Un largo silencio se esparció sobre
nosotros. Miré al viejo, pero él ya no estaba allí. Había vuelto con su hermano, al fondo del Pozo. Sus ojos volvían a ser ojos de estatua. Después de
un tiempo incalculable, la agente Scully hizo ademán de dirigirse al anciano, tal vez con intención de indagar más a fondo, pero su compañero la tomó con
suavidad del brazo, puso un dedo sobre sus labios y, tras hacerme una seña para que lo siguiera, echó a andar hacia el comienzo del puente, donde esperaba el
automóvil. Aun en el interior del coche podía sentirse la enorme tensión que el relato del anciano había despertado en nosotros. Scully dijo:
- ¿No creerás que...?
- Nos vamos a casa, Scully. Aquí ya no tenemos nada que hacer.
- Pero ese pobre hombre sufre demencia. Es evidente que...
- No está loco. Lo que nos ha contado es la pura verdad. Quizá sea la primera vez que habla de ello con alguien. No ha mentido, Scully, no tenía ninguna razón para ello. Ni tampoco ha desvariado. No es la primera vez que oigo hablar del influjo de los solsticios.
- ¿Perdón? - me atreví a intervenir, completamente desorientado.
- Dijo el anciano que el suceso ocurría cada seis meses, coincidiendo aproximadamente con el día más largo y el día más corto. El solsticio de verano y el de invierno. En muchas culturas hay leyendas asociadas a ese fenómeno. No siempre tienen un fondo de verdad, pero hay algo
en esas fechas... ¿Cuándo tuvo lugar el incidente del autobús, Ferrer?
- Unos días antes de la Navidad.
De nuevo el silencio, la mirada triste y algo ansiosa del agente clavándose en el rostro serio de su compañera.
- Después de todo – dijo ella tomándole la temblorosa mano– Acaso haya cosas que no deben ser comprendidas. Cosas que aún no estamos preparados para afrontar sin que nuestra razón sufra graves desequilibrios. Tal vez no sea aún el momento apropiado. Algún día llegará ese momento. Quizá haya que trasponer muchos umbrales hasta entonces, o un único umbral que nos resulta incomprensible. Mientras llega ese día, mientras esperamos esa comprensión que hoy nos está vedada, puede que no nos quede sino recorrer paso a paso el largo camino que conduce a la verdad. Quizá sea el acto mismo de caminar por esa senda lo que nos haga dignos, finalmente, de todas las revelaciones...
FIN?
El autor de este relato solicitó a ELFOS permanecer bajo el seudónimo Serenidad, nombre con el que lo publicamos una vez comprobada su verdadera identidad. Garantizamos su autoría y la autenticidad de la dirección de correo electrónico serenidad@teleline.es
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