Hace algunos años hastiado por una parte de lo que podría
denominarse como excesos de la mente y del corazón de la literatura contemporánea, así como de perder la mayor
parte del poco tiempo en que podía permitirme el lujo de leer en obras generalmente de escaso o ningún valor, y por otra,
interesado en profundizar en la comprensión del hecho literario, decidí -aunque no por supuesto de un modo
exclusivo-, dedicarme a la lectura y al estudio de unos cuantos autores que suelen entrar en el grupo de los denominados clásicos
-a veces, y siempre por ignorancia, peyorativamente- y cuyas obras han venido resultando perfectamente adecuadas para mis intenciones.
Y uno de ellos ha sido Dante. Una de mis lecturas más
recurrentes, aunque no tan sistemática como en otros casos, ha venido siendo la de diversos pasajes de la Divina Comedia. De ésta,
como no podía ser de otro modo dado el gusto por el expresionismo del siglo XX, el libro que hasta ahora más había
frecuentado era el Infierno. Haciendo un poco de memoria, creo que llegué al poeta italiano de un modo un tanto extraño
quizás, pues fue a través de la literatura inglesa. Shelley y T.S. Eliot, dos de mis poetas favoritos en la primera y única
juventud, adoraban a Dante, y Eliot que vivió el periodo de entreguerras, es decir, su infierno particular, admiraba sobre todo
esa parte de la Comedia.
Pero luego de adquirir una edición bilingüe publicada por la
editorial Homo Lenges y, más recientemente, una italiana a cargo de "Newton Compton Editori", que cuenta con unos
comentarios estupendos a cargo de Giovanni Fallani y Silvio Zennaro (comentarios absolutamente necesarios si se quiere profundizar mínimamente
en este tipo de obras), he comenzado a leer, esperando con el tiempo hacerme digno de alcanzar al fin el Paraíso
, los primeros
capítulos del Purgatorio. Y a este libro, con más precisión, al capítulo III pertenece el pasaje dedicado
al rey Manfredo que me gustaría ofrecer como lectura en su lengua original acompañada de unas cuantas líneas
explicativas y de una traducción literal que la facilite.
Y el episodio se presenta en su lengua original porque es la mejor
manera de apreciar un texto literario; esta máxima que es aplicable con carácter general a todos los géneros, en
lo que respecta a la poesía, debido a sus especiales características en las que prima la cualidad, la calidad de la palabra poética,
la musicalidad y el ritmo que derivan de su disposición, resulta imprescindible. Asimismo el lector, ante la dificultad que ha
de presentarle una lengua que no es la suya, se verá obligado a realizar más de una lectura y éstas de un modo pausado,
que es la forma más adecuada de leer poesía.
No obstante, en este caso la tarea es bastante más fácil
que en otros, porque la lengua de Dante, el italiano, no deja de ser extraordinariamente afín a la nuestra, y también porque
el ritmo y la estructura estrófica empleada, el endecasílabo y los tercetos encadenados ("terza rima" en italiano, una
innovación técnica del propio Dante), son algo familiar para alguien habituado a la métrica española (recuérdese
a modo de ejemplo que en el ámbito de la poesía contemporánea Miguel Hernández en la Elegía
dedicada a Ramón Sijé utiliza este tipo de estrofa). Pero hay que señalar a este respecto que el acento en cuarta y
séptima es mucho más frecuente en el endecasílabo italiano que en el español.
Finalmente añadir para los lectores aragoneses, que este episodio presenta
curiosas conexiones con nuestra historia.
TEXTO Y COMENTARIO
La idea motriz del capítulo III del Purgatorio de Dante es, que
nadie se asuste, una cuestión teológica: la posibilidad de que un excomulgado, es decir, de alguien apartado de la Iglesia por
la propia jerarquía eclesiástica (no olvidemos que estamos en plena Edad Media), se libre de la condenación eterna
si se arrepiente en el momento de su muerte. La respuesta de Dante es afirmativa, pues todo lo puede la misericordia de Dios.
Pero desde un punto de vista literario lo más significativo es, sin
duda, la descripción o más bien creación, de un personaje y de una trayectoria vital, con unos trazos absolutamente
extraordinarios en unos pocos versos.
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