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Varias son las historias de Philip K. Dick que han sido llevadas al cine con cierto éxito (seguramente recordaremos títulos como Desafío Total o Screamers) La primera de ellas fue ésta que hoy nos ocupa, cuya adaptación cinematográfica (Blade Runner) es hoy considerada uno de los grandes clásicos del cine de ci-fi. Dick murió poco antes de que fuese estrenada.
Si examinamos por separado el texto y la película, nos encontramos con sustanciales diferencias, por lo que el ejercicio de compararlas (dañino hábito que no podemos abandonar) se torna complicado y, en cierto modo, estéril. En algún momento, uno se percata de que son productos diferentes y hay que enfocarlos sin el prisma comparativo.
Dick nos llevó a un mundo en el que la posesión de una mascota (eléctrica, ya que los animales de verdad habían desaparecido de la tierra casi en su totalidad) era un símbolo de status social, igual que hoy lo es la posesión de un determinado automóvil o un reloj de marca. Nos mostró un protagonista no demasiado diferente de cualquier persona que conozcamos, obsesionado con tener una mascota mejor, un hombre que realizaba su trabajo policial como cualquier funcionario. Trabajó la personalidad de los androides para que resultasen casi humanos, porque ése era, creemos, el sentido último de la fábula: Si somos dioses, ¿no pueden ser acaso nuestros hijos una imagen nuestra?
Blade Runner, por el contrario, fue concebido como un producto destinado a llenar salas de cine. Nada tiene que ver la personalidad del protagonista (Harrison Ford, a quien resulta difícl imaginar haciendo el papel de oscuro funcionario preocupado por temas domésticos) y apenas se hace referencia al asunto (capital en la novela) de las mascotas eléctricas. Pero, insisto, hemos de ser capaces de evitar toda comparación, porque lo que se nos ofrece en una y otra no es lo mismo, y podemos disfrutar tanto con la lectura de la novela como con la visión de la película.
Otras novelas de Dick, como El hombre en el Castillo o Ubik han tenido mayor repercusión y posiblemente sean mejores. A "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" yo, no sé por qué, le tengo cierto cariño especial.
Silvio WJ
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