El historiador, Sadanbar äl'Sadmir, volvió el rostro hacia el muchacho, y comenzó a hablar:
"El barco vino de allende los cielos, hijo mío... muchos, muchos siglos antes del gobierno de nuestro amado emperador Bardaan VI, hubo hombres en otro mundo, separado del nuestro por una leve franja de estrellas. Perdieron el rumbo con el que navegaban, y entraron aquí por un agujero en el cielo, cuando el desierto no era tan extenso y esta depresión salada era un lago del que fluía un río que iba a perderse en el mar. Durante muchos años esos hombres vivieron aquí, hasta que los encontró una de las legiones del Imperio. El Imperio había recibido antes a otros viajeros, pero su mundo de origen debía ser distinto, pues no entendían la lengua que usó la Legión para hablar con ellos, ese idioma al que llamaban ingliç... al ser interrogados en nuestra lengua, su expresión fue aún más confusa. La legión se llevó a los hombres al palacio de los emperadores, y allí, cuando aprendieron nuestra lengua y nuestra cultura, y el emperador decidió que había aprendido lo suficiente de ellos, murieron. Luego se fueron sucediendo las misiones académicas, hasta que llegó un momento en que se perdió el contacto... fue una época oscura, la que va de la vigésimo quinta a la vigésimo séptima dinastía. Aislados del imperio por el desierto y los ejércitos imperiales enzarzados en guerra civil tras guerra civil, los académicos se olvidaron de los colonos y de este lugar. Cuando yo llegué aquí, enviado por nuestro señor Bardaan VI, la colonia se había convertido en una cultura atrasada y decadente, que practicaba la cópula libre entre los sexos y que por tanto estaba dominada por la envidia, el odio y todo tipo de crímenes. La legión que traje conmigo pasó a sangre y fuego a aquellos degenerados; instauramos de nuevo las leyes del Imperio, y nos dispusimos a reanudar los estudios. Sin embargo, pronto vimos claro que algo no marchaba bien. Nuestros hechizos fallaban, perdíamos material, desaparecían nuestros cultivos, nuestros centinelas eran atacados por enemigos tan rápidos y tan sutiles que no podíamos enfrentarnos a ellos.
Invocamos a los muertos para descubrir sus secretos, pero se burlaron de nosotros... poco a poco, los legionarios fueron muriendo o marchándose. Llegó luego ese mensaje; yo me he quedado aquí, pero ahora que me habéis confirmado que el Imperio ha caído..."
-¿Por qué no viene con nosotros?
-No, hijo, no me es posible. Soy muy, muy viejo. Mi tarea ha terminado. Ahora debo tumbarme a descansar, vosotros... vosotros sois jóvenes, y hablareis de esto a otras personas.
Durante la noche, el viejo esqueleto del galeón crujía y chirriaba; los dos hermanos se quedaron a dormir junto al anciano, y a la mañana siguiente iniciaron el camino de vuelta. Al viejo, que había amanecido muerto, lo enterraron con los brazos en cruz junto a aquello por lo que había vivido. Adnél no habló hasta que se reincorporaron a la caravana, pero muchos años más tarde, cuando ambos hermanos se separaron para no volver a encontrarse más que ocasionalmente en las bodas y en los funerales del pueblo del desierto, le confesó a Adbar -una noche, cuando ambos yacían juntos por última vez- que cuando habían dormido junto al historiador, había creído oír el ruido del agua, y como siluetas translúcidas de hombres enloquecidos por la sed y el hambre vagaban alrededor de aquel barco varado para siempre.