"- Mire amigo, el Iberá tiene muchos misterios. Dicen, hay noches donde se escuchan los gritos de ataque de soldados federales del ejército del general Beron de Astrada antes de la derrota de Caá Guazu. Dicen que se suelen escuchar los gritos de los vencidos cuando prisioneros estaban siendo degollados. En laguna Galarza, afirman, hay construcciones de los padres jesuítas bajo el agua. Los esteros, amigo, siguen siendo un permanente misterio. La laguna se mueve, en sus aguas hay rios y corrientes subterraneas, y muchas de las islas son camalotales, por eso dicen los de allí que las islas se mueven y cambian de lugar, y además el bicherio, no solamente aves. Yo no pude llegar, nunca entre al corazón de la laguna, solo no me animé..." El hombre, setentón, pelo blanco, robusto, ex comisario retirado de la policia, cuenta experiencias y leyendas del enorme humedal iberaceño. Mientras conversa juega con las ajadas hojas de un cuaderno de tapas negras donde hay apuntes y gráficos. Relata sus andanzas en la laguna y los sucedidos que narraron laguneros. " Los esteros y las lagunas de Iberá, no son para todos" afirma, haciendo una pausa para despertar la curiosidad, agregando, "arriba de la laguna de la Luna, están las dos carretas con el oro de las reducciones sepultadas en la arena y el barro, cubiertas por las aguas". Como compartiendo un secreto, nos hace cómplices: "el lugar donde se ocultaron las carretas lo conozco... Algunas noches se ven las almas en pena de los soldados de la custodia. El lugar está marcado por los fuegos del entierro. Aparecen y desaparecen. No todos los pueden ver. Es el oro; los copones, las patenas de oro, los santos y algunas campanas de las iglesias de las reducciones. Yo tengo el plano del lugar. Hay que entrar por Yahapé, pasando Ituzaingó. Si viene de Corrientes, antes, en el camino que pasa por Caá Catí. Y desde allí, hay que entrar al estero. Hay que ir entre varios para hacer más fácil la cosa. En las noches de luna llena se suelen ver los indios de Andresito al galope sobre el agua, sables desenvainados y a grito pelado. Si, así nomás, es cierto señor. Y haciendo noche en el estero, en campamento, se escucha cuando apuran los bueyes para cruzar el vado en Paso de las Víboras...". Afirmando sus historias, muestra un papel amarillento por el tiempo y arrugado por el manoseo "este es el mapa del estero y el lugar donde están las carretas. Aquí, y señala con el índice derecho, hay un viejo urunday que tiene una marca en el tronco y sirve para ubicar el lugar del entierro..."
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