Tajimara

Tajimara: historias en espejo - 3-


    Cecilia ama a Guillermo y nuestro protagonista se encuentra frente a un horizonte de expectativas que lo lleva fuera de si mismo, escapando al dominio de la objetividad y entregándolo al de la indignidad:


    Empecé a esperar todas las noches frente a su casa. El sabor amargo en la boca, la rabia y el desprecio por mi mismo [...]. La vergüenza de tener que esconderme detrás de cualquier cosa cuando ella llegaba con Guillermo y el odio el día que los encontré caminando del brazo (87).


    Se figurativiza la separación de la pareja. Desde el sentimiento de que ha aceptado lo existente en sí, quedándole el desencanto, la soledad, la nostalgia y la necesidad de sustituir el aislamiento de su ser, su discontinuidad, el narrador se convierte tan sólo en su narrador y entra al tiempo sin tiempo de la escritura para decirnos que:


    Componemos todo con la imaginación y somos incapaces de vivir la realidad simplemente. [...] El sentido de la historia es lo de menos; mientras la escribía sólo tenía presente la imagen de Cecilia. Jamás podemos olvidarnos de nosotros mismos y nuestros problemas envuelven a los demás y los deforman (91).


    Las exigencias de la ética tradicional obstaculiza, entre otras cosas, la realización de la pareja en un nuevo espacio: el de la identidad donde vida y cuerpo son sinónimos, romperlas es casi imposible en una sociedad donde existe una red de convenciones siempre iguales que no sirven más que para enrevesar, complicar y reprimir el cambio; "apenas pensamos en la naturaleza del hombre, en esa vida que descansa en el cuerpo, la legitimidad de la cultura puede ponerse en duda" (12). Mujer, hombre y mundo constituyen un enlace recíproco donde la importancia de estar unidos debe fundamentarse en la necesidad de "redescubrir no lo más lejano sino lo más íntimo y diario: el misterio que es cada uno de nosotros" (13).


    RELATO DE LA TRANSGRESIÓN


    Pero ésta no es la historia que quiero contar. La otra, la de Julia y Carlos, significa realmente algo (75), manifiesta el narrador. En un mundo de numerosas posibilidades, la unión erótico-sexual consanguínea, o de parentesco, es una prohibición establecida, considerada además contra natura y manifestación de animalidad perversa en el hombre. Sin embargo, "la prohibición no cambia la violencia de la actividad sexual, pero le abre al hombre disciplinado una puerta a la que la animalidad no podría acceder: la de la trasgresión de la regla [...] donde el erotismo adquiere el valor de una subversión" (14). Julia y Carlos transgreden esta regla, esta prohibición, revelándosenos como víctimas de una pasión que los sumerge en la atracción y el horror, la afirmación y la negación. Dos hermanos artistas que para poder vivir su relación incestuosa, se refugian en un espacio separado del mundo, una casa de campo a las orillas de Tajimara, recibiendo burlas de la gente del pueblo pero ellos, sin mirar a nadie:


    En el pueblo todos se reían de Julia y Carlos. Ellos nos recibían manchados de pintura de la cabeza a los pies, y se reían más que nadie, pero se vigilaban mutuamente, y sólo se quedaban tranquilos cuando los dejábamos solos otra vez. Carlos tenía que soportar el asedio de Clara y a Julia la perseguían todos; pero ellos no miraban a nadie (81).


    Sus sentidos se volcaban en ese deseo que comprendía ciegamente y ligaba sus cuerpos:


    Julia [...] llamó a Carlos [...] Él se acercó y se paró a su lado. -¿Qué tal- preguntó ella. -Muy hermosa- dijo él, mirando a Julia. Y de pronto le pasó el brazo por los hombros y la besó en el cuello (82)


    "El yo que reflexiona sabe que vive en determinaciones de objetivos respecto a los cuales el mundo es la base y fundamento" (15) y los hermanos-amantes lo enfrentan, se abre para ellos el sentido (o el sin sentido) de su coexistencia en medio de una sociedad que castiga el salirse de los límites que ha establecido, su orden, su lógica que impone. Su relación con el mundo está caracterizada por la prohibición, la culpabilidad, la imposibilidad, la vergüenza y el ocultamiento, donde se puede inferir la conclusión que se desencadena mientras las calles de Tajimara recibían el frío de la lluvia y en la casa de Julia y Carlos se celebraba una fiesta de despedida donde Carlos, al lado de su hermana, con un discurso revelador y desgarrador expresa:


    Como dos gotas de agua, como una sola fuerza, y la lluvia se desprendió de la nube porque la unión era imposible y no podía ignorar al sol [...] Pero no se debe revelar la verdadera esencia de los hechos (90).


    El sin remedio nos envuelve al terminar de leer este riquísimo y complejo texto en el cual se percibe el eco de la prosa de Robert Musil. Las dos historias se hacen y deshacen y al final, la derrota del amor y el triunfo del orden establecido acrecienta la sensación de vacío, donde la ausencia del ser amado en la memoria y en el espíritu de los amantes, es una presencia fija. Juan García Ponce, pilar de la que se ha llamado Generación de Medio Siglo (Inés Arredondo, Juan Vicente Melo, Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Tomás Segovia, entre otros), ha marcado importantemente a la literatura mexicana con su obra (cuento, novela, teatro, ensayo, crítica) ocupando un lugar privilegiado en el vasto panorama de la literatura.


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    (12) García Ponce, 1991, 109.

    (13) Octavio Paz, 1993,172.

    (14) Bataille Georges, El erotismo, Ed. Mateu, Barcelona, 1971, p.269.

    (15). Merleau-Ponty, 1957, 311.


Tajimara

© texto 2008 Magda Díaz y Morales

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Versión 17.0- Junio 2008