Página personal del poeta | |
Arriba, en el rincón formado por el techo, la pared que da al norte y la oriental, justo encima del catre, hay desde hace unos días una telaraña, en la que habitan, según he podido comprobar, dos arañas. Por romper un poco la monotonía de las infinitas horas, en ocasiones les hablo, pero nunca se molestan en responderme.
Esto resulta comprensible, si tenemos en cuenta su posición y la mía.
Ellas están ahí arriba, en lo más alto, en el lugar que, por naturaleza, les corresponde.
En cambio, yo estoy aquí, aferrado al suelo, del que, por más que lo intente, no me es posible despegarme. Así pues, existe entre ellas y yo una distancia que, aun imperceptible, es mayor que los tres o cuatro palmos que nos separan físicamente. Por otra parte, aunque no existe seguridad alguna al respecto, ellas están ahí por decisión propia, del mismo modo que podrían haber elegido otra celda o incluso, si hacemos caso de ciertos rumores, cualquier lugar en el exterior (sea lo que sea lo que se pretenda definir con esa palabra). | |