El Santo Grial en Aragón. Parte VIII. Historia de Aragón

El Santo Grial en Aragón. Parte VIII. Historia de Aragón

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de octubre de 2023 última revisión

ROBERTO Y HELIS DE BORÓN Y RUSTINIANO DE PISA

Estos tres nombres, que son inseparables para nuestro asunto, forman otro eslabón en la cadena de autores de leyendas del Santo Grial.

Hemos visto que va con bastante probabilidad la serie desde Jofre (o Godofredo) de Monmouth hasta Gualter Mapp; después seguirá con toda certeza por Cristián de Troyes hasta Wágner. Pero en la relación que pudo haber entre Cristian y estos Borón hay unas dudas formidables, que no acaban de resolverlas los escritores que de ellos han tratado; cumpliéndose aquí, como en otros muchos casos de este género, la opinión del ilustre crítico Gayangos, que decía: "De libros de la Edad Media si es difícil decir a punto fijo cuáles sean sus autores, lo es mucho más el precisar las fuentes en que bebieron".

Mientras algunos escritores afirman que Roberto y Helis (o Elias) de Borón eran ingleses, otros los tienen por franceses: alguien dice que fueron anteriores al de Troyes y que de ellos tomó éste el asunto para sus rimas; otros los hacen coetáneos de Cristián y aun posteriores a él. Pero, compulsadas las diversas críticas parece probabilísimo que estos Borón eran ingleses y que escribieron antes que Cristián.

Roberto y Helis de Borón (llamados también Borrón, Bouron y Bosrón por sus compatriotas ingleses) eran hermanos o parientes muy próximos. Continuaron traduciendo de latín a francés los romances de la Tabla Redonda después de Walter Mapp, y prosiguieron por su cuenta los de José de Arimatea, del Santo Graal y de Merlín. Helis, él solo, publicó el romance de Palamedes y se asoció a Roberto y a Rustiniano de Pisa para las otras obras que salieron con el nombre de éste, el cual, al parecer, era italiano, y no tuvo parte en los romances del Santo Grial y de Perceval. Los tres vivieron durante el reinado de Enrique II de Inglaterra (1154 a 89) o, a lo más, en el de su hijo Ricardo Corazón de León (1189 a 99), pero no llegaron a los tiempos de Enrique III (1216 a 72). La Nouvelle Biographie universélle de Didot Fréres y Hoefer dice de estos hermanos Borón: "Escritores ingleses del XII siglo: sus trabajos les dieron gran importancia en la historia literaria de su época. Fueron encargados por Enrique II de metre en prose les romans de la Table Ronde, ou a continuer la traduction de ces divers romans que se publicaron con los títulos de Joseph d'Arimathie et du Saint Graal. De su sociedad con el de Pisa resultó como fruto principal la obra Les Faits et Promesses de Lancelot du Lac en lengua francesa, puesta algún tiempo después en verso por Cristián de Troyes y otros poetas contemporáneos. Vueltos otra vez a prosa en el siglo XIV, y sujetos en tiempos sucesivos a varios retoques, añadidos y enmiendas, el romance del Santo Graal, el de Lanzarote y el de Merlín conservan siempre el nombre de Roberto de Borón, aunque apenas haya de ellos una palabra de las de su tiempo.".

A pesar de estos datos, que parecen irrefutables, véase lo que dice Chevalier en su Répertoire antes citado: "ROBERTO DE BORON: poeta francés del siglo XIII, autor de los romances de la Tabla Redonda, de Merlín, del Santo Graal, etc." Y para autorizar su opinión cita la Histoire Litteraire, la cual afirma, no obstante que Roberto murió de 1191 a 95, y la obra Notices et extraits des Manuscrits de la Bibliothéque Nationale, París, 1891, que vamos a ver lo que dice a este respecto: Manuscrito nº 3643 de la Colección Philipps a Chetenham; 2 vol. en vitela; el I.º de 191 folios y el 2.º sin foliar: escritura francesa de fin del siglo XIII: la primera parte está en verso y llega hasta el fol.116. Al fin del tomo 2.º hay un índice en letra gruesa gótica del siglo XIV que dice así: La vie des Péres-Theophilus-La Passion Jhesu Christ-La vie sante Katherina-Josephd'Arimathie-Le Saint Graal-Merlín. Parece que este manuscrito estuvo antiguamente en poder de algún meridional, porque se lee en el margen inferior del fol. 93 estas palabras de letra cursiva del XIV: Aisi comensa Theophilus: y en el último fol. del libro 2.º estas otras de letra más antigua: Eu nom dal Paire, dal Filh, dal Sanhnt Esperit. Amen.- Explicando los autores de la Colección este manuscrito, al llegar al Santo Graal dicen: ROBERT DE BORRON. Le Saint Graal. Este romance, del cual hay infinidad de manuscritos, comienza así en el fol. 117, en prosa: "Quien tiene la satisfacción y el honor de poner en escrito tan alta historia como es la del Graal por mandato del alto maestro, envía primeramente salud a todos aquellos y a todas aquellas que creen en la gloriosa Trinidad." - Todo el tomo 2º está dedicado a Merlín y principia con estas palabras: "Si comense Merlin Roberts de Borron en tal maniere ..." Como se ve, aquí no hay nada que pruebe ni remotamente que Roberto de Borón fuera francés ni que escribiera en el siglo XIII, a pesar de la afirmación de Ulysse Chevalier.

Otro crítico español, maestro de maestros -con cuyo nombre insigne no puedo honrar ahora estas líneas, porque me parecería un delito el nombrarlo y no seguir su opinión- participa de la de Mr. Chevalier en cuanto a la patria y siglo de Roberto de Borón, y dice esto: "El desarrollo completo de la leyenda del Santo Grial se encuentra en una especie de trilogía compuesta por Roberto de Borón, poeta del siglo XIII, nacido en el Franco-Condado. En la primera parte, José de Arimatea, narra el origen, consagración y prodigiosas virtudes de la santa Reliquia: en la segunda, Merlín, convierte en verídico profeta a este hijo del diablo y le hace anunciar las maravillas futuras: en la tercera parte refiere cómo Perceval hizo la demanda y conquista del Vaso sagrado, y como éste fué transportado al cielo después de su muerte".

Buenas y respetables son estas opiniones; pero, puesto que consta que Borón escribio por orden de Enrique II de Inglaterra (1154-89), que murió este escritor no más tarde de 1195, y que de él tomó Cristián algunos asuntos para sus versos, hemos de creer forzosamente a la Histoire Litteraire que lo tiene por inglés y del siglo XII. Esta misma obra, monumental por su extensión y por su autoridad, tratando de las más antiguas ediciones de estos romances, dice: "Primeros: Romances del Gréal, de José de Arimatea y de Merlín, traducidos la premiére fois par Robert et Hélis de Boron: La historia del Santo Graal, que es el primer libro de la Tabla Redonda: juntamente con la conquista de dicho Santo Gréaal hecha por Lancelot, Galaad y Perceval, que es el último libro de la Tabla Redonda. -París, 1516, por Johan Petit; I tomo en fol.- Segundo: Romance de Lancelot, traduit pour la premiere fois par Gautier Map: La tercera parte de Lancelot del Lago con la conquista del Santo Graal y la última parte de la Tabla Redonda. -París, 1488, por Johan Dupré: en folio. Menciona otras ediciones de los mismos romances, aunque con otros títulos más ampulosos, en 1494, 1513, 1533 y 1591.

* * *

Antes de entrar en el último grupo de autores de leyendas del Santo Grial, creo que será conveniente distraer un poco la atención del benévolo lector, cansada quizá del fárrago de datos y fechas de estas bio-bibliografías, que no es materia que se recomiende por su amenidad, y aprovechar este breve descanso para dos objetos: para fijar las conclusiones que de lo expuesto se deducen, y para destruir el error que hicieron legendario esos escritores sobre S. José de Arimatea.

Desde Nennio (si es que existio) o desde el obispo de San Asaph (que quizá lo inventase) hasta los hermanos Borón, estos autores primitivos de las leyendas que más o menos se refieren al Santo Grial eran ingleses, exceptuando a María de Francia, que, no obstante, escribió en Inglaterra y de asuntos ingleses, y a Rambaldo de Orange, que más que autor fué un propagandista de los romances ingleses de la Tabla Redonda.

Ninguno de ellos parece que escribió antes del año 30 del duodécimo siglo, y el último no pasó del año 95.

Todos dicen que "tradujeron" de latín a frances sus leyendas, no a su lengua propia de Inglaterra, fuese céltica, gaélica o bretona; pero nadie dice con claridad dónde estaban los originales latinos, como no sea Jofre de Monmouth, que dice que tomó algo del dudoso Nennio, y Walter Mapp, que, aunque no lo diga, parece que se aprovechó del libro de Lucas de Gast que estaba en la abadía de Salisbury, pero ya traducido al francés.

Fué decisiva en muchos casos para la confección de estas leyendas la autoridad y protección de Enrique II de Inglaterra, de Normandía y de Aquitania.

Ya que eran ingleses y escribían en Inglaterra, al "traducir" -como ellos dicen- los asuntos de sus libros de latín a francés, es evidente que no los publicaban para sus compatriotas, que no sabían francés ni latín, sino para los franceses.

¿Para cuáles franceses mejor que para los normandos y los aquitanos, súbditos como ellos de Enrique II, por cuyo "amor" o encargo, según algunos confiesan, hicieron estas traducciones?

En Aquitania especialmente tenían grandes motivos para conocer la existencia, tradición e historia del Santo Cáliz que en Aragón se guardaba, por las relaciones político-dinásticas entre nuestros reyes y sus duques, que quedan apuntadas; y a Aquitania, a la casa de su sobrina la reina Leonor, primero mujer de Luis VII de Francia y entonces de Enrique II de Inglaterra, se retiró la semi-viuda reina de Aragón doña Inés, cuando su esposo el rey-monje se volvió al claustro a terminar sus días.

Parece indudable que esos escritores ingleses tuvieron noticia de que la preciosa copa de José de Arimatea, el Santo Cáliz de Jesús, había venido a parar a España; y considerando que este hecho y este sagrado Vaso, único en el mundo, podían ser un objeto a propósito para forjar con ellos muy interesantes leyendas a la moda de entonces, tan interesantes y explotables como los asuntos que traían los Cruzados, o como los que les ofrecían los Lays de Bretaña, idearon trasladar a su país las escenas del Santo Graal -guiados de un bastante excusable patriotismo- inventando para ello la fábula de que José de Arimatea lo había llevado a Inglaterra.

Así se explica que no dedicaran los cuentos del Graal y de José de Arimatea a los ingleses, que no los habrían de creer por absurdos y nunca oídos, aunque halagasen su amor patrio, sino a los franceses aquitanos y a las demás regiones de lenguas francesas romances que podían tener alguna noticia de la Copa sagrada de la Redención: que esta noticia era lo esencial para el buen éxito de las leyendas, estuviera en el Pais de Gales o en Aragón el objeto principal de ellas. Verificándose en esta ocasión, como en muchas otras, el dicho popular de que "la mentira siempre es hija de algo"; más culturalmente expresado en aquella frase del conde de Fabraquer: Toda novela tiene algo de historia y toda historia tiene algo de novela.

Puesto que nadie en Inglaterra podría dar razón jamás de haber estado allá el Graal sagrado, y era muy probable que muchos franceses supieran algo de su presencia en Aragón (tales como los de Bearne y Bigorra, Foix, Coserans y Auch, los de Tolosa y Provenza, los de Reims y Roucy, los de Limoges y Thomiéres, los de Tours, Cluny, Laón y Narbona, además de los de Aquitania, Poitiers y Normandía, por los parentescos de sus dinastias con nuestros reyes y por las mutuas relaciones de los guerreros, artistas, obispos, monjes y peregrinos de ambos lados del Pirineo), apelaron esos escritores al recurso de hacerlo desaparecer del mundo con su héroe Perceval, con lo cual quedaba abierto el camino para que el vulgo ingenuo siguiese creyendo en su existencia primitiva en los dominios del fabuloso rey Artús, sin excluir la posibilidad de una prodigiosa reaparición del santo Vaso en un monasterio aragonés.

No tuvieron necesidad de forzar mucho la máquina de su inventiva para encontrar este recurso de la desaparición del Graal, perdido una vez (según sus escritos) en los sucesores de José de Arimatea, y otra vez y definitivamente con el héroe que, entre todos los caballeros que lo buscaron, él sólo tuvo la fortuna de hallarlo y poseerlo; pues la realidad de los sucesos -no ignorados seguramente por algunos de esos escritores- les brindaba excelente ocasión para esas misteriosas ocultaciones: Se perdió el sagrado Vaso para Huesca cuando los cristianos lo salvaron huyendo a las montañas en la invasión sarracena: Se perdió para Siresa y para los que pasaban por aquella vía internacional, cuando un siglo después le destinaron los obispos más secreto asilo en el rinconcito pirenaico de Sasabe: Se perdió para Jaca y para su Templo, el más suntuoso que había tenido desde que salió del Cenaculo de Jerusalén, para ir a parar a la Cueva Pinatense: Y, según veremos en lugar oportuno, quizá se perdió también de San Juan de la Peña -aunque sólo momentáneamente- por aquellos años antes que esos escritores dieran a luz sus leyendas.

Por último: siendo conocidas en varios países europeos la existencia del sagrado Cáliz de Aragón y la tradición aragonesa de muchos siglos que lo reputaban como el mismo de la Cena de Jesús, llevadas estas noticias al otro lado de nuestras fronteras por aquellos dos caminos, el popular y el erudito que quedan explicados, tenemos derecho a creer lógicamente que a este objeto sagrado y no a otro igual -que ni existía ni podía existir en el mundo- se referían las leyendas del Santo Graal, que, aunque mezcladas con errores, con invenciones inverosímiles y con episodios poco congruentes, coincidían todas en presentarlo como un Vaso materialmente precioso y rico, y espiritualmente lleno de misterios y de virtudes prodigiosas por haber sido el recipiente primero de la Sangre divina, precio y testimonio de la Redención.

Dámaso Sangorrín Diest.
Deán de la Catedral de Jaca.

(Capitulos I II II b III IV V V b VIII VIII b)

Publicado por primera vez en la Revista Aragón, AÑO V - Nº 41, Zaragoza, FEBRERO de 1929.

Más información en "El Santo Cáliz"



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