Quizás fue el éxito de esta construcción, quizás también su vinculación a las obras oficiales del Canal, lo que llevó al concejo zaragozano a encargar a Morlanes en 1534 la edificación del templete de la Cruz del Coso, del que hablamos por extenso en el artículo que hace compañía a éste, y que, como en él se dice, supuso la definitiva introducción en la ciudad de un vocabulario arquitectónico de raigambre clásica, novedosa en muchos de sus esenciales aspectos, como la planta central circular, forma ideal de la perfección, aconsejada por la tratadística para los hitos conmemorativos. Tal era el caso del templete de la Cruz del Coso, memoria del ajusticiamiento de los Innumerables Mártires. De ese mismo año de 1534 es un documento de recibo que se conserva en el que Morlanes reconoce la recepción de casi 4.000 sueldos por trabajos realizados en las casas que había reformado Juan Pérez de Coloma. Morlanes fue uno de los varios artífices de esa reforma, habiendo recibido ya, que conozcamos, pagos por las mismas desde 1530. Estas casas desaparecieron en 1912. Como hemos dicho, desde 1529 Gil Morlanes dirigía las obras de construcción de la Acequia Imperial. Las Cortes celebradas en Monzón en 1510 obtuvieron la autorización del rey Fernando para derivar una acequia de riego y navegación desde el Ebro. El proyecto no tomará forma hasta 1528, impulsado por el emperador Carlos. Es entonces cuando el concejo zaragozano encarga a Juan Montañes, Juan de Sariñena y Gil Morlanes proyectos para la presa de derivación de la acequia. Fue finalmente seleccionado el de Gil Morlanes, que la emplazaba cerca de la villa de Fontellas, en el reino de Navarra. Los trabajos efectivamente habían comenzado en 1529, puesto que conocemos un albarán de cobro firmado por Gil Morlanes junto a Juan de Sariñena y Pablo Millán. No sabemos exactamente desde cuando Morlanes fue maestro mayor de las obras del Canal. Sabemos que lo era en 1534, cuando regresa de una estancia en Toledo, a donde había acudido llamado por el emperador que le requirió para saber de la marcha de los trabajos en la Acequia Imperial, pero también para que aconsejara allí en la manera de trazar la Acequia de Aranjuez. En cuanto al Canal, quedó sin concluir, a la altura de Garrapinillos, y no entró en Zaragoza hasta el siglo XVIII, auspiciada su conclusión por Ramón de Pignatelli, como es bien conocido. Parece que la forma de tallar columnas del obrador de Morlanes había conseguido predicamento en la ciudad, porque los dos últimos encargos que le conocemos se le hacen para construir este tipo de elementos. En 1534 contrata diez columnas para el convento de Santa Inés, junto con Martín de Gaztelu. Mucho más importante y significativo será el trabajo que le encomiendan para realizar las columnas de la Lonja de Zaragoza, que salieron de su taller a partir de 1541. Panel decorativo en el sotabanco del Retablo mayor de Tauste (Zaragoza) Gil Morlanes había heredado de su padre el titulo de infanzonía y gozó de una estimable consideración social -lo cual no era muy habitual para los artistas de la época en los reinos hispanos-, acompañada de un muy buen pasar económico, como denotan los diferentes documentos de disfrute de rentas y censales que se le conocen, así como su propio testamento, verificado, como dijimos al comienzo el 22 de marzo de 1547. Esta preeminencia social fue acompañada de un comportamiento profesional que tampoco era el habitual en una sociedad fuertemente dominada por las cofradías, con escalas en los oficios muy definidas y competencias gremiales muy rígidas. Morlanes, sin embargo, se llamó imaginero y, aunque algo labró, ejerció sobre todo de promotor, de arquitecto/maestro de obras y de ingeniero, además de tracista y tasador. Dispuso de suficiente capital personal como para afrontar obras en solitario y compañía desde el principio de sus actividades y al morir legó una fortuna muy superior a la de cualquier otro artista del momento que conozcamos, quizás con excepción de Forment. No es un nombre excesivamente conocido, y desde luego lo es mucho menos que éste último. Pero su importancia en la evolución artística y urbanística de la Zaragoza del siglo XVI, incluida su importante participación en la construcción del Canal Imperial, le hacen acreedor sin duda de un mayor reconocimiento. |
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Versión 13.0- Enero 2007
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