Periodo romano (1508-1520): dentro de este periodo de plena madurez podrían establecerse tres etapas sucesivas. Etapa clásica: Se trata en mi opinión de la etapa cumbre de la pintura rafaelesca. En ella se alcanza ese momento "clásico" tan bello y efímero al que hacíamos referencia con anterioridad. Rafael llega a Roma a instancias de su amigo y compatriota el arquitecto Donato Bramante, para decorar una dependencia privada del Papa Julio II, la Estancia de la Segnatura, seguramente la cima y el compendio pictórico de todo lo que fue el Renacimiento italiano. En ella aparece reflejada una sociedad tal como ella se veía a sí misma en sus más nobles aspiraciones. La idealización es extraordinaria, y a ello coadyuva además de la sabia monumentalidad tan "a la antigua" de las figuras, la variedad extraordinaria de los gestos, la complejidad y claridad a la vez de las composiciones y del programa iconográfico (en el que mucho tuvieron que ver los sabios de la época), y en fin, un empleo extremadamente natural y armonioso del color. En este aspecto, el color, la última restauración no ha significado la sorpresa que supuso la limpieza de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel y el descubrimiento de unas tonalidades cromáticas que nada tenían que ver con lo que se había escrito hasta entonces sobre ello. Escuela de Atenas. Estancia de la Signatura. Vaticano. Dentro de estos frescos cabe destacar la Escuela de Atenas, donde puede apreciarse la gran capacidad que tenía Rafael para plasmar en imágenes conceptos de una gran complejidad. Así los gestos de Platón y Aristóteles, aquel con la mano señalando al cielo y este con la palma de la suya hacia el suelo sirven para compendiar visualmente los complejos sistemas filosóficos de ambos, enmarcados en una hermosa arquitectura que refleja el diseño de Bramante para la iglesia de San Pedro. Si bien las paredes de la Estancia están llenas de retratos un tanto idealizados de muchos de sus contemporáneos, será en las representaciones individuales de esta época donde mejor se aprecie lo que hay de novedad en la retratística rafaelesca de la que hablaremos más detenidamente en nuestro comentario de El Cardenal de El Prado. Otros retratos significativos del mismo periodo son el de su amigo Baltasar de Castiglione, autor de El Cortesano, o la bellísima Velata. Etapa dramática: Una vez alcanzada semejante perfección Rafael podría haberse dedicado a repetir la misma fórmula indefinidamente; y sin embargo nada más lejos de la realidad. Su inquietud por el contrario lo lleva por nuevas sendas en las que ahora van a predominar los valores dramáticos y un empleo más vigoroso del color y de los elementos lumínicos. La Estancia de Heliodoro, también en el conjunto vaticano resume este periodo, así como los Cartones para tapices que diseñó Rafael para la Capilla Sixtina. La Transfiguración Etapa manierista: las últimas obras de Rafael son de una calidad menor. Seguramente esto es debido a que el artista amplía en este momento el campo de sus intereses, trabajando como arquitecto de San Pedro, y en el estudio arqueológico de la antigua Roma; y también porque en su ejecución el taller se hace omnipresente. De todos modos los rasgos incipientes de lo que va a ser el nuevo estilo imperante, el manierismo, se advierten en los últimos grandes trabajos del maestro y sobre todo en el cuadro que estaba ultimando en el momento de su muerte, la Transfiguración, otra extraordinaria obra maestra del pintor de Urbino, que muere en Roma en 1520, a los 37 años de edad. ![]() |
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