Pozo de San lazaro 9. Elfos 2.

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El hombre seguía impasible, sin apartar sus ojos de la mansa corriente, sin que un solo músculo de su rostro permitiese pensar que en él bullía la vida. Evoqué una estatua que había visto en mi niñez, en algún parque olvidado. Los americanos se encogieron de hombros, dieron media vuelta y se dispusieron a alejarse del anciano petrificado en sus propias ensoñaciones. Fue cuando sonó la voz, como proveniente de la misma piedra sobre la que se apoyaba el cuerpo cansado del gitano.

-          Un niño. También mi hermano era un niño cuando se lo tragó el Pozo. Fue hace sesenta años. - las palabras surgían lentamente, como si hubiesen estado esperando durante siglos y ahora tuvieran que desperezarse para poder salir al exterior - La noche de San Juan, hace sesenta años... Ya no recuerdo por qué estábamos ahí. A veces nos metíamos sin motivo; otras, buscando algo que vender para poder comprarnos un poco de tabaco... ¿Qué importan los motivos?... Se lo tragó el río... Delante de mis ojos, sin que pudiera hacer nada... Desde entonces estoy aquí, esperando que el río devuelva a mi hermano. Mi gente cuenta que a veces pasa. A veces el río devuelve lo que ha robado. Eso se cuenta. Pero han pasado los años, me he ido haciendo viejo y el río no ha cumplido... En los ojos del joven extranjero – dijo señalando con su bastón a Mulder - se ve el mismo rastro, la misma espera. Seguramente así serán ya para siempre los ojos de la niñita americana, los ojos de la espera sin esperanza. Vengo aquí todos los días. Por la mañana y por la tarde. Me asomo y espero. En sesenta años he visto muchas cosas, pero nunca he visto que el río devuelva nada. Cada seis meses, cuando se acercan el día más largo y el más corto, algo ocurre en el Pozo. Las aguas parecen moverse de forma diferente, hay algo especial en el aire. No se ve, no se oye, no se huele, no puede tocarse, pero se sabe que algo está a punto de ocurrir. Y entonces, en un instante, ocurre. Casi nunca tiene consecuencias graves. Pero de vez en cuando...

-        ¿Qué es lo que pasa exactamente? – preguntó Scully

-        No sé decirlo. Apenas dura un segundo. Y puede que no sea más que una sensación. Pero, de pronto, algo que estaba allí, ya no está. A veces, es un perro; otras un simple objeto, o una rama flotante... Esta vez, por desgracia, fue un niño. Para mí fue como la repetición de algo que ya había vivido. Igual que cuando se llevó a mi hermano... Vi al chico salir de debajo de la arcada, nadando muy deprisa... De pronto, lo sentí, lo supe... Miré a todos lados, buscando ayuda, quise gritar pero no podía... El miedo me ataba... Sólo podía mirar, sabiendo lo que iba a ver, lo que había visto durante años repetido en mi memoria... y entonces, el río se lo tragó. Sin aspavientos, sin gritos, sin sangre ni cuchillos, sin lucha. Lo vi todo como a cámara lenta, como tantas y tantas veces he visto en mi recuerdo a mi hermano lanzándose al agua y quedándose allí abajo, como si algo más fuerte que la vida le estuviera esperando bajo el agua... pero sólo soy un pobre viejo, yo no sé de estas cosas. Lo que sé es que el niño americano no volverá a salir nunca... Quiero pensar que ahora está con mi hermano y con los otros, haciéndoles compañía, contándoles lo que ha pasado en el mundo desde que ellos se marcharon...

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