El Inquilino de Sergio Borao Llop.
Elfos ESPECIAL SAMHAIN Número XI MMII Noviembre-Diciembre

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relato

El Inquilino
Sergio Borao Llop

12

Es medianoche y Daniel se siente borracho, pero apenas ha bebido. Su excitación no nace del licor, sino de sus propios pensamientos. No va a negar que después de tantos años había olvidado el encuentro con la gitana. Pero las señales de las últimas semanas, y sobre todo la noticia del diario, han venido a convencerle de la veracidad de las palabras de la muchacha que le vendió su cuerpo por unas pocas monedas y leyó la palma de su mano con el terror reflejado en sus ojos verdes.

Recuerda confusamente las palabras: "…venido desde las brumas del remoto pasado con un único objetivo: Detener la mano ejecutora del hombre sin sombra, el que se alimenta de sangre, el que no conoce la paz y vuela cada noche en busca de presas fáciles que le permitan saciar su sed momentáneamente. No puede morir, porque ya está muerto. Sólo tu mano podrá concederle el descanso" Se rió, claro. Pensó que la gitana le tomaba el pelo, que era una forma de encarecer sus servicios. Sólo cuando ella se marchó corriendo, sin haber llegado a coger el dinero, comprendió el miedo que la embargaba y la verdad que destilaba su voz: "Pero debes tener mucho cuidado: Si él vence, si llega a clavarte sus colmillos, tú serás él; su victoria supondría su descanso, pero no serviría de nada si otro toma su lugar. Has de ser cuidadoso, elegir el momento oportuno, decir las palabras exactas, golpear en el momento preciso. Debes prepararte para ese día"

Y ahora, el día había llegado. Daniel sabía cuando, incluso dónde, pero ignoraba los motivos. ¿Por qué él y no otro? Como una violenta ráfaga de viento, entre trago y trago de cerveza, su intuición le trajo la respuesta: Salvando unas pocas circunstancias, eran iguales. Nadie podría decir si era el alcohol o la fiebre del descubrimiento quien enrojeció su rostro. Podía ver con claridad la existencia gris del otro: El vacío de su alma, la soledad de su vuelo, la imposibilidad de acercamiento a sus semejantes, tal vez por la propia ambigüedad de tal concepto; todo le fue revelado en esas horas de delirio. De antemano, se supo derrotado: No sabría qué hacer cuando estuviesen frente a frente. No era un luchador, ni se había preparado. Pensó con amargura en escapar, en olvidarlo todo y cambiar de ciudad, pero supo que tal proceder sería indigno e inútil.

Resignado, pagó las consumiciones y salió del local. Una sombra se interpuso en su camino.

- ¿Estás preparado? - resonó la voz. No hubo de esforzarse por reconocer a la gitana, ahora convertida en una mujer levemente envejecida. De su frente emanaba un extraño destello.

- No, no lo estoy, pero igualmente acudiré a la cita - dijo. No dejó de asombrarle su propio aplomo.

- Sabes que es una tarea imposible. ¿No es cierto?

- Sí. Pero he de ir.

La gitana, sin hablar más, abrió su mano y la extendió ante él, como una muda ofrenda. Daniel vio una moneda sin brillo. El reconocimiento de ese objeto abrió la puerta de los recuerdos que no le pertenecían. Escenas de otras ciudades y otras épocas desfilaron ante sus ojos. El semblante serio de la gitana le dijo que el momento había llegado. Algo sombrío y fétido aterrizó a pocos pasos.

Parece que ha vuelto la paz. Desde hace unos días, ya no se oyen ruidos en el ático. No es que en ningún momento llegasen a resultar molestos, pero la falta de costumbre nos mantuvo incómodos durante algún tiempo. Ahora, por suerte, todo ha vuelto a su antigua rutina. Hay voces que dicen que el inquilino está cambiado, que tiene mejor color y ha engordado un poco, pero no deben ser más que rumores, puesto que nadie le ha visto desde hace una o dos semanas. El retorno a la normalidad en ese asunto es de agradecer, máxime cuando otro acontecimiento nos mantiene suficientemente atareados: Se dice que ha desaparecido la hija de los que viven en el segundo. Hay quien cree que se ha ido al extranjero para ocultar un embarazo, hipótesis apoyada por el silencio de los padres, pero lo cierto es que en los últimos días se ha instalado la intranquilidad en nuestras almas y hay como un presagio en el aire…

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