El
nombre de la antigua Birmania o Burma, es hoy conocido como "Unión
de Myanmar". En 1989 el gobierno militar, fruto del golpe de
estado de 1988, cambió el nombre del país. Este cambio
no es aceptado por los opositores del actual gobierno, pero es
reconocido por las Naciones Unidas y por la Unión Europea,
aunque rechazado por algunos gobiernos. Este país dominado por
uno de los regímenes militares más brutales del mundo,
tiene 678.500 km2, 54 millones de habitantes y numerosas etnias. La
capital es Yangón (antes Rangún), el idioma oficial es
el birmano y mayoritariamente son budistas.
Que
es pobre y anclado en el pasado, nadie lo puede negar, sin embargo, es
uno de los viajes en los que más se disfruta y eso a pesar de
que no podemos utilizar un cajero, ni el móvil, ni un medio de
transporte medianamente cómodo. Así y todo, se ve uno
compensado por la belleza del paisaje, por sus monumentos, la mayoría
de ellos budistas, y, sobre todo, por la gente birmana. En ningún
otro viaje he conocido personas tan amables y a niños tan
hermosos y tan queridos.
Hay
cuatro lugares que hay que visitar inexcusablemente: Yangón,
Bagán, Mandalay y el lago Inle.
Yangón,
la capital, da la impresión de estar en ruinas, es como si
hubiera quedado congelada en el tiempo y de repente todo volviera a
cobrar vida. Se necesita tiempo para acostumbrarse a ese deterioro y
al caos, que, por otra parte, contrastan con la arquitectura siempre
impecable de las estupas doradas que existen en toda la ciudad y por
el dinamismo y amabilidad de la gente. Esto será una visión
constante durante todo el viaje, así como la presencia de los
monjes de todas las edades con su túnica azafrán, por
carreteras y caminos pidiendo con el cuenco encima. También
veremos a mujeres y niños protegerse del sol por medio de una
pasta blanquecina llamada "tanaka" con la que se cubrirán la cara.
Lo
más destacado de esta ciudad es la estupa Shwedagon Paya.
Está situada en el monte Singuttara y a ella se puede acceder
por medio de cuatro plataformas techadas o por ascensor. A partir de
ahora, deberemos acostumbrarnos a quitarnos zapatos y calcetines en
cualquier templo. En éste, y a través de la pasarela
fresca, sombreada y tranquila llegamos a un recinto que por contraste
nos parecerá un arco iris brillante, porque Shwedagon no es sólo
una enorme estupa, alrededor de este imponente complejo hay una gran
variedad de pequeñas stupas, estatuas, templos, santuarios, imágenes
y tazaung (pabellones pequeños). El oro reluciente del edificio
central hace que todo lo demás parezca más grande y
brille. Para los budistas de Myanmar, es el lugar más sagrado
del país, que todo birmano espera visitar al menos una vez en
su vida.
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