Senderos página 2/5. Sergio Borao Llop.

Cronista

SenderosSergio Boraou Llop
página 2/5

Pero aquí arriba, sumidos en la pureza, plenos de maravillas recién descubiertas, esperanzados ante lo que aún hemos de conocer, ¿quién pensaría siquiera un momento en regresar? ¿quién sería capaz de renunciar cuando el sendero continúa y se pierde tras aquella curva en la que un frondoso abeto parece llamarnos con un suave bamboleo? Así, tras un brevísimo descanso, tomamos un lado y seguimos subiendo. Después de esa curva, viene otra. Más allá de ese abeto, habrá sin duda muchos otros. El bosque no es sino una sucesión compacta de árboles. El sendero, una sucesión de curvas y pendientes, una línea terrosa adentrándose en la tupida superficie verde y formando figuras que el viajero aún no ha aprendido a descifrar.

Nuevas bifurcaciones van marcando nuestro itinerario. En cada una de ellas nos hacemos la misma pregunta: ¿Adónde conducirá el sendero rechazado? ¿qué maravillas nos estará vedando nuestra propia elección?. Sin embargo, sabemos que hemos de ser constantes para no extraviarnos. Por eso, tomamos el camino prefijado, aun sin poder evitar un leve aguijonazo en la nostalgia, sabiendo que algo precioso e irrepetible se ha quedado varado en cada encrucijada.

Tal vez el sendero, si lo miramos bien, se haya estrechado un poco; acaso la vegetación comienza a resultar algo más hostil; quizá el cansancio haya empezado a afectarnos, pero tenemos la convicción de que la culminación de nuestras andanzas no ha de hallarse muy lejos. A estas alturas sería absurdo renunciar. Tal idea no cabe en nuestro lenguaje.

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