E.L.F.O.S. tiene la ocasión de ofreceros este documento de interés excepcional,
el testimonio de creencias populares recogido en primera persona por Jesús Monreal, en un pueblo de Aragón (España) llamado Castejón de Monegros. Dado el valor antropológico del texto, lo transcribimos tal y como el autor nos lo envió.
La pequeña referencia que os quiero contar la recogí exactamente el día 6 de Julio de mil novecientos ochenta y ocho.
En aquellas fechas andaba yo de peregrino con mi buen amigo Emilio intentando llegar a pie desde el Pilar hasta Montserrat.
El año anterior ya habíamos conseguido hacerlo hasta Lourdes, a través del Pirineo.
Ambas experiencias resultaron plenamente gratificantes, tanto es así que hemos continuado con este tipo de actividad hacia otros destinos
que no viene a cuento ahora detallar.
Como digo, habíamos salido de Zaragoza y la ruta prevista nos llevaba a través de los Monegros en la época más calurosa del año.
El calor del sol alcanzaba cotas difíciles de soportar y el agua era más que un tesoro para nosotros.
Habíamos llegado al pueblo de Castejón de Monegros después de pasar una extensa zona de cereal en plena sazón que las cuadrillas de cosechadoras y segadores estaban ya recolectando. Al que no conozca de cerca esta actividad, le aclararé que la mies despide un calor increíble y los trabajos de cosecha despiden una polvareda francamente molesta.
Mi amigo iba arrastrando un dolor de espalda desde antes de empezar a caminar y necesitaba ponerse una inyección antiinflamatoria, de manera que preguntando, llegamos a casa del practicante del pueblo.
La mayoría de las casas que habíamos visto callejeando conservan su carácter antiguo. Muchas de ellas con escudos en sus fachadas de piedra
y con restos de pasado esplendor. En los montes de las afueras se veían un par de ermitas de los Santos patronos de la localidad.
La gente del pueblo parecía no darle mucha importancia a todos estos detalles, pero resultó que el practicante sí que estaba interesado
en investigar y conservar las historias que esconden aquellos muros.
Es un señor algo mayor que nos recibió atento y cordial entre paquetes de algodón y jeringuillas.
Pronto comenzamos a hablar y al ver que sus conocimientos nos podían interesar, fuimos tirándole de la lengua para que nos contara historias del pueblo, aunque al principio se mostró algo reticente.
Este buen señor se venía dedicando desde hace años a averiguar e investigar todo lo que llegaba a sus manos sobre los restos y tradiciones de la localidad. Nos dice que el diseño del pueblo tiene la forma de una cruz, cuyos extremos están marcados por el castillo, una ermita, la iglesia y otra ermita que él pudo localizar en una casa particular actual.
También encontró en un monte cercano una especie de pozo triangular con clara apariencia de haber servido como lugar de sacrificios, por una losa y un canalillo que hacen pensar en ducha utilidad. Dice que sus ángulos señalan los límites de la provincia.
Le preguntamos por qué no recopilaba toda esta información en forma de alguna publicación, que seguramente le subvencionaría alguna entidad local o provincial, pero se le veía un tanto desilusionado.
Daba la impresión de que los actuales responsables del ayuntamiento no eran santos de su devoción.
Ya más confiado con nosotros nos contó la historia de una mujer del pueblo de la que se decía que era bruja y que había fallecido en Barcelona, en fechas no muy lejanas.
En ausencia del médico titular, tuvo que hacer la recepción del cadáver y por esa circunstancia recuerda con precisión los detalles
y fechas del entierro.
Al año siguiente en la misma fecha de su enterramiento, apareció en la calle donde ella había vivido una liebre que venía corriendo desde los campos, y viéndose acosada por los vecinos, se metió en casa de la bruja por la gatera de la puerta, sin que nadie pudiera encontrarla después a pesar de los esfuerzos que realizaron.
Lo más curioso de este caso es que este mismo hecho se repite cada año en el mismo día, terminando siempre la aventura de la liebre de la misma manera, en casa de la muerta.
El practicante quiso quitarle importancia al asunto, diciendo que es normal que para estas fechas echen el ganado a los campos que ya han terminado de cosechar, con lo que se levantan las piezas de caza que hubieran podido quedar escondidas por, los rastrojos, y que actualmente la casa está en estado ruinoso y el animal puede esconderse fácilmente en cualquier rincón.
De toda formas, parece ser que es hecho cierto y comprobado que cada año la liebre aparece por la calle y se mete en la vieja casa de la bruja.
Como al parecer la historia no era de dominio público, nos pidió que no hiciéramos uso de ella, pero los años transcurridos desde entonces nos hacen suponer que, o bien se habrá olvidado la historia de la liebre, o por otra parte puede haberse hecho ya de dominio popular, y en ambos casos no estaríamos rompiendo ningún secreto.
© 2002 Jesús Monreal
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