Gil Morlanes (Hijo).

Iglesia del Portillo. 1.

Gil Morlanes 2

     Los documentos referidos a los trabajos que realizó insisten en denominar mayoritariamente a Gil Morlanes, hijo, como imaginero, es decir escultor. Las primeras generaciones de historiadores del arte en el siglo XIX y XX contribuyeron a asentar su fama como tal, adjudicá;ndole incluso algunas obras erróneamente. Por el contrario, lo que parece más cierto es que no fue un gran dominador del arte de tallar de imágenes, y de hecho cuando contrataba algún retablo procuraba siempre tener a su lado a algún buen imaginero. Lo que parece manejar especialmente Gil Morlanes, el joven, es el arte de la arquitectura y por ende la ingeniería. Hay que tener en cuenta que en la tratadística clásica y renacentista ambas actividades se conciben a menudo de forma paralela y complementaria, como sucede con De re aedificatoria de Alberti. En la arquitectura y la ingeniería Morlanes parece emplearse a fondo y bien sostenido por sus conocimientos. Tuvo gran predicamento en estos oficios. Pero también lo alcanzó en general actuando como una especie de contratista de obra, incluyendo en este quehacer la realización de retablos, preferentemente de escultura.

     En los años en que vive y trabaja Gil Morlanes, menor, la escultura alcanza un auge muy estimable en Aragón. Se verifican muchos más trabajos y de mayor calidad que en la pintura, al contrario de lo que sucederá a partir, más o menos, de 1560. Por ello, la mayor parte de los retablos contratados por Morlanes fueron de escultura. La labor de imaginería la subarrendaba, como hemos dicho, a reconocidos imagineros del momento (Gabriel Joly, Juan de Salas, Juan de Moreto y otros), mientras él normalmente se reservaba la construcción de la mazonería, aspecto totalmente ligado a su trabajo de arquitecto.


Portada de Santa Engracia


Portada de Santa Engracia (Zaragoza) -

(Fotografía: José Antonio Melendo ©)


     La primera obra conocida de Gil Morlanes, hijo, es la portada de la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza, de la que se encarga a partir de 1515. Era éste un trabajo que había sido encomendado originariamente a su padre, en 1511, el cual parece que no conseguía sacarlo adelante por encontrarse gravemente enfermo. Ya en noviembre de 1514 el escultor darocense había reconocido a los monjes jerónimos de Santa Engracia que éstos le habían abonado una serie de buenas cantidades de ducados por la portada y que, en consecuencia, se obligaba a que la misma habría de ser terminada con todos los obreros que entonces tenía empleados. Este compromiso seguramente se lo exigiría el monasterio ante la inseguridad que les ofrecería el estado físico del maestro. La cosa no debió adelantar mucho, no obstante, y el 27 de agosto del año siguiente, 1515, Gil Morlanes, hijo, y sus hermanos acuerdan ante notario que aquel terminará la portada, haciendo frente a los gastos con su propio capital.

     De esta manera, el hijo asume definitivamente el obrador del padre, lo que en parte debió de hacer ya en 1514 cuando éste le donó la casa-taller de la parroquia del Pilar. Unos días después de haber contraído matrimonio, el joven Morlanes reconocía una deuda con sus hermanos Jaime (clérigo y futuro chantre del Pilar) y Martín (notario real) en relación con la herencia de su padre, que muy probablemente se referiría a las partes que a sus hermanos les correspondería del valor total del taller artístico del que él se hacía cargo.

     La importancia de la portada de Santa Engracia en el contexto del arte penínsular radica en ser uno de los primeros ejemplos de portada plenamente renacentista, a pesar de los solecismos evidentes, propios de los primeros ejemplos de asentamiento de un nuevo lenguaje estético. Digamos que en el conjunto de la portada falla un tanto la sintaxis constructiva. Pero todos los elementos de la lingüística arquitectónica renacentista están ya presentes. La portada, lo mismo que el conjunto del monasterio jerónimo, estuvo financiada por las arcas reales. La fundación del monasterio la llevo a cabo Juan II, en agradecimiento a la curación de unas cataratas, y la construcción del mismo la prosiguieron Fernando II y Carlos I. Esta ascendencia real sobre el monumento está reconocida en la portada, donde figuran las representaciones genuflexas de Fernando el Católico e Isabel.

     El siguiente empeño de Gil Morlanes estuvo completamente en el terreno de la arquitectura. El 7 de febrero de 1517 contrata, junto al maestro de casas Alí el Morisco, las obras de reforma de la iglesia de San Miguel de los Navarros de Zaragoza. Fueron unos trabajos de cierta envergadura que afectaron a varias zonas del edificio y que se preveían para tres años, aunque duraron más. Alí el Morisco abandonó la empresa enseguida. Morlanes continuó primero en solitario y luego, a partir de septiembre de 1520, con la ayuda económica de su cuñado Alonso de Aymerich. Morlanes no sólo cobró los 21.000 sueldos en efectivo que se estipularon, sino que además completó el precio de la obra con la adjudicación del arrendamiento de la primicia de la iglesia durante 13 años. Esta manera de afrontar los trabajos, - tanto lo que hemos visto en Santa Engracia, como en San Miguel,- deja entrever que el concepto con que Morlanes actuaba en sus trabajos era mucho más comercial que artístico. Ambas cosas iban siempre estrechamente unidas entre los artistas y artesanos de la época, pero el taller de Morlanes era una empresa en toda la extensión de la palabra.



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