Entonces, de pronto, sin que él fuese consciente de ello, esa imagen tomaba vida y los acontecimientos se hacían hasta lascivos. La besaba en la boca y ella no se oponía. Estaban en la pradera. Corrían hasta un grupo de pinos. Las ovejas, alarmadas, se hacían a un lado ante su paso. El camino se hacía muy largo. Ese ir hacia lo desconocido para conseguir revelar el enigma, el secreto que esconde esa imagen hasta ahora inaprensible, determina para el protagonista la necesidad continua y obsesiva de la indagación: ¿Quién era ese sí mismo más que la imagen de ella ocupando el lugar que le correspondía a ese sí mismo? ¿Podía ella convertirse en él mismo? No. Ella era sólo la muchacha tras la ventana y no salía nunca. Sus labios delgados, sus ojos de un color indeterminado, su pelo quebrado, castaño definitivamente, no rubio, su nariz perfilada. ¿No salía nunca? Carmen siempre estaba en esa ventana, Diego iba y venía de la escuela a su casa, de su casa a la escuela y ella siempre ahí, tras la ventana; a veces la olvidaba en los recreos o en su casa al lado de sus padres y hermanos, pero casi nunca a solas en su cama. Sin embargo, como aquellos dioses griegos que por la oscuridad "giran y se alejan" como dice Blanchot, una noche Carmen no está tras la ventana: Diego "pasaba por la calle y sólo la ventana estaba iluminada. La ventana sin ella, era la misma ventana y otra ventana de la que se había ausentado algo despojándola de sentido". Esta manifestación de la noche, su decirse (no ver pero sí escuchar su silencio), hizo llegar a Diego a la conclusión "de no tener fe. Sólo creía en una imagen tras la ventana, aunque de esa imagen supiese menos que de cualquier otra", así que decide descender a esa oscuridad e ir en busca de lo que ella oculta, quizá a la manera en que Orfeo desciende a los infiernos en busca de Eurídice. Y encuentra a Carmen, el vacío de la presencia de ella en la ventana es ya sólo huella puesto que Carmen se convierte en presencia, Diego la hace aparecer en el terreno de la vida: Fue un instante total. Fue ella la que, naturalmente muy naturalmente, se detuvo sin decirle nada. No sonreía, estaba muy seria; él debería estar muy serio [ ] La muchacha tras la ventana sola en la calle y frente a él. Ella había dicho: -Yo soy Carmen. Él había dicho: -Yo soy Diego. No había calle, no había árboles, no había casas a los lados, sólo la figura de ella. Esa figura era él, incapaz de preguntarse si su figura era ella. Carmen (12) sale de la sombra y nosotros, como lectores, percibimos también su revelación(13) a través del espacio literario, a través del relato: Caminaron, caminaron mucho, ya no uno frente al otro sino uno al lado del otro. La casa de ella estaba lejos; la de él también. En un momento la mano de Carmen estaba en el brazo de Diego. Después, las manos de ella y las de él estaban entrelazadas [ ] Lo que hablaron puede ser banal; ellos, Carmen y Diego, no repararon en su carácter, sólo estaban hablando cosas que parecían haberse dicho ya y que no parecían tener fin y la mano de Carmen ya estaba en la de Diego y el camino hasta la casa de Carmen no fue largo ni corto, no se hallaba dentro del espacio ni del tiempo. Esto ocurre en los encuentros: sólo existen para los protagonistas y ellos no lo advierten. Por ellos, el mundo tiene una radiante y ligera intensidad. 2. Relato mediagenético La teoría literaria distingue tres niveles de narración: 1) extradiegético, 2) intradiegético (o diegético) y 3) metadiegético. El nivel extradiegético no tiene que ver con la trama principal del relato sino con su narración (por ejemplo cuando el narrador en "Imágenes de Vanya" cuenta sobre el viaje de Raúl a Nueva York); el intradiegético o diegético es el nivel de los sucesos narrados en un relato primero (la caminata por la ciudad del protagonista de La tarde de un escritor de Peter Handke) y el metadiegético, el nivel de la narración dentro de la narración que precisamente encontramos en "Retrato de un amor adolescente", donde los acontecimientos que están contados en un relato de segundo grado o metadiegético se dan como un relato interior u oculto que, en este caso, es la imaginación, los sueños y anhelos de Diego. La relación que une al relato metadiegético con el relato primero en el que se inserta se nos ofrece en estructura en abismo (mise en abyme), misma que intentaré describir en el siguiente apartado a través de una interpretación del cuento basada en el análisis operado. 2. 1. Texto e interpretación 2. 1.1. "Retrato de un amor adolescente": la ficción del principio "Dios ha muerto", declara Nietzsche. En ese momento el mundo se queda sin la luz de lo celestial y omnipotente, desaparece todo aquello que habitó el recinto de un absoluto y se instala el escepticismo, la negación, el nihilismo ("ya no queda nada"). A la caída de los absolutos la verdad se hace errante y se abre el desplazamiento de la indagación, se produce la búsqueda de valores nuevos y propios para dar sentido a la existencia y al mundo; el ser humano cambia la naturaleza de su sensibilidad y percepción, reconoce que más allá del ser no hay nada, que la existencia retorna siempre sobre sí misma: nada termina, todo recomienza, es un "eterno retorno", un devenir donde cabe lo múltiple y la vida puede restaurar el aliento ante el desafío. Es evidente el vínculo entre el mito y la verdad, el pasado y el presente, lo aparente y lo real en esta suma de acontecimientos, cuando la razón queda inhabilitada para interpretar la realidad y se asume que ésta no es racional (procedente), que es sólo una herramienta al servicio de la voluntad del hombre. Para Nietzsche la verdad no existe ya en la cultura occidental, desde los albores griegos (a partir de Sócrates) hasta nuestros días sólo ha sido la historia de un grave error, un agotamiento y un engaño. ¿Cuándo se aparta occidente de la realidad y toma el camino falso? Para el pensamiento de García Ponce, como para el de Nietzsche, cuando nace la filosofía (la metafísica) y los filósofos reprimen y sujetan los instintos para reglarlos, controlarlos, y que sea la razón quien dirija la vida. No podían permitir que el ser humano abrazara el desenfreno que significaba para ellos los cultos dionisiacos que existían en Grecia, en los que se celebraba a la vida percibiéndola como un juego sin normas ni pautas en donde se daban cita todos los impulsos irracionales del hombre; emociones, apetencias y deseos, instintos y sentimientos vitales que fluyen libremente en la persona y que se saciaban en las orgías en las que se ensalzaba al dios Dionisio; es decir, la vida se concebía como una embriaguez de instintos e inclinaciones que debían ser complacidos para que el humano viviera su vida plenamente. Así es como, para Nietzsche, los primeros filósofos, Sócrates y Platón, inventan una verdad y con ella una moral, una trama sobre el bien y el mal que regirá el rumbo del comportamiento humano, toda esta historia de la humanidad ha sido para él una constante "lucha entre Apolo y Dionisio". La realidad, pues, no existe, todo es ficción. Al respecto García Ponce manifiesta: (11) Juan García Ponce, "La carne del espíritu", Apariciones (Antología de ensayos), (México: FCE., 1987), p. 52. (12) En una de sus acepciones el nombre de CARMEN significa "verso o composición poética", Diccionario de la lengua española. Real academia española (1992). (13) Entender el significado de la palabra revelación es en sí difícil, estoy de acuerdo con José María Espinaza cuando afirma que "En García Ponce esta palabra conserva las cualidades de la experiencia religiosa, pero sin los sustratos teológicos, se tratará de un milagro laico, y sólo se da en el tránsito de su vivencia a su encarnación artística. No hay, para él, revelación si ésta no ocurre a través de la obra de arte, ya que sólo así se comparte, se vuelve patrimonio de la comunidad", en "La memoria como afirmación del presente. Apostillas de un permanente homenaje", Celebrando a Juan García Ponce, La gaceta del F.C.E., oct., 2001, no. 370, p. VIII. |
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