Bueno es leer, pero lo nuestro es consumir ¿Es positiva la fiebre Harry Potter?¿Es bueno que niños y niñas de todo el mundo lean ávidamente los mismos libros? No sé qué pintamos ahora volviendo sobre este asunto, pero como El Cronista de la red es una revista cultural no podemos dejar pasar por alto el mayor fenómeno cultural de la historia de la Humanidad desde la invención de la tele, a saber: los niños y las niñas de hoy leen libros. -¿Que me dice usted?¿Que las colas esas que salían de Independencia eran para comprar un libro? Vamos, hombre.
Eso para empezar. Lo de fijar una hora determinada para comenzar a vender los libros, responde a la antigua costumbre del inicio del espectáculo, o sea, las cinco de la tarde para los toros. En este caso, se favorecen las vías habituales de comunicación de masas, según las cuales un acontecimiento programado tiene más cuota de pantalla, porque puede ser lógicamente, preparado por los medios de comunicación y anunciado a su público. Desde el punto de vista de las Agencias de Publicidad y Gabinetes de Prensa, es una táctica muy vieja: consiste en alargar lo máximo posible el interés por una misma noticia. Se anuncia, se filtran rumores, se fija fecha, se facilita documentación previa, se cubre el acto, se informa de las repercusiones. En conjunto, se trata de ofrecer una imagen, que es lo que impulsa al comprador: si todos compran rápidamente el mismo libro, es porque hay que comprarlo (porque es bueno, porque es barato, porque es símbolo social, porque se acaba...) Da igual que sea para niños, los niños no se lo compran, son los padres los que lo compran para ellos (igual que con los juguetes, la publicidad sabe que no tiene que decir "compre a su hijo", ya se encarga el chaval de insistir). La razón principal es el mimetismo, es decir, la necesidad de integración en el nicho social mayoritario. Esto desde el punto de vista del adulto. Pero, -¿a que es güay lo que le pasa a Harry Potter (Jarripóter) en En busca del cáliz de fuego? Te lo tienes que leer, papá, es de chulo... Un libro de 635 páginas -en la edición española- ha conseguido lo que no pudo lograr ninguna edición infantil de El Quijote con los lectores de generaciones anteriores: que los niños y niñas lean, se diviertan leyendo, imaginen leyendo. -Sí, claro, ¿pero me va a decir usted ahora que así aprenden? Rotundamente, sí. No hablamos del contenido. Ante un libro, y de más de seiscientas páginas, el intelecto debe aprender a permanecer activo, debe exigir un esfuerzo de concentración mental importante, que ya lo quisiera para su clase el profesor de lengua. El niñ@ aprende, intuitivamente, el razonamiento lógico y la técnica del discurso narrativo, es decir, dos de los elementos más importantes para desarrollarse en sociedad: el pensamiento y la comunicación. -Pero, ¡si hasta algún cura católico lo ha condenado en Europa por hereje e incitación a la brujería! ¡Alma de Dios! ¿Cuándo aprenderemos que los límites de las estrategias publicitarias son inescrutables? Y una cosa más. Estas crías y estos críos nos van a dar la vuelta a todos, como ya está pasando en los colegios. Algunos profesores no se enteran de que la cultura a los chavales les llega por canales impensables hace unos años: videojuegos, fanzines, e-zines, rol, internet, wap... Es como si un maestro se empeñara en seguir enseñando caligrafía con tiza y pizarrín cuando todos tienen papel y bolígrafo, y lo que sería más grave aún, ¡que ese maestro no supiera accionar el sistema de muelle del bolígrafo para sacar la punta! Chema Gutiérrez Lera |
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