"Leer y rascar, todo es empezar" Nos permitimos modificar el refrán para ilustrar este editorial de la versión 3 de El Cronista de la red. Defendemos, siempre lo hemos dicho, el derecho a crear y a expresar lo creado, de ahí que ofrezcamos un Espacio de Creación en esta revista. El derecho a la libre expresión implica otros derechos: el de escribir, el de dibujar, el de escuchar, el de leer, el de publicar, el de saber. Andan en medio de este barullo los libros, esos viejos libros de papel que hoy son objeto de debate. Unos auguran su desaparición. Otros defienden sus fueros. Las tecnologías digitales y las redes digitales de comunicación son los factores que han venido a revolver la cuestión. Pero quizá sea necesario, antes de comenzar cualquier discusión, replantearnos qué queremos decir cuando hablamos del libro. Una cosa es el libro, y otra lo que hay dentro, una cosa es el soporte y otra es lo que se dice a través del soporte. Nadie ha puesto en duda que las palabras vayan a desaparecer sólo porque ya no hablamos de tú a tú, sino a través del teléfono; ni nadie se ha planteado si va a desaparecer la música en directo, sólo porque abunden cada día más los sistemas de almacenamiento y reproducción de audio. Sin embargo, miren ustedes por dónde, sí nos planteamos si van a desaparecer los libros, como si eso significara que se iba a dar la puntilla a la literatura, a la novela, a la poesía... Una pequeña historia Hubo una vez un emperador chino que trató de hacer desaparecer el libro, bueno, lo que entonces entendían por libro, y no lo consiguió. En el año 213 antes del nacimiento de Cristo, Qui Shi Huangdi decidió destruir todas las tablillas donde antes se escribía, porque en ellas, pensaba, se criticaba su poder. Gracias a esta ocurrencia, muy propia de los políticos, apareció la tinta china. Nadie se planteó dejar de escribir, sino que se inventaron un producto a base de negro de humo y de goma, y lo aplicaron con una caña o un pelo de camello a la seda. Los avatares de la escritura llevaron a que ésta fuera utilizada en multitud de soportes a lo largo de la historia: papel de arroz, tela, tablas, piedra, bronce, pergamino... Los libros de entonces se encerraban en canutos, se enganchaban en listones de madera, se enrrollaban con cintas... Y se seguía escribiendo y publicando... a mano. Hasta que un día llegó Guttenberg, sí, pero esto no fue un punto final, sino solo un capítulo más de la historia del libro. Porque hay muchos más años por detrás de él, mucha más vida de la Humanidad pensante antes de la imprenta, que después. Quiero decir, que la velocidad de los inventos tiene un crecimiento exponencial: a mejor invento, más rápidamente llega otro a superarlo. Es lo que pasó con la imprenta y es lo que pasará con la electrónica digital. Pero a cada cual, lo suyo: Poco antes de la invención de la imprenta, hacia 1450, solamente en Europa había unas cuantas docenas de miles de libros, todos ellos escritos a mano. Cincuenta años después de la Imprenta, hacia 1500, ya había 10 millones de libros impresos. Y encima, la sociedad, la filosofía y la religión daban un vuelco mundial a partir del protestantismo, favorecido por la existencia del libro concebido tal como hoy lo seguimos entendiendo. Cara y cruz, o viceversa No tienen sentido las posturas beligerantes. La humanidad se seguirá expresando, seguirá creando, y aumentarán y mejorarán los canales de distribución, los soportes, y los medios de fabricación. Decía Susan Sontag: "la suerte del libro nunca estuvo en igual decadencia. Son cada vez más los que se zambullen en el gran proyecto contemporáneo de destruir las condiciones que hacen la lectura posible, de repudiar el libro y sus efectos. Ya no está uno tirado en la cama o sentado en un rincón tranquilo de una biblioteca, dando vuelta lentamente las páginas bajo la luz de una lámpara. Pronto, nos dicen, llamaremos en "pantallas-libros" cualquier "texto" a pedido, y se podrá cambiar su apariencia, formular preguntas, "interactuar" con ese texto. Cuando los libros se conviertan en "textos" con los que "interactuaremos" según los criterios de utilidad, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en otro aspecto de nuestra realidad televisiva regida por la publicidad. Este es el glorioso futuro que se está creando y que nos prometen como algo más "democrático". Por supuesto, usted y yo sabemos, eso no significa nada menos que la muerte de la introspección... y del libro". Y sin embargo, veamos algunos "logros" del "texto digital": El 250 aniversario de la muerte de Johann Sebastian Bach fue conmemorado con un proyecto único en la historia de la música: Bach Digital. La Biblioteca Nacional de Berlín e IBM han aunado esfuerzos para crear el primer archivo digital de Bach, al que ya se puede acceder a través de Internet. Además de ofrecer una serie inédita de documentos históricos de Bach, también se pondrá a disposición de los navegantes la mayoría de las partituras manuscritas por el compositor alemán (entre paréntesis: ¿recuerdan que en Aragón están celebrando el 100 aniversario del nacimiento de Buñuel? ¿por qué a nadie se le ha ocurrido algo semejante?) El Aleph es una librería de textos en español, sobre todo de carácter científico, aunque también pueden encontrase obras de ficción tanto de autores modernos como clásicos. >>La Biblioteca Virtual Cervantes atesora más de 3.000 títulos (¿son o no son libros?) que pueden consultarse conectados a Internet. >>Las novelas del escritor egipcio Naguib Mahfuz, literato árabe distinguido con el premio Nobel de Literatura y prácticamente desconocido en occidente, serán publicadas en Internet por el editor de los Emiratos Arabes Unidos(EAU) Ibrahim Moalen, que ha pagado al autor egipcio 285.000 dólares para hacerse con los derechos de difusión de su obra por la Red. >>El Proyecto Gutenberg, quizá el origen del interés por el libro digital, un web creado en 1971 por Michael Hart con el fin de que personas de todo el mundo colaboren gratuitamente copiando y transcribiendo digitalmente textos libres de derecho de autor, y poniendolos a disposición de todo el mundo en Internet. >>Esta humilde iniciativa, El Cronista de la red, que ofrece sus páginas digitales a quien quiera publicar, y como esta revista, tantas otras que cada vez abundan más. Por eso, creemos que la escritora Susan Sontag no está hablando de la desaparación del libro, sino de otras cosas: ella teme que desaparezca un imaginario ambiente bucólico y personal en el que se desarrolla el acto de leer. Ella parece ignorar que el imperio de la publicidad ya manda en el actual mercadeo del libro impreso y las editoriales. Porque la muerte de la introspección sólo depende de uno mismo. Imaginar el futuro Mientras tanto, los viejos, los ciegos y los niños podrán volver a escuchar cuentos y relatos hablados, porque las tecnologías lo harán posible. Mientras tanto, en un lejano pueblo de Teruel, el maestro de escuela no tendrá que esperar a que el Corte Ingés le envíe con recargo y semanas después de su aparición ese libro que tanto desea, y que, por supuesto, no puede encontrar en su tienda (eso si Telefónica se digna a mejorar la red de comunicación, pero esto es harina de otro costal). Mientras tanto, los padres ya no tendrán que gastarse miles de pesetas en libros de texto iguales cada curso escolar, ni los alumnos tendrán problemas de espalda por arrastrar enormes mochilas de aquí para allá. Mientras tanto, no perderemos las hojas de nuestra querida y vieja edición barata del libro ya descatalogado, ni sufriremos las manchas, arrugas y tachones de libros sacados de las biblioteca. Mientras tanto, soñemos, podremos elegir nuestra propia encuadernación, ilustrar con nuestros dibujos ese cuento que imaginamos de niños, y jugar a impresores en nuestra propia casa, elaborándonos nuestra propia biblioteca de tomos con lomo de cuero y guardas... Todo esto será posible, puestos a imaginar, como hace Susan Sontag. Para otra versión de El Cronista dejamos, sin embargo, la parte oscura: la lucha que las grandes compañías de software han iniciado para hacerse con el monopolio del formato del libro electrónico, incluida la tinta electrónica, y seguir ganando así inimaginables sumas de dinero... Nuestra contribución Nuestra contribución a los nuevos "libros", y a la nueva "escritura" es esta: la versión 3 de El Cronista de la red, con un fotopoema (de alguna manera hay que llamarlo) de Luisa Miñana con imágenes de Miguel Angel Latorre; un artículo de Marisa Lamarca sobre el idioma español de obligada lectura, por cuanto el idioma es el verdadero instrumento de cualquier libro que queramos imaginar; una entrevista con los nuevos "libreros", Luis Botella, director de la librería virtual Amares.com; nuestro personal proyecto Guttenberg, las traducciones al español, en este caso de poemas de Keats, por Rafael Lobarte; un comentario sobre el relato premiado por la Institución Fernando el Católico, escrito por Santiago Gascón, un autor que comenzó publicando en Internet; y, por supuesto, gracias a la colaboración de los nuevos creadores, un pequeño pero valiosísimo "libro electrónico", el relato "El Caballero Silencioso", de Domingo Horcas. Además, las secciones habituales de "Apuntes de viajes" (de Zaragoza al desierto, por J. Mendivil), "Callejear" (la locomotora) y "Patrimoniografías" (la Plaza de la Magdalena). Cuando quieran, empiecen a leer.
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