Ostraka - 4 Tú Ahora que tu imagen no es mar de soledad y he aceptado vivir en la cordura de una vida normal, en zapatillas, reconozco que a veces fui feliz, sin sospechar siquiera cuánto exilio traidor nos esperaba. La luz de entonces sigue siendo aún un islote de paz, una imagen azul en el desierto. Quizás el bosque fuera en aquel tiempo más propicio lugar para las confidencias que nuestra escasa edad nos exigía. Quizás la vida ajena no quemara como habría de hacerlo algo más tarde. Lo cierto es que después de tanto tiempo como ha arrugado nuestro corazón, cuando la vida pesa como niebla en los tramos espesos del camino, aún me sabe dulce aquella soledad del agreste pinar en que dejábamos las efímeras huellas de la duda Vuelvo a veces mis ojos solitarios al desolado rastro de tu ausencia. La brisa del recuerdo como mito o leyenda en tanta estupidez como nos cerca me hace añorar la ausencia de tu exilio y me hace agradecer la terca lealtad con que quedó grabada tu presencia en aquellos crepúsculos traidores o en aquellas auroras doloridas. Era fácil entonces a tu lado dar la espalda a la dulce soledad, tender la mano y ser de nuevo el otro al estrecho contacto de tu mano. También era sencillo refugiarse en la mística tristeza de un atardecer sin horizonte con tu voz esperando mi regreso. Hoy los años dejaron con tu ausencia un vacío sin red bajo mi cuerda. Sin ti la soledad y la tristeza son, más que un juego, un destino que nos despierta cada día del sueño de un recuerdo polvoriento. Dondequiera que estés, por lejano que sea el áspero lugar en el que moras, lanza tú, como yo, los dados de tu vida mirando a las estrellas de otros tiempos. Quizá el azar se compadezca y vaya urdiendo un manto de ternura con que arropar el gesto de nuestras dos jugadas solitarias. La vida no era juego para ti. Tu inmenso error fue tu cordura, tu ciega lealtad al horizonte. Cuando uno mira tanto tiempo lejos acaba no pudiendo regresar. Esa es tu gloria y ese tu destierro. Descansa en paz, efímera memoria, de tus pasos borrosos en la arena. De ahora en adelante, solitario, seré yo el único custodio del olvido en que vamos deshaciéndonos. © 2007 Fotografía Pedro A. Martín |
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Versión 15.0- Septiembre 2007