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En el corazón de la Zaragoza de ayer y de hoy se encuentra la Iglesia de San Gil, justamente dando la espalda entonces a una de las puertas que daba acceso a la judería de la ciudad, y en la actualidad mirando a la fachada trasera del Teatro Principal, porque el edificio religioso cambió su orientación al ser reformado en el siglo XVIII. La encontraremos exactamente al comienzo de la calle conocida popularmente por el mismo nombre que identifica a su iglesia y oficialmente denominada como de Don Jaime I. La apariencia actual de San Gil es consecuencia de la remodelación barroca a que fue sometida entre 1719 y 1725. Ahora bien, la fundación de la iglesia se remonta a poco después de la conquista cristiana de la ciudad, siendo posteriormente reconstruida en el siglo XIV, en términos mudéjares, y según una tipología de iglesia-fortaleza, de la que es arquetipo. En concreto presenta una configuración en nave única, con dos tramos y capillas laterales entre torres-contrafuerte, y con tribuna o paseador por encima de los laterales. Por desgracia, estas importantes características apenas pueden apreciarse al quedar el edificio envuelto casi en su totalidad por construcciones posteriores. Sólo la magnífica torre, amenazada de demolición en 1358, como la de San Pablo, se puede contemplar con comodidad desde la calle. De manera sabia y elegante, sus constructores solucionaron el paso, en la zona inferior, de planta cuadrada a rectángular, lo que se produce por encima de la línea de tribunas. Por su parte, el cuerpo de campanas se estiliza gracias a la presencia de dos filas de vanos: la inferior en arcos tumidos partidos por pilastra, bajo otros apuntados, como en San Pablo, y la superior compuesta por arcos tumidos también. Como elementos decorativos cabe mencionar las cruces de múltiples brazos formando rombos, con discos de cerámica; los arcos mixtilíneos y lobulados, ambos entrecruzados, recuadramientos en alfiz para los vanos, o el anudamiento de las claves de los arcos, de arcaica tipología. |
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