El desmayo de Sicilia El desmayo de Sicilia. Museo del Prado. Se trata del cuadro de formato más grande dentro de la obra de Rafael contemplable en el Prado. En él se representa una de las caídas de Cristo camino del Calvario. Su mayor interés radica en el tema; en primer lugar hay que indicar que no existen precedentes de éste en la pintura italiana del momento y en un segundo que Rafael era muy poco dado a representar motivos tan patéticos. La composición no obstante es extraordinaria con ese movimiento zigzagueante que traza el camino hacia el Calvario o el dinamismo y profundidad que le confiere la cruz. Por otra parte la monumentalidad de las figuras, la expresividad un tanto retórica de los gestos, la reconstrucción arqueológica advertible en la arquitectura de la derecha acercan esta obra a los Cartones para tapices que con destino a la Capilla Sixtina realizó Rafael, los supervivientes de los cuales se encuentran actualmente en el Victoria and Albert Museun de Londres. La ejecución es de una gran calidad aunque pueda apreciarse en mayor o menor medida la intervención del taller. Otros cuadros de Rafael en el Prado En la Sagrada Familia de la Rosa y en la Sagrada Familia del Roble quizás el dibujo preparatorio pueda deberse a Rafael. Sin embargo, el resultado altamente manierista, es con toda seguridad labor de su taller. Retrato del Cardenal Retrato del Cardenal. Museo del Prado. Aunque no existe documentación fehaciente al respecto, el caso es que nunca se ha puesto en duda la atribución a Rafael de este espléndido retrato. Todos los estudiosos están conformes en fecharlo en los comienzos de su periodo romano, cuando después de haber retratado a muchos de sus contemporáneos bajo el ropaje de hombres insignes de la antigüedad en los grandes conjuntos corales que pueden contemplarse en La Estancia de la Segnatura, se enfrenta a la representación de diversos personajes, pero ahora de un modo individual sobre tabla o lienzo. A simple vista el esquema compositivo, que luego analizaremos, sigue siendo el leornadesco, el mismo que utilizó Rafael en los retratos que pintó en el periodo florentino. Por lo demás la relación con Leonardo allí se acaba. No había más que una manera de sacar a la pintura del retrato del callejón sin salida al que lo había conducido Leonardo da Vinci con su inmoderado afán de atemporalidad e idealización, y esta era la reintroducción del tiempo en la pintura. Ante el cardenal de El Prado tenemos la sensación de encontrarnos ante un ser humano de carne y hueso, nada que ver con esa ambigüedad irresoluble que se puede apreciar e incluso por supuesto admirar en la Gioconda, genial paradigma de un sueño imposible, de una frustración. La figura de El Cardenal se representa pues en posición sedente de dos cuartos recortándose sobre un fondo oscuro, en un marco compositivo claramente piramidad. Fondo neutro y coloración de los ropajes, (en éstos últimos son de admirar los reflejos tan naturalistas perceptibles en las sedas de la esclavina escarlata o la tangible inmediatez apreciable en el blancor de la manga del hábito, de la que sobresale una pálida mano en gesto de abandono), ayudan a resaltar el magnífico rostro. La palidez de la carnadura, los finos labios, la nariz aristocrática, los ojos en los que se vislumbra, casi se podría decir que milagrosamente, el leve movimiento de las pestañas coadyuvan en la representación, podría así definirse, arquetípica de la inteligencia Mucho se ha escrito sobre el personaje en cuestión y sobre su carácter. Si como apuntan los últimos estudios se trata del cardenal Francesco Alidosi, también representado en la Disputa del Santísimo Sacramento dentro de la Estancia de la Segnatura, estaríamos en presencia de un hombre de gran refinamiento, pero terrible también y despiadado, que murió a manos de Francesco Maria della Rovere. Nos encontramos pues ante el prototipo del hombre renacentista, ante un hombre en fin "cuyos labios sabían de algo más que de oraciones", por terminar con el acertado comentario que un día escuché de la provecta boca de un visitante anónimo de El Prado. |
© 2007 del texto Rafa Lobarte |
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Versión 13.0- Enero 2007
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