Alegato a favor de lo "maravilloso" utópico - 5- |
Sin embargo, la obra más cercana a la dimensión creativa de lo "maravilloso" utópico que proponemos en estas páginas es A marcha das utopías del poeta Oswaldo de Andrade. El goce de los sentidos, la dimensión irracional que nutre el sugestivo mundo de la creación, la "locura" que elogia Erasmo, el grito de Pantagruel al nacer "A boire! A boire!", hacen del entusiasmo vital una línea más importante que la "razón pura" que Andrade invoca, para ensalzar los méritos de una tendencia literaria que desemboca en pleno siglo XX en la utopía Ubu Rey de Alfred Jarry. Si Oswald de Andrade recuerda los libros de Amós, Esequiel y Jeremías de la Biblia, el cristianismo primitivo y el alcance de la Parusía evangélica, las rebeliones de Joaquim de Fiore, Thomas Münzer y los anuncios del Apocalipsis de Daniel y de Esdras, no es para encerrar la marcha de las utopías en lo que pudieron ser las herejías del pasado, sino para reivindicar imaginativa y provocadoramente la condición del homo utopicus, al mismo título que el homo faber y el homo sapiens. La crítica ofrece ejemplos de lectura utópica de la literatura. Juan Durán Luzio propone en Creación y Utopía (6) un análisis de la intencionalidad utópica de La Araucana de Alonso de Ercilla, de Grandeza Mexicana de Balbuena por su filiación "arcádica", de los poemas americanistas de Rubén Darío y de textos que van desde las primeras descripciones del Diario de Colón a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Por nuestra parte, en Los buscadores de la utopía y en Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa (7) hemos insistido en la función utópica de algunas novelas iniciáticas, entre las cuales figura Paradiso de José Lezama Lima, Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y Rayuela de Julio Cortázar, obras que serían los ejemplos paradigmáticos de lo que hemos llamado el movimiento centrípeto y el movimiento centrífugo de la búsqueda de la identidad americana, en la cual el componente utópico es esencial. Esta dimensión de lo "maravilloso utópico" vendría a superar el gastado "real maravilloso" o el "realismo mágico" en que se ha agotado una cierta visión crítica. Ello explicaría al mismo tiempo porque en América Latina se ha dado una tensión tan variada en intenciones, deseos y "pulsiones" utópicas y tan parca en obras sistemáticas del género, al modo de las que proponen otras literaturas como la inglesa y francesa. El tiempo (la historia que "se inicia desde cero") y el espacio (las vastedades de un territorio "vacío a poblar") han favorecido la visión utópica desde el momento del "encuentro" del imaginario occidental con la realidad americana. El rico circuito entablado entre realidad e imaginario es parte del motor de la historia del continente, hecha no solo de los sueños no cumplidos, sino de la esperanza objetivada y arrebatada con energía a un espacio no siempre tan generoso y paradisíaco como se creyó en un principio y a un tiempo histórico no siempre dispuesto a darle legitimidad a las creaciones de la imaginación. Pese a estas dificultades, los "buscadores de la utopía" prosiguen su empecinada tarea. Las creaciones de lo "maravilloso utópico" volverán a ser -como lo han sido en otros momentos de la historia del pensamiento utópico- utopías creativas y fantasiosas, verdaderas expresiones de un pensamiento crítico recuperado, creaciones literarias concebidas en y para una mayor libertad. Si ello parece imposible hoy, estamos seguros que no lo será mañana. Pirámide, de Santiago Ortúzar Larraín (6) Juan Durán Luzio, Creación y utopía. Letras de Hispanoamérica; San José de Costa Rica, Euna, 1979. (7) Fernando Ainsa, Los buscadores de la utopía, Caracas, Monte Avila, 1977, e Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa, Madrid, Gredos, 1986. |
© texto 2008 Fernando Aínsa |
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©2008 El Cronista de la red
Versión 16.0- Enero 2008