De alumbramientos, máquinas y guerras tras las puertas del cortometraje español - 2- |
En el cortometraje español hay de todo y para todos (animación infantil o para adultos, drama social, musicales delirantes, alegatos antibelicistas, documentales, falsos documentales, relatos de no ficción, introspecciones sesudas, comedias ácidas e inteligentes, ), y sirve además como termómetro o piedra de toque para acercarse a la realidad de nuestra cinematografía más allá de los oropeles de los flashes y el cine anunciado en los telediarios, de todo aquello que desvirtúa nuestro punto de vista a través de una pretendida imitación más bien cutre del star-system norteamericano. El cortometraje, como es lógico, sigue sirviendo a la que es su primera finalidad, la entrada a la profesión de nuevos talentos, de futuros cineastas, hoy preferentemente salidos de escuelas de cine, que ven en el cortometraje la manera de experimentar y familiarizarse con el lenguaje visual y la narrativa cinematográfica más allá de la teoría recibida en sus clases. Pero además del que es su objeto primordial, y debido principalmente a los interminables obstáculos que impiden abrirse paso en una profesión que cuenta con un reducido numerus clausus de admisiones impuesto por el mercado, el cortometraje se ha convertido en los últimos tiempos, gracias también a las nuevas tecnologías, en una ventana muy dispar que radiografía a la perfección la realidad cinematográfica, sobre todo porque en él encontramos expresión de otros fenómenos acerca de la creación cinematográfica en España, o bien de las dificultades que rodean a ésta: nuevos talentos que, mientras son ignorados en su país, acumulan galardones, selecciones y nominaciones en festivales internacionales (como Eduardo Chapero Jackson y su magnífico Alumbramiento o ese estupendo trabajo de Alex Pastor, La ruta natural); directores consagrados que ruedan cortometrajes para su difusión en festivales de cortos amateurs celebrados en Internet (como Notodofilmfest, por citar uno de los más conocidos y longevos y que reúne una buena cantidad de nombres ilustres); sobrevalorados directores "de culto" que dan rienda suelta a su - presunto - humor de letra gorda con innecesarios divertimentos anclados en los ochenta y claramente destinados al autobombo (como Pedro Almodóvar y ese nefasto despropósito llamado La concejala antropófaga), cineastas que ya han debutado con éxito de crítica y/o de público en el largometraje (Daniel Sánchez Arévalo o Javier Fesser, nominado en su día también al Oscar por el corto Binta y la gran idea) y que siguen viendo en el corto, incluso por razones sentimentales, vehículo de expresión para sus historias; bocanadas de aire fresco que, por culpa del cobarde, pacato y a menudo ignorante sistema de distribución y quizá también a causa de una deficiente educación audiovisual en el espectador quedarían anónimas si no fuera por la red y sus amplias posibilidades de difusión (como Jossie Malis, dibujante, ilustrador, animador y realizador de un talento poco común); directores desconocidos por el espectador medio que sin embargo logran gracias a las nuevas tecnologías un éxito de audiencia que ya querrían muchos cineastas para sí (como Guillermo Zapata y su corto Lo que tú quieras oír, que acumula decenas de millones de visionados por Internet); nuevos cineastas que tras despuntar con éxito con sus cortometrajes hasta el punto de ser nominados al Oscar de Hollywood o ver sus trabajos emitidos por televisión (Nacho Vigalondo con su gloriosa gamberrada musical 7:35 de la mañana, Borja Cobeaga con su espléndido Eacute;ramos pocos o Luiso Berdejo y Jorge C. Dorado y esa noqueante joya titulada La guerra), se las ven y se las desean para dar el salto al largometraje (Vigalondo con su irregular Los cronocrímenes, de largo y trabajoso parto, Cobeaga con la igualmente difícil pero exitosa Pagafantas y Berdejo, salto a Hollywood incluido, con The new daughter, protagonizada si todo va bien - o mal, según se mire- por Kevin Costner), a menudo con calidad inferior a la lograda en sus cortos; directores de cortometrajes de indudable capacidad que sin embargo no llegan a dar su primer paso en el largo ; y por último, el hecho más incomprensible de todos, el de los cineastas de talla mundial, reconocidos como de entre lo mejor del arte cinematográfico de todos los tiempos, que ruedan cortometrajes por la falta de apoyo de parte de una industria zafia e ignorante que les ha dado la espalda en busca de un dinero más fácil, rápido o seguro: el caso más flagrante es el de Víctor Erice, autor de tres obras maestras del largometraje (El espíritu de la colmena, El sur y El sol del membrillo), las tres en precarias condiciones de financiación que le obligaron en algún caso a mutilar o a rodar por debajo del metraje y del guión previsto, que, viendo desestimado su proyecto de guión de La promesa de Shanghai, basado en la obra de Juan Marsé, se ve apartado por los productores de un arte para el que ha demostrado tener una capacidad y un talento sin límites, desde luego muy superior al de otros cineastas más mediáticos y de taquilla fácil que, sin embargo, no rodarán jamás una película que se acerque ni un ápice a la magnificencia de Erice como cineasta (el ejemplo de la versión finalmente rodada de El embrujo de Shanghai es palmario: de obra de arte potencial en manos de Víctor Erice pasó a uno de los mayores y más ruinosos fiascos del cine español reciente gracias a Fernando Trueba, Andrés Vicente Gómez y Cristina Huete). Víctor Erice No es propósito de este artículo trazar de manera exhaustiva las líneas del panorama del cortometraje español, pero sí en cambio escoger unos pocos ejemplos que ilustren su poliédrica naturaleza y, por extensión, el retrato más veraz y aproximado del talento real que reside en el presente y futuro cine español a poco que los criterios de producción vayan más ligados a la calidad que a la publicidad y al inmediato balance de pérdidas y ganancias (la insoluble cuestión de fondo radica en si es más beneficioso producir elículas hipotéticamente rentables a corto plazo y olvidables el día de mañana o apostar por el arte de largo recorrido que genera ganancias seguras, aunque más prolongadas y dispersas en el tiempo). Para ello, vamos a referirnos en particular a unos cuantos cortometrajes de los últimos años que destacan en alguno de los aspectos ya comentados. |
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© texto 2009 Alfredo Moreno |
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Versión 19.0 - Septiembre 2009
El cronista de la Red número 19. Biografía, relato, fotografía, arte, dibujo, poesía, libros, traducción, nuevos creadores. Viaje, la historia, la arquitectura y la cultura