hasta 1893 en que, colaborando con ellos el actual jefe del laboratorio, Dr. D. Antonio de Gregorio, se funda esta institución, que hace ya tiempo teníamos entre nosotros, aunque no se ha manifestado hasta hace pocos días: hasta que ha podido presentar en condiciones prácticas lo que tantos desvelos costó al inolvidable Dr. Solano, y con loable empeño han continuado los que fueron sus dignos compañeros. Y este es el Instituto de Fermentaciones de Zaragoza. Su objeto en bien pocas palabras se concreta: estudiar técnicamente las industrias de la fermentación; pero, sin embargo, si hubiéramos de relatar sus trabajos, necesitaríamos páginas y aun capítulos enteros.
Los vinos, el pan, el vinagre, las sidras, la cerveza, etc., son campo abonado de experimentación y estudio; sobre estos asuntos propónese trabajar el Instituto; pero hasta el presente se ha ocupado casi sólo en vinos y sidras.
En este punto, y partiendo de la corrección de los mostos, se han obtenido resultados verdaderamente asombrosos, y que nos extrañarían realmente, si no supiéramos lo que anteriormente dejamos anotado.
El estudio práctico de las diversas variedades naturales de vinos, la obtención de los microorganismos que las producen, su cultivo, aislamiento y purificación, con más su catalogación, así como el de los que originan las diversas enfermedades á que los vinos pueden encontrarse sometidos, han ocupado durante bastante tiempo la atención del personal facultativo del Instituto; pero donde más se ve la importancia del asunto y la bondad del método adoptado, es en la aplicación práctica de estos elementos á lo que ya podemos llamar ensayo industrial, puesto que los trabajos últimamente practicados, versando sobre 100 hectolitros de vino, hacen que no puedan ya considerarse como simples experiencias de laboratorio.
Dirigiendo la fermentación, bien por la naturaleza del fermento ó levadura que le produzca, como hemos dicho, bien por las condiciones en que la operación se verifique, ó por la composición especial de las sustancias fermentescibles, es como pueden obtenerse estos resultados.
Una misma uva que produce vinos de muy diversas clases, vinos iguales producidos por uvas muy diversas, algunas de ellas en malas condiciones quizá, la coloración y trasparencia especiales que tan buen éxito les auguran, nos prueban, una vez más, que este es el verdadero camino que debe seguirse y la única manera de sacar provechoso partido del inagotable manantial de riqueza que nuestro suelo encierra, bien en lo que á los asuntos vitivinícolas se refiere, bien por lo que respecta á otros que sucesivamente ocuparán la atención del Instituto.
Al terminar nuestro trabajo sobre el Instituto de Fermentaciones de Zaragoza (que bueno será de paso hacer constar está sostenido única y exclusivamente por la iniciativa particular sin apoyo oficial de ninguna clase no puedo menos de felicitar á los jefes de este establecimiento, que es el primero de España y felicitarme yo. Felicitar á ellos por los éxitos obtenidos, animándoles en su empresa; y felicitarme yo, porque soy aragonés y me cabe la honra de que Zaragoza sea la que ha dado la voz de alerta, demostrando que aun hay alientos, y personas que se preocupan por el adelanto intelectual y material de nuestra patria.
—MARIANO SESE.
Los cuentos deben ser graciosos y, aun mejor, deben hacer gracia, que más vale caer en gracia que ser gracioso; pero á los cuentos les sucede lo que a las personas, no son monedas de cinco duros que gustan á todos. Y ¿quién, persona ó cuento, va á tenerse por gracioso per se? Entre lo que se cuenta, quien lo cuenta y aquel á quien se le cuenta se establece cierta relación, de tan poca valía en ocasiones, que mejor hubiera sido no haberla intentado, y, en cambio otras veces, origina un suave y saludable placer en el auditorio y hasta hace desternillarse de risa á gente s sencillas y candorosas.
Los cuentos son para contarlos de viva voz mas que para escritos. Entra por mucho la mímica en la narración y se ahorran así aclaraciones que, á poquito que se prodiguen, se hacen inaguantables en los cuentos escritos.
Y, sobre todo, cuéntense de palabra ó por escrito, han de venir á cuento: de otra manera maldita la gracia que hacen, como no esté compuesto el auditorio de personillas tan inocentes y que tengan tan abundante el caudal de su risa, que con poco motivo se les salga por la boca á borbotones y por los ojos en forma de lágrimas y hasta por otra parte en ricura de cerveza, i A tanto llegan algunos individuos, ó individuas, de puro fáciles á la sugestión y de puro flojos en materia de muelles!
Y ¿á cuento de qué, contar cuentos en esta Revista? Esto sí que ya no tiene una explicación suficientemente satisfactoria, al menos á mi alcance no está: por variar, tal vez, ya que en la variación está el gusto; para que, por contraste, resalte más la importancia de los asuntos serios de la Revista; para que los manjares que la Revista presenta como pasto á sus lectores no sean todos fuertes y demasiado nutritivos;.... en fin, no sé, doctores tiene la Iglesia que lo explicarían si fuera necesario; yo sólo sé que un doctor me ha dicho «vengan cuentos» y, como hijo de obediencia, he contestado «cuentos van».
Una confesión sí que necesito hacer antes de que nadie me la pida: los cuentos que voy á contar no son míos, son de Juan, de Pedro, de Diego, de todo el mundo, andan por ahí de boca en boca, los he oído contar á viejas, á curas, á maestros,... . y yo no pongo en ellos mis manos pecadoras más que para ponerlos por escrito, echándolos á perder seguramente, por no acertar á contarlos con la sinceridad y sencillez con que los cuentan de palabra. Y no es que me proponga pulirlos, no, que mi deseo se reduce á que no pierdan el sabor popular, hasta infantil, que todos tienen.
Y, ya, otra confesión: en no pocas ocasiones se oyen contar algunos cuentos, aun á personas timoratas y de grandes escrúpulos, que más vale que no se queden en la memoria y, que se les olviden del todo á quienes los han contado alguna vez. De esos cuentos no hago yo caso: los que yo cuente los puede oir cualquiera y los puede leer la persona más grave; realmente son infantiles todos ellos, no porque se refieran á asuntos de niños, sino por lo candorosos que son. Aunque no diré que no haya quien quiera dejarme por embustero, afirmando que en algunos cuentos encuentra malicia; pero al tal le aseguro yo que será un tuno de siete suelas que, por estar saturado de ese aroma, encontrará malicios o cuanto leyere. Así como el que mira por vidrios azules, azul lo ve todo, y si verdes, verde, y si rojo, rojo, etc., etc., quien mira por vidrios de malicia, malicios o ve todo, sin remedio. Esos serán seres despreciables ó dignos de lástima, pero no son el vulgo, ni así es el vulgo. Y yo á la gente sencilla y á las cosas sencillas me aficiono. Nada y si no que me rechacen este cuentecillo que rompe el fuego y va de muestra: El de qué bien vendria esto pa con aquello.
Un viejecito y una viejecita eran muy aficionados á beber vino y bebían tanto que llegaron á conocer que les perjudicaba y en cuanto lo conocieron empezaron á pensar en la enmienda. Trataron de dejar ese vicio poco á poco y nunca podían; al contrario, aun bebían más cada vez, y todo se les volvía decir: no, pues desde mañana,.. . no, pues desde el lunes,.. . no, pues desde el mes que viene,.. . no, pues desde que empiecen los calores,...; pero ¡ca! ¡ni por esas!, llegaba mañana y llegaba el lunes y llegaba el primero de mes y llegaban los calores y no podían cumplir la palabra y cada vez lo bebían con más gusto; hasta que por fin dijo la viejecita: ¡bah, bah! ¡aquí hay que cortar por lo sano! no esperemos á que vengan los calores, ni al mes que viene, ni al lunes, ni á mañana; ahora mismo vamos á hacer voto de no probar el vino en todo lo que nos queda de vida: ¿te atreves? —Sí.—¡Pues ya no se bebe más semejante porquería! Y coge una botella bien llenita que tenía por allí para comer y ¡zas! la arroja valerosamente por la ventana.
Entonces se quitaron los viejecitos un gran peso de encima y se quedaron tan satisfechos por la heroicidad de la determinación que habían tomado y por el grande acierto con que la viejecita había arrojado por la ventana la gran botella con el diablillo dentro. Y decía la viejecita: ¿y aun dicen que hay borrachos en el mundo? ¿y que no pueden dejar de beber? ¡ya les daría yo, ya! Nosotros nunca hemos sido borrachos, pero más afición que teníamos nosotros al vino ¿quién la tiene? y ¡á ver! en cuanto hemos querido ¿no hemos dejao ya el vicio para siempre? Y decía el viejecito: ahora sólo falta que nos pruebe: bien hemos hecho de dejarlo, pero ¿y si no nos prueba? Mira que ha habido hombres, que han sabido mucho, que han dicho que el vino es la leche de los viejos y ya sabes que el Evangelio dice que el vino es la sangre de Nuestro Señor —¡Bah, bah! ¿ya empiezas á engatusarme? Pues, mira, si quieres beber, bebes, que lo que es yo no bebo: si los sabios que tú dices han dicho que el vino es la leche de los viejos, no han dicho que sea pa las viejas (ni tampoco he llegao yo á este caso); y eso que dices del Evangelio es que Jesucristo les dijo á sus discípulos tomad y bebed, ésta es mi sangre» pero no se lo dijo a sus discípulas. De manera que nada de eso reza conmigo. —Bueno, mujer, bueno, te acompañaré en tus privaciones y aunque, me den vino de decir misa no rompo el voto.
Estaban los viejecitos tan contentos, echando pestes contra el vino y contra los empedernidos bebedores, cuando llegó la hora de comer. Empiezan á comer y ¡nada! ni nombraban el vino ¡como si fuera pecado mortal pronunciar su nombre!; iban comiendo y no se atrevían á probar el agua, pero tampoco nombraban el vino; y, conociendo la viejecita que su marido no tendría otra cosa en la imaginación, dijo: ¿vamos á no nombrarlo siquiera?
—¡Vamos!—Y siguieron comiendo.
Pero precisamente aquel día tenían un pollito de principio y la viejecita lo sacó á la mesa tan hermoso, tan doradito, tan oloroso, tan bien condimentado y tan apetitoso, que estaba diciendo: comedme. Lo patió por medio, empujó una mitad hacia el lado de su viejecito, se acercó la otra mitad hacia su lado, y, antes de probarlo, ya se chuparon los dedos de gusto. Parte la vieja la patita y se la ofrece al viejo cariñosamente; el viejecito la comía y se relamía; la viejecita se comió su media pechuguita y hacía lo propio; los dos miraban al agua alguna vez, pero no pasaban de ahí, el viejecito miro por fin á la viejecita, y á la vez miró la viejecita al viejecito, y, sin duda entendieron tan claramente la significación de aquellas miradas, que ella dijo: ¡Qué bien vendría esto pa con aquello! Y él: Casi podías ir á por un cuartillico. Y ella: ¡Voy corriendico!
El ciego y la educación de la inteligencia
Si no hubiéramos conocido á ningún ciego, juzgaríamos muy difícil el que pudiera marchar solo por la calle sin que á cada momento diera con las narices en la pared. Sin embargo no es así. Hay muchos ciegos que andan con más seguridad que los que tienen vista, y se dedican á oficios para los cuales es muy importante tener los ojos bien abiertos, como son el vender decimos de la lotería, repartir periódicos, sabiendo el número y clase de los que llevan en la mano, y distinguiendo perfectamente las monedas de plata de las de cobre, si son buenas ó falsas, etc., etc.
No es preciso poner en prensa el ingenio para adivinar en qué estriba esa facilidad de los ciegos para moverse, guardando el cuerpo de todo obstáculo que pudiera lastimarles. La atención á lo que están haciendo, mantenida por la desconfianza que tienen de sí mismos, es la que produce todas esas maravillas. Esa desconfianza les hace ser muy previsores. Si tropiezan con algún transeúnte, no será por distracción suya: habrán tenido la advertencia de toser y golpear con el bastón para que el otro se enterara. Cuando hallan alguna irregularidad en el piso, antes de echar el cuerpo sobre el pie que avanza, procuran enterarse poco á poco de la resistencia que ofrece, y en ocasiones no les parece bastante seguro este procedimiento y se valen del bastón. Cuanto más desconocido es el terreno que pisan, más lenta y embarazosa es su marcha.
Todo ciego es un tratado de lógica andando. Si en nuestra marcha por el terreno de las ideas no imitamos la conducta del ciego, jamás llegaremos á ser buenos pensadores.
No somos tan perspicaces que la simple mirada intelectual sea suficiente para interpretar un hecho, resolver un asunto ó averiguar lo que nos interese. Nuestra situación ordinaria es la del ciego: todo se nos presenta como incógnitas á despejar. No otra cosa significa aquel axioma de la Escuela, «el entendimiento es como una tabla rasa, en la cual no hay nada escrito.»
Por esto me ha parecido muy oportuno servirme de ese ejemplo, como de introducción á la serie de precauciones que debemos tomar para juzgar con acierto sobre una cuestión de cualquier índole que sea.
Desde luego reconozco que resolver este asunto es, ó debiera ser, el objeto de toda la lógica, y sería empresa descabellada el intentar exponerlo en un artículo. Este vendría á ser en tal caso un geroglífico comprimido é indescifrable. Además, el solo estudio de la lógica no hace buenos pensadores,
como el estudio de la moral no hace hombres honrados. Sería un encanto el que la honradez y la rectitud de juicio se adquirieran á tan bajo precio.
Porque bien poco significa el aprender dos libros de tan exiguas dimensiones, como son de ordinario el catecismo y la lógica.
El bachiller que tiene aprendidas las leyes de la lógica sería capaz de acometer por su cuenta y riesgo cualquier cuestión, en la seguridad de que no habían de ser extraviados sus juicios. Digo extraviados, porque al pensador no se le puede exigir que resuelva todas las cuestiones, pero sí el no juzgar sin motivo suficiente. El error no siempre es una falta de prudencia intelectual.br />
Cuando estudié fisiología é higiene aprendí bastante bien los movimientos musculares que deben hacerse para nadar. Algún tiempo después entraba en el mar con alguna esperanza de que sabría hacerlo. Cuantas veces lo intenté, otras tantas me vine á fondo. Sólo á puro de repetir la experiencia, pude conseguir flotar en el agua.
Todo esto indica que para ser buen pensador no es tan indispensable el saber muchas leyes de lógica, como el tener la fuerza de voluntad necesaria y la conveniente disciplina ó educación de la inteligencia, para cumplir todas las que se conozcan, sean muchas ó pocas.
Quizá alguien considere lo que acabo de decir como un alegato contra la utilidad de la lógica. Para evitar erróneas interpretaciones voy á aclarar mi pensamiento.
La lógica, como toda ciencia práctica ofrece dos aspectos que conviene distinguir: 1.º nos proporciona las leyes del razonamiento y su explicación científica. 2.º debe enseñarnos á poner en práctica esas leyes, y á evitar el que nuestros juicios se salgan de esa norma, inflexible como los teoremas de la matemática. Estos dos aspectos se completan como el pensamiento y la palabra. Sin pensamiento no es posible la palabra, pero sin ésta, aquél resulta muy difícil: sin leyes adquiridas por la enseñanza ó por esfuerzo propio de la razón, no es posible la marcha discursiva y ordenada de la inteligencia; pero leyes sin aptitud y ánimo de cumplirlas son completament e inútiles. El primero de estos dos fines se consigue mediante la instrucción ó explicación, ya oral ya escrita: para el segundo hace falta la educación, esto es, la aplicación constante y bien dirigida de aquellas leyes á cada caso en particular. Aquél representa la teoría; éste la práctica; pero como Raimes: «yo quisiera un poco menos de ciencia y un poco más de práctica». Por lo cual me limitaré á consideraciones de educación lógica, con preferencia á la instrucción lógica. Supongamos un capitán que se ocupa en enseñar á los quintos las distintas evoluciones y movimientos que debe saber el soldado. Para que aquéllos las aprendan no es bastante que les diga de palabra cómo deben moverse, si de frente, ó por el lado, con la mano derecha en la culata y la izquierda en la boca del fusil, etc.; ni tampoco es suficiente que le vean hacer todas esas cosas: es preciso que los quintos repitan muchas veces la misma operación, y sólo así, aprenden á marchar y moverse con ese ritmo y esa uniformidad que tanto nos deleita.
De mismo modo que si el capitán se limitara á la sola explicación, ésta daría de sí muy pequeños resultados, así también si nos contentamos con el solo estudio de la lógica, no llegaremos á ser buenos pensadores. Sabremos las leyes de memoria, pero nos faltará el hábito de aplicarlas en todos los casos, y como propendemos siempre por lo más fácil y lo que exige menos es fuerzo de atención, nuestros juicios serán casi siempre otras tantas infracciones del código intelectual. En esta situación, en vez de adquirir la costumbre
de juzgar con lentitud y precauciones del ciego que anda por terreno desconocido, juzgaremos á tontas y á locas, estrellándonos á cada paso en los precipicios del error.
Pero la educación de la inteligencia tiene un carácter especial, por la índole de las faltas que contra la lógica se cometen.
El dibujante que empieza á manejar el lápiz, conoce perfectamente que su obra está mal hecha, porque tiene el modelo delante. El tallista que aprende á grabar con el cincel la imagen en la madera, con virtiéndola en un lienzo de pintura, puede apreciar a simple vista los defectos de su obra, aunque no tenga todavía la habilidad suficiente para corregirlos. Otro tanto ocurre con las demás artes mecánicas.
Las faltas en el arte de pensar bien son inconscientes, no advertidas; porque el que las comete á sabiendas, no debe contarse en la categoría de los que se equivocan, sino de los que mienten, y la lógica no se ha escrito para evitar las mentiras, sino las equivocaciones.
El artista y el mecánico trabajan para el público, y en él hallan un juez cuyo gusto no se doblega fácilmente, y que se encarga de advertirle las faltas, y de este modo se vá educando.
Mas los vicios de lógica, en la inmensa mayoría de los casos, no trascienden sino á un grupo reducido de personas, las cuales, padeciendo de la misma ilusión, no pueden servir de correctores. Se discute, por ejemplo, en una familia, un pleito que va á entablarse con otra familia: toma la palabra el más decidor y el que más se deja dominar por el interés; y en un ochenta por ciento de casos de esta índole, no encontraréis quien critique los argumentos del que lleva la voz cantante, ni quien examine la cuestión á la sola luz de la justicia. Una discusión en estas circunstancias, lejos de servir para la educación lógica, contribuye poderosamente al extravío de la inteligencia. Avivada la pasión con los argumentos capciosos que se presentaron unos á otros y que todos aplaudieron, los consejos imparciales del amigo y las cuchufletas imprudentes de los demás, no servirán sino para confirmarse en su error.
En la vida, situaciones análogas á la que acabo de presentar son muy abundantes; siendo muy pocas las cuestiones que nos sean indiferentes y de las cuales nos ocupemos. De este influjo de la pasión en el juicio ha nacido ese proverbio: «nadie puede ser juez y parte» que debiera avergonzar á la razón humana; porque indica que para resolver con acierto las cosas, que más nos interesan, hemos de llamar al vecino.
El que no consigue superar las exigencias del arte ó de la industria, puede retirarse y evitar así nuevas caídas, pero nunca puede renunciar al empleo de su razón. Forzosamente ha de ser pensador bueno, ó malo. Por esto la educación artística ó industrial es de elección libre; pero nadie debe omitir la educación de la inteligencia ó el arte de pensar bien.
Las consideraciones que preceden acerca de la educación de la inteligencia, indican ya, los medios que deben emplearse para conseguirla. El fin á que principalmente debe aspirar el educador de una facultad como la inteligencia, consiste en corregir los defectos que pueda cometer en el ejercicio de sus funciones.
Ahora bien, las faltas cometidas en el ejercicio de la inteligencia, son inconscientes; no las advertimos en muchas ocasiones, por falta de modelo al cual pudiéramos acudir para rectificar nuestros juicios, y por no tener á nuestro lado un fiscal que las denuncie en el momento mismo en que nuestra razón empieza á extraviarse.
Para conseguir, pues, la corrección de dichas faltas, trataré de apuntar las más frecuentes y de mayor trascendencia. Esta enumeración de los vicios de la inteligencia irá acompañada del caso práctico, del ejemplo; porque éste arraiga con más fuerza en el espíritu, y la memoria y la imaginación lo conservan y
dáramos recordar res irreflexivos que tienen la lógica y no en la cabeza, que es su natural asiento.
DR. GRAFILINKS.
A manera de prólogo
Es indudable que, á fines del siglo XVIII, España quedó rezagada en el camino de la civilización y la cultura que Europa entera seguía aceleradamente, impulsada por los adelantos científicos que por entonces se iniciaron, y por la renovación que en todas las esferas de la actividad humana comenzaba á dejarse sentir, imponiendo nuevas orientaciones y señalando otros rumbos á la vida de las sociedades y al desarrollo de los pueblos.
Nuestra patria se quedó atrás, no sabemos si por cansancio ó por pereza; rompió con su pasado y no se preocupó del porvenir, y allí donde hizo alto, ha permanecido postrada infinidad de años, sin que utilizase de sus honrosas tradiciones lo que no hubiera dejado inservible la acción destructora del tiempo, y sin que el rumor de laboriosa y fecunda colmena, que del extranjero llegaba á sus oídos, sacudiera sus nervios, distendiese sus musculos, hiciera germinar en su cerebro ideas de trabajo y de previsión y encendiese en su corazón el fuego sagrado de los sentimientos de humanitarismo y solidaridad social que han fortalecido y dignificado á todas las demás naciones del antiguo continente. Hoy se habla de europeizar á España, sin que semejante proposición nos sonroje; hoy se mete en docena con las soluciones encaminadas á reconstituir nuestro país la de una intervención extraña, y nadie se indigna, ni nadie protesta; hoy se busca un cambio radical de nuestras costumbres y de nuestra desdichada manera de ser, pero con los ojos puestos en lo de fuera de nuestro hogar El mal existe: son esas las mejores señales de que nos corroe y aniquila. Pero en lo que quizás erramos es en la tendencia demasiado exagerada, á huir de nosotros mismos, reacción natural, despues de todo, contra el alejamiento suicida de la vida moderna, en que hemos vivido cerca de un siglo enervándonos y consumiéndoncs en luchas intestinas tan vergonzosas como estériles.
Mucho nos conviene salir del aislamiento, pero no es menos necesario hacer vida interior mejor dirigida que la que hemos llevado hasta ahora. Dejen de ser los Pirineos infranqueable muralla de la China, pero busquemos también un Kempis para la existencia interna del pueblo español. Vengan fórmulas, pensamientos y reflexiones, tan sabias como las del venerable autor de la Imitación de Cristo, para que España halle consuelos en su propio recinto, en el que tantos tesoros á inagotables bienes esperan inteligencias despiertas y corazones honrados que los alumbren, descubran y utilicen.
Nuestra historia por hacer, nuestra filosofía abandonada, nuestra literatura en decadencia, nuestras artes sin ambiente, nuestra industria en mantillas, nuestra agricultura rutinaria y oprimida, nuestras minas sin explotar, nuestro comercio sin mercados perecen de tedio en un limbo al que, de continuar así, habrá que ponerle por lema la desconsoladora inscripción que el Dante vio esculpida en la puerta del infierno, pues en ese limbo perderán la esperanza de toda redención. Como los Santos Padres, como los justos necesitan de una mano que eleve á todas aquellas manifestaciones del trabajo á regiones más puras, más favorables para su prosperidad y florecimiento. En el limitado campo de mi experiencia, he podido convencerme de que España cortó violentamente el hilo de su marcha progresiva, y de que hoy no debe atender tanto á imitar ciegamente lo extranjero, como á anudar su porvenir con su pasado.
No es mal anudador don Joaquín Costa, quien en su Colectivismo Agrario pone de manifiesto que muchas de las novedades sociológicas que hoy se registran fuera de nuestra patria, son antiguas prácticas nuestras, olvidadas y desatendidas por las clases directoras del país.
Recientemente he querido estudiar con detenimiento una institución aragonesa, de la que había oído hablar con encomio, pero á la lijera, institución extinguida porque sí, abandonada sin razón, y al contrastarla con las flamantes instituciones extranjeras del día, análogas á la que aludo, he notado que no hacía falta copiar lo ajeno, sino anudar lo propio.
Se trata del Padre de Huérfanos, majestratura aragonesa destinada á combatir la mendicidad y la vagancia, dos llagas y dos preocupaciones de las naciones más cultas y civilizadas, y dirigida á obtener la corrección de la juventud viciosa y desvalida, anhelo ferviente de los Estados que mejor interpretan el instinto de conservación de las colectividades.
En sucesivos artículos me propongo demostrar que el Padre de Huérfanos, á no haber desaparecido súbitamente á mediados del siglo XVIII, pudiera haber resistido en la actualidad, sin desventaja, un examen comparativo con las fundaciones y magistraturas de la misma índole que actualmente existen en Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Su desenvolvimiento hasta el día en que se extinguió, inclina á opinar de ese modo. No era una institución arcaica; se adaptaba por el contrario á las necesidades y exigencias de las diversas épocas porque atravesó. Por eso no puede decirse de ella que muriera; más, justo sería decir que quedó suspendido, cortada bruscamente.
Anudemos.
Anudemos recordando lo que Pereda dijo en Peñas arriba y que ahora resulta de una innegable y trascendental actualidad: Hay quien halla la mina cavando en un rincón de su huerto, y hay quien no da con ella revolviendo la tierra de media cristiandad.
Bueño será correr tierras para aprender mucho de lo que no sabemos y traer mucho de lo que nos falta; pero no dejemos por Dios de cavar nuestro huerto.
FRANCISCO AGUADO ARNAL.
Desígnase en nuestros días con este nombre, al conjunto de trabajos extraoficiales que profesores y alumnos llevan á efecto para extender, fuera del recinto de la universidad, la influencia moral é intelectual de ésta, en diversos órdenes de la vida.
Los profesores de la universidad de Zaragoza, aunque sin acordarse de la palabra que la moda ha impuesto, hace muchos años que la tienen establecida, díganlo , sino, las conferencias que se dan de un modo regular todos los años en el edificio de la facultad de medicina, en el ateneo, y en distintas sociedades como la de San Luis Gonzaga, la calasancia, etc., donde suele ocurrir que son profesores de la universidad los que dirigen los trabajos ó presiden las secciones.
El Sr. Moneva, en su último discurso pronunciado en la jurídico-literaria, ha querido iniciar algunas nuevas direcciones, movido por el anhelo de ser útil á la universidad, á su país y á la ciencia.
Entre las varias obras que profesores y alumnos pueden hacer, enumera las siguientes, como más factibles y principales:
1.º Una conferencia de San Vicente de Paúl, formada por los profesores y alumnos que hoy pertenecen á las doce que existen en Zaragoza. Así todos tendrían el gusto de abdicar en la universidad el fruto meritorio de su buena obra; y así también, sobre el fin primordial de la sociedad de San Vicente de Paúl, que es socorrer espiritual y corporalmente al pobre, se lograría que los profesores y los alumnos experimentasen juntos los males sociales, comunicasen mutuamente sus ideas acerca de ellos, los enseñasen á los demás, y estudiasen los remedios y los ensayasen en la práctica.
2.º Explicaciones de conocimientos vulgares dadas en círculos de obreros, talleres, prisiones, salas de convalecientes, etc., con el fin de avivar el amor al estudio, de infundir enseñanzas útiles y así hacer mejores y más ilustradas á las clases que hoy son menos cultas.
3.° Estudios particulares hechos por los alumnos de cada cátedra acerca de materias de interés local; por ejemplo: trabajos topográficos y geodésicos hechos por el profesor y alumnos de la cátedra de geodesia; excursiones de investigación arqueológica por los de las enseñanzas de historia; estudios prácticos de geología, colecciones de minerales, fauna y flora de la localidad, formación de atlas antiquus general de Aragón ó particular de alguna época, de la historia de este reino, ó del itinerario de alguna empresa, etc., vindicias á la historia de Aragón, etc.
4.º Estudios regnícolas de ampliación y especialmente derecho civil peculiar de Aragón é historia de este antiguo reino.
Y 5.º Aprovechamiento de las vacaciones estivales y de la dispersión de nuestros estudiantes durante este tiempo, para formar un historial dé la vida de Aragón, que comprenda todas las manifestaciones de ella. Lograríase esto dando a cada alumno al terminar el curso un cuestionario que pidiera en preguntas ordenadas, los datos principales de geología, clima y producciones del pueblo en donde el alumno vaya á residir durante el verano: condiciones higiénicas del país: enfermedades más frecuentes, terapéutica vulgar, vida media de sus habitantes, religiosidad, moralidad, instrucción, riqueza: sistemas de cultivo y ganadería: plagas más comunes: costumbres jurídicas relativas al matrimonio, á la organización familiar, á la propiedad de los bienes, a la contratación, etc.: fiestas populares: sus prácticas: tradiciones: leyendas locales: cantares del país: refranes allí repetidos: trajes y otras particularidades consuetudinarias; y muy principalmente documentos contenidos en los archivos eclesiásticos, municipales y particulares, monumentos é iconografía.
Propónese con esta obra el Sr. Moneva no solamente poner la vida de Aragón en condiciones de ser contenida en un libro, sino dar una gran fuente de investigación al derecho aragonés, á la historia regional y á la comisión de monumentos, la cual especialmente hallaría en estos datos una preciosa orientación para sus estudios y para su función tuitiva sobre los recuerdos históricos que existen en nuestro país.
Nosotros, que tratamos de aplaudir y estimular toda actividad sana y fecunda, no sólo felicitamos al Sr. Moneva por sus nobles y generosos proyectos, sino principalmente porque la obra ha seguido á la palabra, llevándose á inmediata ejecución algunos proyectos.
La obra primera está comenzada: el viernes 2 de febrero de este año, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, celebróse la primera reunión de esta nueva conferencia en la cual están congregados los profesores y escolares de nuestra universidad que dispersos se hallaban en las 12 conferencias existentes en Zaragoza.
Ya ha principiado la visita á los pobres: esto les permitirá juntar y acumular observaciones relativas al estado de los socorridos, y estudiar después y proponer soluciones que puedan remediar necesidades, corregir vicios y aliviar desgracias, ó, al menos, constituir enseñanza, información y acicate para aquellos que puedan aplicar remedios á esos males de la sociedad.
El Sr. Moneva además está reuniendo datos para redactar una monografía que pueda servir de modelo á los estudiantes que deseen coadyuvar á que se realice el último de sus proyectos.
Las conferencias en el círculo de obreros están organizadas. Damos á todos la más cumplida enhorabuena confiando en que, al interesarse en estos trabajos, no olvidarán que jamás deben de servir de pretexto para que se dejen de cumplir los primordiales deberes universitarios.
JULIÁN RIBERA, Catedrático de la Universidad.
Conferencias universitarias
Continuando en la plausible tarea realizada en años anteriores, la Universidad Literaria ha organizado su curso de conferencias públicas para este año. El viernes 19 del pasado enero tuvo lugar la primera, encomendada al catedrático de derecho penal D. Luis Mendizábal, quien desarrolló el lema La pasión en sus relaciones con la impulabilidad criminal.
Estudió detenidamente las pasiones como causa de responsabilidad penal, considerándolas como medio de llegar á la perpetración de los delitos y fijóse en las relaciones que aquéllas guardan con la imputabilidad criminal.
La numerosa concurrencia premió con aplausos la labor del conferenciante. Día 27: el decano de la facultad de ciencias, Dr. D. Simón Vila Vendrell, desarrolló el lema anunciado «El fósforo en la naturaleza». Dio á su conferencia un carácter práctico, haciendo á la vista del público algunos experimentos demostrativos de las cualidades físicas y químicas del fósforo y sus compuestos. El público, que había acudido con interés á escuchar la palabra del Sr. Vila, le aplaudió calurosamente.
De las conferencias que se han explicado durante el mes de febrero daremos noticia en el número próximo.
Ateneo
Las dificultades materiales inherentes á la traslación de este centro de su antiguo domicilio al piso segundo del Centro mercantil, industrial y agrícola, le han impedido empezar pronto las tareas en este curso.
Celebróse la sesión inaugural en el mes de noviembre pasado, pronunciando el presidente D. Juan Enrique Iranzo un discurso en que fijó el concepto del regionalismo sintetizado en la fórmula «todo por Aragón y Aragón para España» y marcó los rumbos que el Ateneo debía seguir para aportar, su concurso á la obra de la regeneración patria y regional.
Interrumpidas las sesiones en los locales propios del Ateneo á causa de la obra llevada á cabo para decorar el salón da sesiones públicas, organizóse, de acuerdo con el Centro mercantil, una velada literario-musical que tuvo lugar en el salón de fiestas de este último centro el día 18 de ese mes.
La parte literaria se compuso de un artículo de D. Francisco Aznar Navarro, titulado: «Cómo mueren los hombres» que leyó D. Juan Fabiani; de otro artículo del Sr. Altolaguirre, que lleva por título: «Impresiones del sitio de Manila»; de otro artículo de D. Francisco Aguado Arnal, que se titula: «El viaje de los reyes» que leyó D. Manuel Lasala; y de un cuento baturro de D. Alberto Casañal, denominado: «De paseo con la novia», que el leyó el actor cómico Sr. Mora.
El público escuchó con agrado y premió con aplausos estos trabajos, así como á los intérpretes de la parte musical. Además de estas tareas, desde el mes de noviembre sostiene el Ateneo clases de francés, inglés, alemán, de pintura con modelo vivo y de taquigrafía y aritmética, á las que pueden concurrir gratuitamente los socios. Entre los ateneístas hay gran animación para las tareas de este curso, á las que piensan imprimir grande actividad.
Terminada la decoración del salón de sesiones debida a los Sres. Ralasanz, Cerezo, Oliver, Lasuén, Gracia y Ros, el día 3 de enero se inauguró, con una conferencia del Sr. Gascón y Marín acerca de «La educación y el Ateneo» en la que patentizó con gran facilidad de palabra los servicios que á la cultura general podría prestar dicho centro. El presidente Sr. Cerrada pronunció al final discretas y atinadas frases acerca de la importancia que tienen los estudios experimentales y de lo abandonados que están en España, por culpa de los gobiernos y de la opinión general, que no se preocupa como debiera de estos asuntos.
El movimiento de protesta contra la ley de alcoholes presentada por el señor ministro de Hacienda, de que nos ocupábamos en nuestro número anterior, llevó á Madrid comisiones de los alcoholeros vínicos y de los viticultores de Aragón: reunidos con los representantes de otras regiones, que perseguían los mismos propósitos, y ayudados eficazmente por los diputados y senadores afectos á la defensa de los intereses de la viticultura, han conseguido que los proyectos no se sometan á la deliberación de las Corles y que por tanto continué el status quo que implica la subsistencia del actual régimen de tributación.
Aparte de estas gestiones, al reunirse los viticultores de varias comarcas, han convenido en las bases de una asociación general que abraze á todos los viticultores de España y se dediquen á defender sus intereses. Buena falta hace que los agricultores vayan comprendiendo las ventajas que la asociación puede reportarles y se apresten á constituirse en núcleos organizados: este es el verdadero camino.
El movimiento industrial de que Zaragoza va dando gallardas pruebas, sigue en aumento; tenemos noticia de algunas sociedades que están en el período de formación y que habrán de dedicarse á explotar las riquezas agrícolas que nuestra región ofrece, especialmente en vinos y frutas; por ahora no podemos ser más explícitos acerca de estos proyectos, que de llevarse á la práctica habrían de ser muy beneficiosos para la agricultura.
En otras ciudades aragonesas también se nota actividad industrial desusada: en Huesca se ha constituido una sociedad para explotar la fuerza de un salto de agua de 400 caballos del río Gallego; y en Alagón van á comenzar los trabajos para construir una fábrica azucarera.
La REVISTA agradece profundamente al público y á la prensa el recibimiento cordial y cariñoso que ha obtenido. Es deuda de gratitud, que pagará, haciéndose cada vez más interesante, y poniéndose á la disposición del público, del que admitirá como una honra, observaciones y consejos. Si el favor que nos dispensa va en incremento, trataremos de corresponder mejorando la parte material, pobre y modesta por necesidad en los principios. No cejaremos en la empresa hasta dejar asegurada la vida de una publicacida que á nuestro entender puede prestar útiles servicios.
Iremos adelantando la aparición de cada número hasta conseguir que salga invariablemente en los primeros días del mes. En el pasado enero no pudo hacerse, por la sencilla razón de que la REVISTA se proyectó algunos días después de haber comenzado el año. Dos ó tres meses bastarán, á nuestro juicio, para conseguir la regularidad.
Dos aragoneses ilustres, que en el campo de la ciencia y del arte habían logrado justo renombre, han pasado á mejor vida recientemente, son D. Toribio del Campillo, catedrático de la escuela de Diplomática y D. Luis Royo Villanova, redactor jefe del periódico Blanco y Negro. La REVISTA DE ARAGÓN envía á las atribuladas familias el testimonio de su sentimiento por tan dolorosas pérdidas.
En el número próximo dedicaremos á la memoria de los finados, artículos necrológicos en que se patenticen sus merecimientos.
TIP. VIUD. DE COMAS HERMANOS, PILAR, I.—ZARAGOZA.
Título: Revista de Aragón [Texto impreso]
Autor: Revista de Aragón (Zaragoza)
Editor: Revista de Aragón
Fecha de pub.: 1900-1905
Descripción: Fundada y codirigida por el catedrático valenciano y patriarca del arabismo español Julián Ribera y Tarragó (1858-1934) y el historiador zaragozano Eduardo Ibarra y Rodríguez (1866-1944) cuando coincidieron en la Facultad de Letras de la Universidad de Zaragoza. Aparece su primer número en enero de 1900 y ha sido considerada como una de las publicaciones más notorias de principios del siglo veinte, cuyo prestigió creció a nivel nacional y entre los hispanistas en el campo internacional. En ella confluyeron los temas eruditos y de investigación y los de crítica literaria, social y política, todo ello animado por un regeneracionismo conservador de corte universitario y un regionalismo moderado, pues en ella converge un destacado número de profesores y especialistas, a la vez que en su artículo de presentación se señalará en su dimensión regionalista que “para amar a una región no es preciso odiar ni ofender a nadie”. La publicación fue analizada por José-Carlos Mainer Baqué en su obra Regionalismo, burguesía y cultura (1982), de la que señala que apareció “con el impulso económico de la alta burguesía local”.
Será una revista con periodicidad mensual, publicando una sola entrega para los meses de julio a septiembre, al principio de 32 páginas, que muy pronto irá aumentando hasta superar ampliamente el centenar en algunas entregas, y que en contadas ocasiones insertará algunos fotograbados. Su paginación será continuada formando tomos anuales, que en los números de diciembre incluirá, al final, índices arreglados por orden alfabético de autores.
A partir de 1902 sus contenidos son formalmente estructurados en secciones. La de Historia estuvo a cargo del propio Ibarra y Rafael Altamira (1866-1951), y la de Filosofía, a cargo del profesor del Seminario de Zaragoza Alberto Gómez Izquierdo (1870-1930), que utilizará el seudónimo Dr. Grafilinks, y del también clérigo y arabista Miguel Asín Palacios (1871-1944). Al año siguiente, se sumará la sección de Arte, a cargo del crítico José Valenzuela La Rosa (1878-1957); y en 1904, la de Pedagogía, con textos del propio Ribera, y la de Filología e historia literaria, a cargo de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). También cuenta con una sección General, que llegará a tener paginación e índices anuales propios, en la que se incluyen textos de arte a cargo de Elías Tormo (1869-1957) y Vicente Lampérez y Romea (1861-1923); de política internacional, con artículos de Gabriel Maura Gamazo (1879-1963), o una sección varia, con textos del ya citado Ribera, considerado alma de la revista.
La publicación se había propuesto no privarse de tratar ninguna materia y sumará a sus páginas otros textos sobre ciencias, medicina, industria, comercio o agricultura, y sobre acontecimientos políticos, y aunque Ibarra, que utilizó los seudónimos Dr. Bráyer, Anacleto Rodríguez y, probablemente, Un Maestro de Escuela y la inicial Z (para escribir unos cuentos), firmaba una Crónica regional y se enmarcaba ideológicamente en el conservadurismo maurista, la revista se propuso también no “servir” ni a partido ni gobierno concreto alguno. En el plano religioso, se declaró nítidamente católica, pero tolerante.
Dispuso al principio de una sección de Intereses materiales y otra bajo el epígrafe Movimiento intelectual y, más adelante, una de Bibliografía y literatura moderna, que estuvo a cargo de Eduardo Gómez de Baquero (1866-1929), conocido por su seudónimo Andrenio, hasta que dimitió, y que contó también con el trabajo de Ramón Domingo Perés (1863-1956).
Su nómina de colaboradores, sumando los ya citados, fue amplísima y a ella hay que añadir al futuro catedrático de Derecho Canónico afín también al maurismo Juan Moneva y Puyol (1871-1951); al abogado y sociólogo de tendencia demócrata-cristiana Severino Aznar (1870-1959), que fue su revistero teatral además de tener la sección fija Hojas sueltas, en la que expuso su pensamiento social católico; al único socialdemócrata de la revista afiliado al PSOE, el obrero tipógrafo prietista Isidoro Achón Gallifa (1869-1941), que escribirá sobre cuestiones obreras y sociales en la sección General; al notario Luis María López Allué (1861-1928); al político Juan Blas y Ubide (1852-1923), a los abogados Rafael Pamplona Escudero (1865-1929) y Marceliano Isábal (1845-1931), al médico Vicente Gómez Salvo (1862-1937) o a Mariano Baselga (1865-1938). Resalta también en sus páginas, la serie que publica Santiago Ramón y Cajal bajo el título Recuerdos de mi vida; aunque del autor aragonés más notorio entonces, Joaquín Costa, sólo aparecerá un artículo, en la entrega de julio-septiembre de 1902, sobre dialectos aragoneses.
Además, desde sus páginas se intentó también edificar una literatura regional aragonesa, a través de textos de creación narrativa en los que intervienen los citados Baselga, López Allué, Blas y Ubide, así como los del militar Leandro Mariscal y el abogado José María Matheu (1847-1929), Alberto Casañal (1874-1943), Eduardo Ruiz de Velasco. A ellos se añadirán los cantares baturros, de Gregorio García-Arista (1866-1946), y las coplas festivas de Sixto Celorrio (1870-1924).
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1900 febrero. Revista de Aragón. Zaragoza. número 2. Historia, cultura, literatura, libros, documentos, Turismo, tradiciones, costumbres, pueblos, paisajes, viajes, excursiones, cuentos, leyendas, música, actos, actualidad, conferencias, inauguraciones, monumentos artísticos.
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