Mahabhárata - 3 |
Y al cabo se alzó el gran elefante, Airavata, de cuerpo enorme y
con dos pares de blancos colmillos. Y lo tomó Indra, el que maneja el rayo. Pero efectuándose todavía el batido, el
veneno Kalakuta apareció finalmente. Tragándose a la Tierra, de pronto ardió como un fuego acompañado de
humo. Y debido al olor del temible Kalkuta los tres mundos quedaron estupefactos. Y entonces Siva, ante la petición de Brahman, se
tragó el veneno para salvar a la creación. El divino Maheswara lo retuvo en su garganta y se dice que desde aquel momento
se le llama Nilkantha (el de la verde garganta). Viendo estas cosas maravillosas los Asuras se llenaron de desesperación y se
dispusieron a entrar en combate con los dioses por la posesión de Lakshmi y de la amrita. Al punto Narayana llamó a su Maya
hechicera (poder ilusorio) en su ayuda, y asumiendo la forma de una seductora hembra coqueteó con los Danavas. Los Danavas y los
Datillas encantados con su belleza y gracia exquisitas perdieron la razón y unánimemente colocaron la amrita en las manos de
aquella hermosa dama.
Así
termina la sección décimo octava en el Astita Parva del Adi Parva.
XIX
Sauti
dijo: "Entonces los Daityas y los Danavas equipados con armamento
de primer orden y diversas armas atacaron a los dioses. Entretanto el
valiente Señor Vishnu adoptando la forma de una hechicera
acompañado por Nara engañó a los poderosos
Danavas y les quitó la amrita de las manos.
Y
todos los dioses en ese tiempo de gran temor bebieron la amrita con
gusto recibiéndola de Vishnu. Y mientras los dioses la compartían,
-hecho tras el cual aún estaban más deseosos-, un Danava
llamado Rahu estaba también bebiendo entre ellos disfrazado de
un dios. Y cuando la amrita había alcanzado tan sólo la
garganta de Rahu, Surya y Soma (lo reconocieron y) denunciaron el
hecho a los dioses. Y Narayana al instante seccionó con su
disco la bien adornada cabeza del Danava que había bebido
amrita sin permiso. Y la enorme cabeza del Danava, seccionada por el
disco y semejando el pico de una montaña, se elevó
entonces al cielo y comenzó a lanzar terribles gritos. Y el
tronco descabezado del Danava, cayendo sobre el suelo y rodando sobre
él hizo temblar la tierra con sus montañas, bosques e
islas. Y desde entonces se mantiene una larga disputa entre la cabeza
de Rahu y Surya y Soma. Y desde ese día se traga a Surya y Soma
(duarante los eclipses de sol y de luna).
Entonces
Narayana abandonando la encantadora forma de mujer y arrojando
numerosas armas terribles a los Danavas, los hizo estremecerse. Y así
en las costas del mar de aguas saladas comenzó una horrible
batalla entre los dioses y los Asuras. Y jabalinas de aguda punta y
lanzas y diversas armas a millares comenzaron a ser disparadas desde
los dos lados. Y mutilados por el disco y heridos por las espadas,
dardos y mazas, los Asuras en gran cantidad vomitaban sangre y yacían
postrados sobre la tierra. Seccionadas de sus troncos por espadas de
agudo doble filo, cabezas adornadas con brillante oro caían
continuamente sobre el campo de batalla. Sus cuerpos empapados en
sangre, los grandes Asuras yacían muertos por doquier. Parecía
como si los picos de montañas teñidas de rojo yacieran
destrozadas alrededor. Y cuando el sol se alzó en su esplendor,
miles de guerreros se hirieron unos a otros con armas. Y gritos de
aflicción se oían por todas partes. Los guerreros que
luchaban alejados unos de otros derribábanse unos a otros por
medio de misiles de agudo hierro, y quienes luchaban cuerpo a cuerpo
se mataban unos a otros con los golpes de sus puños. Y el aire
se llenaba con gritos de aflicción. Por doquier se oían
las temibles expresiones "seccionad", "atravesad" "a
ellos" "derribad" "avanzad".
Y
cuando la batalla se estaba enfureciendo ferozmente, Nara y Narayana
entraron en combate. Y Narayana viendo el arco celestial en la mando
de Nara convocó mentalmente a su propia arma, el disco
destructor de Danavas. Y, ay, el disco Dudarsana, destructor de
enemigos, semejante a Agni en su fulgor y terrible en la batalla, vino
desde el cielo tan veloz como el pensamiento. Y cuando vino, Narayana
de feroz energía, poseyendo brazos como el tronco de un
elefante, lanzó con gran fuerza esa arma de extraordinaria
lustre, fulgurante como fuego ardiente, terrible y capaz de destruir
ciudades enemigas. Y el disco ardiendo como el fuego que consume todas
las cosas al final del Yuga, lanzado con fuerza desde las manos de
Narayana y cayendo constantemente por doquier, destruyó a los
Datillas y a los Danavas a millares. A veces ardía como el
fuego y los consumía a todos ellos; a veces los derribaba en
tanto atravesaba el cielo, y a veces, cayendo sobre la tierra bebía
su vivificadora sangre como un trasgo
Por
su parte los Danavas, blancos como nubes desde las que la lluvia ha caído,
poseyendo gran fuerza y osados corazones, ascendieron al cielo y
arrojando miles de montañas, continuamente acosaban a los
dioses. Y aquellas terribles montañas, como masas de nubes, con
sus árboles y cumbres llanas, cayendo desde el cielo chocaban
unas con otras y producían un tremendo bramido. Y cuando miles
de guerreros gritaban sin cesar en el campo de batalla y a continuación
montañas con bosques comenzaban a caer en torno, la tierra con
sus selvas temblaba. Entonces el divino Nara apareció en el
terrible combate entre los Asuras y los Ganas (los seguidores de
Rudra), y reduciendo a polvo aquellas rocas por medio de sus flechas
con punta de oro, cubrió los cielos de polvo. Así,
derrotados por los dioses y viendo el furioso disco batiendo los
campos del cielo como una llama ardiente, los poderosos Danavas se
introdujeron en las entrañas de la tierra mientras otros se
lanzaban al mar de aguas saladas.
Y
habiendo obtenido la victoria, los dioses ofrecieron el debido respeto
a Mandara y lo colocaron de nuevo sobre su base. Y los dioses
portadores del néctar hicieron resonar los cielos con sus
gritos y marcharon a sus moradas. Y los dioses regresando a los cielos
se regocijaron grandemente, e Indra y las otras deidades entregaron la
vasija de amrita para que fuera cuidadosamente guardada.
Y
así termina la decimonona sección del Astita Parva del Adi Parva.
© texto 2008 Rafael Lobarte |
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