EL CABALLERO CRUZADO
Pero la figura tradicional de San Jorge es la del caballero con su cruz. Es evidente que los cruzados necesitaban su icono, y el guerrero pasa a ser como ellos, o como su ideal. En muchos iconos bizantinos llama la atención lo similar de las figuras del santo: la misma posición, tanto de él, como de su caballo. Y, por el contrario, la más absoluta libertad a la hora de representar al dragón.
Cuando surge la leyenda de San Jorge lo hace a partir de sustratos legendarios mesopotámicos y sumerios, en los que el dragón era una presencia habitual, el caos primigenio del que surge el universo tras la intervención del héroe, o el monstruo al que hay que dominar para restituir la presencia del sol y de los astros. Cuando los cruzados encuentran la leyenda del dragón en el contexto cristiano, la hacen suya, y la trasladan desde Siria a occidente. Aquí, el dragón termina siendo el enemigo, cualquier enemigo.
CUANDO EL DRAGON ES EL ENEMIGO
El hecho de que San Jorge sea una figura tan cercana a la mentalidad de los caballeros medievales, termina permitiendo a los ilustradores reinventar la iconografía, haciendo surgir un nuevo San Jorge todavía más guerrero y menos santo tradicional (siempre desde el punto de vista gráfico). En algunas representaciones, San Jorge deja de manejar la pica para lanzar mandobles con su espada, ¡o con su cimitarra!, como sucede con la imagen del libro de horas de Jean, Duque de Berry en 1416. Lo que bien puede significar un alarde de documentación gráfica por parte del ilustrador, que dota a San Jorge de las armas que presumiblemente se usaban en Libia cuando luchó contra el dragón. Ahora bien, también puede haber otra explicación:
Al parecer, muchos caballeros cristianos en la península ibérica gustaban de vestirse con elementos propios de los musulmanes, y no es de extrañar que también algunos usaran sus armas.
Es el caso de un San Jorge iluminado en el manuscrito del Beato de Gerona en el año 975. Aquí es posible ver la imagen de un caballero con turbante al viento y caballo enjaezado con adornos árabes (la media luna). En el manuscrito, se dice que al terminar la obra, el conde leonés Fernando Flainez se hallaba en Toledo luchando contra los moros, y puesto que la imagen no aparece vinculada a ningún texto del apocalipsis ni a ningún comentario religioso, bien pudiera ser aquella la representación de un caballero cristiano luchando contra los infieles, en este caso bajo el símbolo de la serpiente.
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