Y al cabo se alzó el gran elefante, Airavata, de cuerpo enorme y con dos pares de blancos colmillos. Y lo tomó Indra, el que maneja el rayo. Pero efectuándose todavía el batido, el veneno Kalakuta apareció finalmente. Tragándose a la Tierra, de pronto ardió como un fuego acompañado de humo. Y debido al olor del temible Kalkuta los tres mundos quedaron estupefactos. Y entonces Siva, ante la petición de Brahman, se tragó el veneno para salvar a la creación. El divino Maheswara lo retuvo en su garganta y se dice que desde aquel momento se le llama Nilkantha (el de la verde garganta). Viendo estas cosas maravillosas los Asuras se llenaron de desesperación y se dispusieron a entrar en combate con los dioses por la posesión de Lakshmi y de la amrita. Al punto Narayana llamó a su Maya hechicera (poder ilusorio) en su ayuda, y asumiendo la forma de una seductora hembra coqueteó con los Danavas. Los Danavas y los Datillas encantados con su belleza y gracia exquisitas perdieron la razón y unánimemente colocaron la amrita en las manos de aquella hermosa dama.

     Así termina la sección décimo octava en el Astita Parva del Adi Parva.


Mahabharata

     XIX

     Sauti dijo: "Entonces los Daityas y los Danavas equipados con armamento de primer orden y diversas armas atacaron a los dioses. Entretanto el valiente Señor Vishnu adoptando la forma de una hechicera acompañado por Nara engañó a los poderosos Danavas y les quitó la amrita de las manos.

     Y todos los dioses en ese tiempo de gran temor bebieron la amrita con gusto recibiéndola de Vishnu. Y mientras los dioses la compartían, -hecho tras el cual aún estaban más deseosos-, un Danava llamado Rahu estaba también bebiendo entre ellos disfrazado de un dios. Y cuando la amrita había alcanzado tan sólo la garganta de Rahu, Surya y Soma (lo reconocieron y) denunciaron el hecho a los dioses. Y Narayana al instante seccionó con su disco la bien adornada cabeza del Danava que había bebido amrita sin permiso. Y la enorme cabeza del Danava, seccionada por el disco y semejando el pico de una montaña, se elevó entonces al cielo y comenzó a lanzar terribles gritos. Y el tronco descabezado del Danava, cayendo sobre el suelo y rodando sobre él hizo temblar la tierra con sus montañas, bosques e islas. Y desde entonces se mantiene una larga disputa entre la cabeza de Rahu y Surya y Soma. Y desde ese día se traga a Surya y Soma (duarante los eclipses de sol y de luna).


     Entonces Narayana abandonando la encantadora forma de mujer y arrojando numerosas armas terribles a los Danavas, los hizo estremecerse. Y así en las costas del mar de aguas saladas comenzó una horrible batalla entre los dioses y los Asuras. Y jabalinas de aguda punta y lanzas y diversas armas a millares comenzaron a ser disparadas desde los dos lados. Y mutilados por el disco y heridos por las espadas, dardos y mazas, los Asuras en gran cantidad vomitaban sangre y yacían postrados sobre la tierra. Seccionadas de sus troncos por espadas de agudo doble filo, cabezas adornadas con brillante oro caían continuamente sobre el campo de batalla. Sus cuerpos empapados en sangre, los grandes Asuras yacían muertos por doquier. Parecía como si los picos de montañas teñidas de rojo yacieran destrozadas alrededor. Y cuando el sol se alzó en su esplendor, miles de guerreros se hirieron unos a otros con armas. Y gritos de aflicción se oían por todas partes. Los guerreros que luchaban alejados unos de otros derribábanse unos a otros por medio de misiles de agudo hierro, y quienes luchaban cuerpo a cuerpo se mataban unos a otros con los golpes de sus puños. Y el aire se llenaba con gritos de aflicción. Por doquier se oían las temibles expresiones "seccionad", "atravesad" "a ellos" "derribad" "avanzad".

     Y cuando la batalla se estaba enfureciendo ferozmente, Nara y Narayana entraron en combate. Y Narayana viendo el arco celestial en la mando de Nara convocó mentalmente a su propia arma, el disco destructor de Danavas. Y, ay, el disco Dudarsana, destructor de enemigos, semejante a Agni en su fulgor y terrible en la batalla, vino desde el cielo tan veloz como el pensamiento. Y cuando vino, Narayana de feroz energía, poseyendo brazos como el tronco de un elefante, lanzó con gran fuerza esa arma de extraordinaria lustre, fulgurante como fuego ardiente, terrible y capaz de destruir ciudades enemigas. Y el disco ardiendo como el fuego que consume todas las cosas al final del Yuga, lanzado con fuerza desde las manos de Narayana y cayendo constantemente por doquier, destruyó a los Datillas y a los Danavas a millares. A veces ardía como el fuego y los consumía a todos ellos; a veces los derribaba en tanto atravesaba el cielo, y a veces, cayendo sobre la tierra bebía su vivificadora sangre como un trasgo


     Por su parte los Danavas, blancos como nubes desde las que la lluvia ha caído, poseyendo gran fuerza y osados corazones, ascendieron al cielo y arrojando miles de montañas, continuamente acosaban a los dioses. Y aquellas terribles montañas, como masas de nubes, con sus árboles y cumbres llanas, cayendo desde el cielo chocaban unas con otras y producían un tremendo bramido. Y cuando miles de guerreros gritaban sin cesar en el campo de batalla y a continuación montañas con bosques comenzaban a caer en torno, la tierra con sus selvas temblaba. Entonces el divino Nara apareció en el terrible combate entre los Asuras y los Ganas (los seguidores de Rudra), y reduciendo a polvo aquellas rocas por medio de sus flechas con punta de oro, cubrió los cielos de polvo. Así, derrotados por los dioses y viendo el furioso disco batiendo los campos del cielo como una llama ardiente, los poderosos Danavas se introdujeron en las entrañas de la tierra mientras otros se lanzaban al mar de aguas saladas.

     Y habiendo obtenido la victoria, los dioses ofrecieron el debido respeto a Mandara y lo colocaron de nuevo sobre su base. Y los dioses portadores del néctar hicieron resonar los cielos con sus gritos y marcharon a sus moradas. Y los dioses regresando a los cielos se regocijaron grandemente, e Indra y las otras deidades entregaron la vasija de amrita para que fuera cuidadosamente guardada.


     Y así termina la decimonona sección del Astita Parva del Adi Parva.

Bhraman
Mahabharata

Mahabhárata - 3

© texto 2008 Rafael Lobarte

Inicio

Ir a portada Cronista

©2008 El Cronista de la red

Versión 16.0- Enero 2008