¿Quiénes son estas estatuas pétreas y ciclópeas que guardan el paso de la antigua casa de los Luna, en el Coso de Zaragoza? ¿Por qué caminos de la leyenda y de la filosofía han llegado hasta aquí?
A las manos que las crearon y colocaron, acaso para siempre, en este rincón del corazón de la ciudad se les demandó "dos figuras que van encima de los dos pedestales, las cuales figuras han de ser de alto diziseis palmos y de una pieça y desnudas, a modo de salvajes". Y en verdad fueron talladas a semejanza del mítico hombre salvaje que ha ido poblando las leyendas cultas y populares a través de los tiempos y los lugares. Pero hay algo más. El artista no siguió al pie de la letra las instrucciones del contrato y estos en principio gigantescos salvajes de fiero, barbado e imponente semblante, terminaron vestidos con cota y faldellín romanos; no están desnudos ni llenos de pelo. Sus cabezas se cubren con sendos tocados, en vez de los usuales penachos de hojas, y si bien portan mazas, asemejan éstas más bien armas de combate. ¿A qué se debe esta transformación?
Sencillamente, a que los atributos iconográficos de estos personajes se corresponden con los de dos héroes clásicos: Hércules y Teseo, dos perfectos salvajes legendarios civilizados. En efecto, el gigante situado a la derecha del espectador aparece portando sobre su cabeza la durísima piel del león de Nemea, creado por el gigante Tifón, la cual Hércules tuvo que romper con su maza de hierro para así poder herir después a la fiera con sus flechas y vencerla. Es el primero de los esforzadísimos doce trabajos a los que debió hacer frente el héroe griego.
Teseo, por su parte, viene también armado de la maza que arrebató al terrible bandido Perifetes tras darle muerte, porque éste, emboscado en el bosque próximo a Epidauro, solía atacar sañudamente a todo aquel que se aventuraba por el lugar. Ésta fue también la primera hazaña de Teseo, tras de la que vendrían muchas más. Entre ellas las realizadas junto al mismo Hércules, como la lucha contra las Amazonas en las márgenes del Termodonte, que fueron derrotadas y capturada su reina, Hipólita, con la que se desposó Teseo, o la expedición de los Argonautas.
¿Cómo puede ser que estos salvajes sean a la vez héroes del mundo grecolatino? ¿Qué mecanismo se ha operado al efecto? ¿Por qué confluyen aquí dos tradiciones en apariencia tan diferentes como las leyendas del hombre salvaje y las de Hércules y Teseo?
La portada del palacio de los Luna fue contratada en 1552, en pleno desarrollo de la cultura del Renacimiento europeo, y los expertos coinciden en señalar que es en este período cuando se verifica el proceso de transición en la manera de entender el mito del hombre salvaje en Occidente. El homo sylvestris medieval terminará por convertirse en el buen salvaje, el hombre virtuoso y noble por excelencia que vive en un entorno eminentemente natural, y que se desarrolla como creencia social y filosófica a raíz del descubrimiento del Nuevo Mundo, llegando hasta nuestros días. A esa transformación contribuirán las interpolaciones del mundo grecolatino en el mito popular y medieval, fácilmente comprensibles si se tiene en cuenta el tronco mítico común que parece existir en todos ellos.
Uno de los mayores estudiosos del tema, Roger Bartra, apunta cómo las representaciones del hombre salvaje arraigan en la literatura y el arte europeos desde el siglo XII. Por ejemplo, en el Libro de Alexandre, compuesto en el XIII, se describen a unos "omnes monteses, que andaban con las bestias, todos eran vellosos como bestias, mujeres e barones, ninguna vestidura…". Igualmente, en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, y concretamente en la cantiga cuarenta y siete, hay referencia a un "ome mui feo" con la ilustración de la figura de un salvaje negro, y que en verdad es una representación del demonio que se le aparece a la Virgen. Curiosamente, esta corriente culta del mito del salvaje aparece revestida de connotaciones negativas y en cierto modo maléficas, propias del homo sylvestris que siempre enseñorea actitudes feroces y llenas de maldad, y que se contraponen a las versiones populares de los personajes asimilables al hombre salvaje u hombre del bosque.
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