Yo digo que el niño no hace nada más que preguntar por qué y por qué; pero el niño deja súbitamente de preguntar, y lo hace no porque ya lo sepa todo, sino porque a lo mejor ya se ha resignado a no saber más. Sobre el tema de estar en la caverna y -por imaginación o por sensibilidad- ser capaces de encontrar algo más allá de ese estado concreto, de la realidad, hay que preguntar de qué caverna estamos hablando. Si es de la caverna de Platón, está muy claro que Platón dijo que la gente confundía las sombras con la realidad, o mejor, creían que las sombras era la realidad. Cuando yo escribo esta novela, no se trata de un desarrollo en el mismo sentido en el que Platón lo planteó, es decir, yo no intento hacer eso, en primer lugar porque no soy filósofo, y porque estoy viviendo en el final de siglo y principio de milenio. Por tanto, me preocupa saber hasta qué punto plantarse en la caverna es o no aplicable hoy, o si hay o no alguna coincidencia entre aquello y esto, desde el punto de vista de un cambio que se está produciendo en la mentalidad humana coincidiendo con el final de siglo. Este cambio es, nada más y nada menos, que se está llegando al final de una civilización. Las civilizaciones nacen, prosperan, se enriquecen, mueren... y ésta no se muere en el sentido de la muerte o desaparición de la civilización maya, o inca, o griega o romana; sino que se está transformando en algo distinto. Sobre todo, es el ser humano el que está cambiando, tampoco soy yo el primero en decirlo, ni siquiera el segundo o el tercero, lo que está por llegar es un ser humano nuevo, distinto al de este momento. Lo han dicho Eco o Chomsky.
Hemos pasado -es un ejemplo- de una situación de privacidad personal, que era algo sagrado a lo que ahora hay, una especie de impudor, esa privacidad no existe. Por ejemplo, eso se ve en la naturalidad con la que se habla por el móvil en cualquier sitio. Esto no es más que un pequeño detalle , pero si añadimos la ingenieria genética, los clones, la manipulación en la relación de cada uno de nosotros con la sociedad, los cambios tecnológicos, internet... todo esto cambiará al ser humano que ha sido hasta ahora, en esta parte del mundo, integrante de una civilizacion cristiana... De alguna forma, todos nosotros somos aún descendientes del siglo XVIII, la Enciclopedia, la Ilustración, la razón mediadora del mundo y la sociedad... Esto se está terminando, es un ser humano que se acaba. No se acaban los seres humanos, pero vendrá otro, y no hace falta tener una imaginación muy fértil, si nos planteamos lo que tenemos ahora ya y nos hacemos una idea de lo que será el año dos mil ciento uno o ciento dos. Es decir, está pasando algo de lo que no nos damos aún cuenta. Sobre todo, las diferencias entre lo que ha pasado en los ultimos veinte años es una cosa increíble. El cambio se esta haciendo a una velocidad increíble que no nos deja ni tiempo para reflexionar. El cambio nos lleva en dirección a algo; no estoy diciendo si es bueno o es malo, pero no hemos tenido capacidad de reflexionar sobre lo que nos está pasando, y eso sí que es malo.