Padre e hijo -2- |
Eladio había renunciado a luchar contra la dejadez y tardaba varios días en vaciar el orinal, en retirar del suelo los gargajos, en recoger los platos, en bajar la basura, en ducharse, en ventilar la casa. De alguna manera, Eladio había renunciado a todo y muchas veces pensaba que la culpa la tenía compartir la cama, eso lo hacía sentirse humillado, no sabía muy bien por qué, o quizás era tan sólo por soportar tan de cerca las flatulencias de su padre, sus ronquidos, su aliento agrio, sus sudores, era como si aceptando aquello renunciara al mínimo ámbito de dignidad, de humanidad incluso. Por eso Eladio, después de mirar hacia el bulto entrevisto y agitado del cuerpo anciano de su padre y de pensar cuánto más va a vivir, se levanta con sigilo, se viste y sale a la calle a esperar a que se haga de día y a que abran las tiendas para por fin empeñar o vender el reloj de oro y comprar dos camas, una para cada uno, aunque del disgusto le diera a su padre un síncope y se quedara tieso; por lo menos se quedaría tieso en cama propia. Autorretrato, entre el reloj y la cama,(1940-42). E. Munch. Oleo sobre lienzo, 149.5 x 120.5 cm; |
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©2009 El Cronista de la red
Versión 19.0 - Septiembre 2009
El cronista de la Red número 19. Biografía, relato, fotografía, arte, dibujo, poesía, libros, traducción, nuevos creadores. Viaje, la historia, la arquitectura y la cultura