ESPECIAL PUEBLOS DEL MAR Número III MMI Julio-Agosto

Sirenas
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Elfos del mar
Inventario de Islas Fantásticas
Una sirena emerge (Poesía)

La leyenda del rey Skiold
Una hoja de cuaderno de bitácora (Relato)
La sirena de Ray Bradbury
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La sirena de Ray Bradbury

La mejor descripción que he leído nunca sobre una sirena, sea cual sea ésta su forma, la he encontrado en unas páginas del escritor de Ciencia Ficción Ray Bradbury:

"Era como si una luz entrara en una habitación verde.
El océano ardía. Una fosforescencia blanca se agitaba como una bocanada de vapor en la mañana del mar otoñal, subiendo. De la garganta de algún oculto abismo del mar subieron burbujas.
Como una luz en el invertido cielo verde del mar, la criatura despertaba, animándose. Era vieja y hermosa. Llegaba de las profundidades, indolente. Una caracola, una gavilla, una burbuja, un resplandor, un murmullo, un arroyo. Suspendidas en las profundidades abisales había ramas de coral escarchado, como cerebros, pepitas como ojos de algas amarillas, hierbas sueltas como cabellos. Crecida con las mareas, crecida con las edades, juntada y atesorada y acumulada en identidades de sí misma y polvo antiguo, tinta de calamar y todas las bagatelas del mar.
Y ahora tenía conciencia".

Pertenecen estas líneas al relato titulado "Las mujeres", que aparece en el libro "Fantasmas de lo nuevo", publicado en España por Minotauro. Ray Bradbury hace posible la reinvención del mito. A veces, la Ciencia Ficción encuentra acomodo en ese brillante ejercicio intelectual de imaginar a los protagonistas fantásticos de las viejas leyendas, desde nuevos puntos de vista. Sirve el mito como argumento básico, pero los escritores -y los lectores- del siglo XXI pueden permitirse visiones nuevas, acordes con los impactos visuales de un mundo heredado de descubrimientos, avances tecnológicos, cadenas de ADN y exploraciones espaciales.

Las sirenas de Ray Bradbury no tienen ni pechos de mamífero ni cola de pez, al menos en esta dimensión:

"Era una resplandeciente inteligencia verde, respirando en el mar otoñal. No tenía ojos pero veía, no tenía oídos pero oía, no tenía cuerpo pero sentía. Era del mar. Y por ser del mar era femenina.
No se parecía nada a un hombre o a una mujer, pero tenía maneras de mujer: sedosas, astutas, escondidas maneras. Se movía con una gracia de mujer. Tenía todas las cosas malas de las mujeres vanas."

No vamos a entrar a valorar la visión que de la mujer pueda tener Bradbury según esa descripción, pero quizá sí que acierta con ella a poner de manifiesto la verdadera esencia de la sirena mitológica. Porque tampoco los antiguos describieron una sirena concreta, y antes que la imagen tradicional de mujer-pez, apareció la sirena mujer-ave. Más parecía que la leyenda trataba de difundir la imagen abstracta de lo femenino, desde el punto de vista de los hombres, claro, y para ello se valía de una alas por lo etéreo y lo divino, un rostro por lo bello e inteligente, una cola de pez por el principio fértil de las aguas.

Y ahora nos encontramos con otra forma de sirena, nada humana, salvo por su conciencia, o quizá por ello simbólicamente humana. Es una sirena que cualquiera hubiera podido ver en el mar, sin saber que era una sirena. No olvidemos la tesis científica según la cual en la actualidad no se conocen más del 40% de los seres vivos que habitan en las profundidades de mares y océanos.

"La blanca espuma, la rama de coral escarchado, la pepita de alga bronceada, el polvo de la marea descansaban en el agua, esparciéndose".

Como las antiguas sirenas, la de Bradbury atrae a los hombres, en este caso no a los marinos, sino a los bañistas, y lo hace de la misma manera que sus antepasadas, con la música, pero entendida de manera parecida a un lenguaje de ondas cerebrales.

"El hombre moreno seguía tendido en la arena, junto a la mujer del traje de baño negro.
La música se levantaba como bruma del agua. Era una música susurrante de ondas profundas y años pesados, de sal y viajes, de rarezas aceptadas y familiares. La música sonaba como el agua en la orilla, la lluvia que cae, el movimiento de unos miembros suaves en los abismos. Era una voz perdida en el tiempo, cantando en una honda caracola. El silbido y el suspiro de las mareas en las bodegas abandonadas de barcos de tesoros. El sonido del viento en un cráneo vacío, sobre la arena calcinada".

Y cuál sea la razón por la que la sirena legendaria desea atraer al hombre también parece ser adivinado por Bradbury:

"La bruma se agitó silenciosa en el agua, muy abajo, sintiendo aún la presencia de la cara y el cuerpo del hombre. Sintiendo al hombre apresado, sujeto, mientras se hundían diez brazas, por un canal que los llevaba caracoleando y girando con ademanes frenéticos a las profundidades de un golfo oculto en el mar."

El final de la historia, sin embargo, no es como el de Ulises. No vamos a desvelarlo, tan sólo diremos que la sirena de Bradbury cree al fin ser muy parecida a la mujer humana, y, desde luego, ambas parecen dibujarse, confundidas en una misma imagen, ocultas en el transfondo de la leyenda antigua.

"La forma suave, la espuma, la hierba, las largas hebras de extraño pelo verde flotaban en el agua. En el resplandor agitado, muy abajo, estaba el hombre".

CH.G.L.

Fragmentos extraidos de:

"Fantasmas de lo nuevo", Ray Bradbury. Ed. Minotauro.

Direcciones de interés:
Ray Bradbury. Datos biográficos en Sitio de Ciencia Ficción

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© copyright 2001 Chema Gutiérrez Lera
Revista ELFOS