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Vasos comunicantes Ocho días antes, viviendo nuestro amor en hostales y pensiones de alquiler, habitaciones frías que no paraban de temblar ni por un segundo. Helados los dos, te duchabas, y yo, esperándote bajo las mantas de aquella nuestra cama rentada, mientras te duchabas, y yo, terriblemente miope, casi ciego sin las gafas, pero terriblemente atento a la mínima ropa que te cubría, tú, obligándome con un mohín y un sucinto Que no me mires a dejar sin sosiego mis dientes, sometidos a un segundo más de hambre. Entrabas y nuestras pieles se rozaban, transmitiéndose mutuamente flujos de calor hasta que la temperatura se igualaba. Luego otra noche más, irremediablemente perfecta en su repetición, tú y yo convertidos en TUYYO. Ocho días más tarde la NADA abisal. (Autor: Octavio Gómez Milián) |
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©2007 El Cronista de la red
Versión 15.0- Septiembre 2007