José Luis Borau

JOSÉ LUIS BORAU, un hombre de cine -7


     Este éxito es el primer tanto que puede apuntarse Borau como productor, pero en una cinematografía que empieza a despertar tras largos años de pobreza de ideas, tópicos y falta de ambición, y salpicada con diseminados aunque frecuentes destellos de calidad, no se traslada a nuevas producciones o a proyectos interesantes que le apetezca dirigir. Al menos hasta unos pocos años después, 1975, el año de la muerte de Franco que para Borau, además de suponer una nueva aparición como actor en una película (La adúltera, de Roberto Bodegas, junto al también director-actor Antonio Drove), es además el año en el que alcanza sus mayor logro como productor, director y guionista, la popularidad, y el reconocimiento unánime de crítica y público. En este año Borau estrena el estupendo thriller político Hay que matar a B. y la magnífica Furtivos, todo un hito en el cine español hasta la fecha y un clásico imprescindible de la primera época de la transición política.


José Luis Borau

     Estas películas son proyectos personalísimos de Borau, que se hace cargo de dirección, producción y guión. La primera de ellas, Hay que matar a B., responde a la moda que entonces se había extendido en torno a las películas de temática política a raíz de los grandes éxitos de cineastas como Gillo Pontecorvo (La batalla de Argel, 1965) o Costa-Gavras (Z, 1969), y que alcanzará la cima del éxito con Alan J. Pakula (Todos los hombres del presidente, 1976) en las que las tramas se sitúan en círculos de poder, en los sótanos de los gobiernos, donde abundan los secretos de Estado y las investigaciones que amenazan con sacarlos a la luz, crímenes de carácter político… La cinta de Borau es una intriga de índole política, de confusa trama, rodada con actores semiconocidos mezclados con viejas glorias del cine americano (Burgess Meredith o Patricia Neal), de trama intencionadamente vaga e imprecisa en un intento por evitar posibles extrapolaciones a situaciones reconocibles, y aunque tiene cierto éxito entre el público, es muy mal recibida por la crítica, que lo mejor que publica de ella es que está rodada "a la americana" (todo un cumplido, si se piensa bien). Sin embargo, la película, sin ser una gran obra, sí tiene un acabado más que digno y no cabe duda de que será recuperada con el tiempo entre los clásicos españoles de culto como la gran película que es.

     Historia muy diferente es la de Furtivos, el mayor éxito de Borau y la película que le coloca sin lugar a dudas entre los grandes directores del cine español. La película es una devastadora metáfora de la situación social y política en España, y su valor sociológico aumenta exponencialmente al haberse estrenado apenas dos meses antes de la muerte de Franco.


José Luis Borau

     La polémica cinta, el mayor éxito de recaudación del cine español durante varios años, narra la truculenta historia de Ángel (interpretado por Ovidi Montllor), cazador furtivo que vive en el monte, cerca de las espesuras de los bosques de la montaña, en compañía de su madre (la gran Lola Gaos), un personaje tiránico y violento, y que en uno de sus ocasionales visitas a la ciudad para vender el producto de sus actividades y hacer algunas compras en el mercado conoce a Milagros (Alicia Sánchez, cuyo desnudo frontal sin duda es una de las razones, y no la menor, del escándalo levantado por la película en su momento), escapada de un reformatorio y amante de un conocido delincuente habitual conocido como El Cuqui. Ángel la acoge y la lleva con él a la vieja casona cerca del bosque donde vive con su madre, un lugar frecuentado por muchos cazadores domingueros, entre ellos varios jerarcas y funcionarios franquistas (Borau se reserva como actor el papel del principal de ellos) a los que Ángel acompaña y sirve de guía para abatir piezas. La antipatía de la madre hacia Milagros así como la atracción que Ángel siente hacia ella, unidas al aspecto claustrofóbico de las relaciones entre los personajes, sobre todo el carácter edípico de la dependencia de Ángel con respecto a su madre, desembocan finalmente en un drama donde corre la sangre al viejo estilo de la España rural. La clara simbología de cada personaje y el ácido retrato que Borau hace, no sólo de la vida en España en aquel tiempo, sino también de los estereotipos de las clases dirigentes del franquismo, unidos al certero momento de su estreno, otorgan a la película una dimensión político-social enriquecedora y que no ha perdido hoy en día ni un ápice de su valor, un valor éste paralelo a la polémica levantada por la película en distintos ámbitos de la política, la sociedad y la cultura de aquellos días. Borau logra aunar, por fin en un trabajo dirigido por él, y a la edad de 46 años, el unánime reconocimiento de la crítica con una gran aceptación por parte del público, e incluso logra cierta repercusión internacional, apareciendo Furtivos en las listas de mejores películas para la crítica especializada de entre las estrenadas en Reino Unido en 1976 y en Estados Unidos en 1977. Como perfecto colofón a su magnífico trabajo, Borau, quien sin embargo no considera que Furtivos sea su mejor película, recibe la Concha de Oro del festival de San Sebastián, el mismo certamen sobre el que había escrito crónicas veinte años atrás para Heraldo de Aragón. Del enorme éxito de Furtivos dirá Borau años más tarde: "he de confesar que me siento un poco aplastado por aquella película. Que la sigan recordando en la prensa o en la calle al cabo de 27 años tiene un sentido agridulce para mí. Ni siquiera es la película que más me gusta. Los recuerdos del rodaje sí que son excelentes porque el equipo se llevó muy bien, yo me llevé muy bien con ellos y pese al frío y a las inclemencias de todo tipo, fueron semanas inolvidables".


José Luis Borau

Furtivos
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© texto 2007 Alfredo Moreno
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Versión 15.0- Septiembre 2007