Página personal del poeta | |
La incensura del miedo nada más seguro que la muerte queda dentro llenando su alforja de vida, se juntan las puertas sin censuras y se levanta un inapelable signo con barba de cruces. Ese moho que a veces germina de sus habitantes, contagia con llagas las bocas que gritan. De sangre unta las paredes... las arañas hasta convertirlas en quebrados sepulcros...en exactos kioscos de huesos. Solo queda el miedo sin cáscaras; con su pulpa virgen, voraz como termita incolora, como un jinete negro en las noches desiertas... pudriendo la edad que se acuna en los pechos... las distintas clases de resinas humanas. Cuando más nada queda por devorar; se impacienta como tersando un martillo... juntas márgenes de cráneos. Colecciona fémures en los rincones... se escucha furtivo su aliento macabro... es el miedo que sencillamente ronda como ave de rapiña en busca de viandas putrefactas. Memoria de un perro urbano prometida a sus ancestros, ¿morirá sin ver caer la puerta por el precipicio de su sueño? No ve, no razona. No hay enigmas en los ojos del miedo, tampoco cometas con voz perenne. Un perro se busca en la tristeza; siento en vano sus miradas llorarme desde lejos. Está solo con la música del viento en su cabeza. Un perro se canta y a sí mismo se llora con holguras de asépticos lamentos. Una ciudad de anatemas
Las cenizas son huérfanas Daniel J. Montoly (Rep. Dominicana) | |