Las reuniones brujeriles podían ser llamadas Esbat o Sabbat. Las primeras eran de importancia menor, más habituales, y podían realizarse en mayor número de sitios: encrucijadas de caminos, bosques, ruinas o incluso casas. Los Sabbat, sin embargo, se reservan para días especiales, como la Noche de Difuntos o la de San Juan, y los lugares elegidos estaban cargados de energía y misterio. Esos sitios reservados para los grandes Akelarres solían ser o los prados situados sobre las cimas de las montañas, o las inmensas cuevas bajo ellas, además de algunos famosos castillos deshabitados.
Esos lugares de culto eran posiblemente centros telúricos utilizados desde la remota antigüedad por otras religiones y para otros rituales.
En España existen dos cuevas que fueron capitales para los conventículos, una de ellas muy conocida, en Navarra, la de Zugarramurdi. La otra, menos conocida, es la de As Guixas, en Aragón. Tanto una como otra llevan el sobrenombre de "Cueva de las Brujas", "Sorguinen lezeak" en euskera (el nombre de As Güixas, con diéresis, que algunos atribuyen a la cueva aragonesa, es posible que responda a una contaminación del vocablo "bruixas", brujas en lengua aragonesa).
La fama de la primera hay que atribuirla al triste suceso ocurrido en el siglo XVII. El tribunal de la Inquisición reunido en la ciudad cercana de Logroño, el siete de noviembre de 1610, condenó a ser quemadas vivas seis personas declaradas brujas. Sus nombres eran María de Arburu, María Baztán, María de Echaute, Graciana Xarra y los brujos Domingo de Subildegui y Petri de Juliangorena. Otras cinco personas habían muerto durante los cruentos interrogatorios, pero también fueron condenadas y unos muñecos ardieron simbólicamente como sus efigies, junto al resto de brujos y brujas. En el proceso fueron acusadas cuarenta personas, casi todos vecinos de Zugarramurdi.
En las declaraciones de la Inquisición, las acusadas relatan el culto y las relaciones sexuales que mantienen con el diablo, así como las orgías en las que participaban al son de tambores y tamborinos de cuerdas.
La Cueva de As Guixas (posiblemente signifique arvejas, en aragonés), situada en Villanúa de Jaca, se abre al lado de un dolmen. Este es un dato importante, pues relaciona de alguna manera los ritos atribuidos a las brujas con la antigua religión de los pueblos megalíticos, y en definitiva, relaciona el mundo de los vivos y el culto a los muertos. Una de las salas de la cueva de As Guixas tiene una hendidura en su parte superior conocida como la Chimenea, un conducto que, dicen, servía a las brujas allí reunidas para recibir la luz de la luna.
Las dos cuevas cuentan con dos elementos comunes: por un lado, la existencia de inmensas salas bajo las rocas, capaces de albergar a gran cantidad de personas (una de ellas recibe el nombre de La Catedral, en As Guixas). Por otro lado, las dos cuevas tienen recorridos de agua importantes, como el Río del Infierno en Zugarramurdi o el sifón de As Guixas.
Existen otras cuevas en España también utilizadas por las brujas: la Cueva del Fenollal en Asturias, las de Amboto, Ulizar y Mañaria en Euskadi; la cueva de Alli en Navarra; las cuevas de Chaves y Solencio en Aragón; la de Collbató en Cataluña; las cuevas de Tentiniguada en las Islas Canarias...
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