Río Ebro. Zona del siniestro. 08h 25´
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Nada, mi sargento. Hemos peinado el río hacia abajo en un radio de diez kilómetros.
Incluso hemos hecho una batida en sentido contrario a la corriente. No hay el menor rastro del chico.
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¿Están avisados río abajo? Si hace falta, habrá que seguir rastreando hasta la presa.
¿Nos hemos puesto en contacto con ellos?
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Sí, mi sargento. En la presa ya han activado el dispositivo de filtrado. Si llegase
allí, lo recuperarían. Pero yo creo que...
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Está bien, Ramírez. No me interesa su opinión. Quiero que se busque por todos lados. En
los aliviaderos, en la desembocadura del Huerva, en cualquier insignificante agujero que pueda estar tapado por el barro. También en las riberas. Hablen con
la gente. Alguien ha podido ver algo. Ni un milímetro de río sin rastrear.
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Así se hará, señor.
- No se
mosquee, Ramírez. No le grito porque sí. Sólo imagine que las fuerzas especiales de los americanos se dejen caer por aquí. Nos secan el río. Eso
además del desprestigio. Piense en la prensa. Ya conoce a esos buitres. Nos haríamos mundialmente famosos por haber sido incapaces de rescatar a un ahogado.
Millones de personas leyendo la noticia y comentando: “Si es que la policía de allá...”
Comisaría zona norte. 08h 35´
Después de las presentaciones de rigor, el capitán Ortega informó a los agentes del FBI (a
través de mí) del alcance de la operación, así como del resultado negativo de la búsqueda del cadáver. No se resistió a la curiosidad y, amparado en su
grado, se atrevió a hacer la pregunta cuya respuesta ardíamos en deseos de conocer.
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¿Qué tiene esto que ver con el FBI? ¿De veras creen que hay algo irregular?
No hizo falta que yo tradujese las palabras del capitán. La agente Scully, anticipándose (sin
duda para evitar que su compañero comenzase a divagar otra vez) contestó con lo que me pareció una pequeña mentira:
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Bueno, nos hallábamos cerca y recibimos la orden de llegarnos hasta aquí para ayudar en lo
posible. Tenga en cuenta la importancia política de la familia del muchacho.
Mulder se removió inquieto en su silla. Sus ojos buscaron los míos. Me hizo un guiño
cómplice y después se dirigió a Scully pidiéndole salir de allí. Tenía calor. El capitán, desconcertado, me miró. Simplemente dije:
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El agente Mulder desearía ver el lugar donde ocurrió la tragedia.
Está bien, Ferrer, condúzcales al Pozo, pero no olvide que es el sargento Galván quien
esta a cargo del rescate. Ya sabe que gasta un genio endiablado.
De reojo, comprobé el aire divertido de Mulder y una indescriptible sorpresa en el hermoso rostro de ella.
Ya en el exterior, me preguntó:
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¿Pozo? ¿Qué es eso de un pozo? ¿Hemos de introducirnos en un pozo?
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