Garcia Ponce. 1.

Por Magda Díaz y Morales.


Garcia Ponce


     No obstante, ¿de qué se sirve la obra de arte para suscitar la aparición de este misterio, de este espacio invisible donde mora el silencio y surge la revelación? El protagonista de "Retrato de un amor adolescente" lo sabe, por lo mismo lo guarda celosamente porque:


     El secreto del gran arte, de la gran obra, se encuentra en su capacidad para guardar el secreto y mantenerlo vivo. Su papel no sólo es el de un trasmisor, sino también el de un almacén en el que se conserva ese secreto en su verdad sin principio ni fin, contenida, como ha señalado Maurice Blanchot a propósito de la literatura crítica, en "el infinito de la palabra no dialéctica", ese infinito con miras a la acción interior, ligado al espacio creador, contenido en él, que la crítica debe seguir como "una búsqueda de la posibilidad de la experiencia". (6)


     A Diego, como a Dedalus, es este ir en pos de la experiencia lo que realmente le importa, los dos demandan esa libertad que sólo se logra rompiendo las ligaduras con el mundo exterior y así "llegar a la expresión que la encierre":


Diego

     La vio en la calle cuando menos lo esperaba. Lejos de su casa lejos de la escuela de él; lejos de cualquiera de sus caminos habituales. Podía no haberla encontrado. Sin embargo, ahí estaba: sola y en la calle.

Stephen Dedalus

     ¡Partir! ¡Partir! […] vivir mi propia vida y lejos de mi hogar y de mis amigos, lo que es el corazón, lo que puede sentir un corazón. Amén. Así sea. Bien llegada, ¡oh, vida! Salgo a buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia.

     En esta libertad solitaria se asienta la condición del creador y su indagación de lo artístico, "la verdad de la belleza es eterna, y nos conduce siempre hacia los orígenes, descansa en esa búsqueda de las imágenes originales, del mito esencial" (7), y a cuyo hallazgo el escritor (el artista) se dirige en su creación literaria:


     Bajo el poder de la palabra, por la capacidad del lenguaje para articular el instante y comunicarlo a través de la imagen, el mundo se pone al alcance de nuestras manos, el misterio se abre y por un momento tocamos lo sagrado. El poeta se afirma a sí mismo por su capacidad de consagrar la realidad a través de la palabra (8).


     Vislumbramos el instante en que de pronto lo oculto se muestra, pero al nombrarlo detiene momentáneamente su errancia y la de la palabra para luego volver al esplendor invisible del devenir de lo perdurable. "Entonces, lo que la obra nos grita, cerrándole el camino a la voz del silencio, es la voz del arte", la obra nombra lo sagrado y la desaparición del escritor se produce, ya "él es su obra, [sólo] le interesa las formas capaces de mostrar esa larga suma y convertirla en un solo resultado: el arte (9). El arte es una o puede ser una religión cuya característica es no tener Dios, ni siquiera puede serlo su creador teniendo en cuenta su desaparición dentro de él" (10).


     A la muchacha detrás de la ventana, Carmen, accedemos a través de Diego y a partir de un juego de miradas entre ella detrás de esa ventana y él, un joven que pasa por su calle lleno de fantasías; es el narrador, siempre atento, conociendo hasta lo más recóndito de los pensamientos y las sensaciones de la joven pareja, el que nos relata esta mágica recreación de la mutua percepción. Ella supone un mirar íntimo y placentero, la observación en silencio, pero no un silencio que viene desde afuera, sino desde dentro porque se mira con los sentidos y con la imaginación, con lo que en nosotros está capacitado de recibir lo que yace ahí, frente a nosotros:


     Él era un muchacho más bien delgado, no muy alto aunque parecía de más estatura. Su mirada buscaba la aparición tras la ventana como lo hacía para sí mismo en sus múltiples ensueños solitarios cada vez que la imaginaba. Ella no tenía edad; simplemente era ella. ¿Por qué se dejaba ver tras la ventana del segundo piso? Tenía la frente recta, sus ojos no eran claros ni oscuros: eran unos ojos buscando la mirada de él.


     La figura de Carmen parece 'hablarle' a Diego, es la presencia en su ausencia. La imagen de Carmen no existía antes de que la imaginación de Diego la transformara en una presencia visible para él, y para nosotros. No obstante, la total significación de "la muchacha tras la ventana" aun está suspendida. "Sus ojos tal vez deberían seguirlo cuando él continuaba su camino con la seguridad, sin embargo, de que al menos por un instante sus miradas se habían encontrado". Diego quiere apropiarse de la realidad de esta apariencia, penetrar en ella y, quizá, hacerla suya como fue el deseo de Acteón el cazador deseoso de ver a Diana, "de conocer la forma corporal del puro espíritu que es la Diosa y de poseer a la virgen imposeíble". ¿Cuál podía ser el espacio de su encuentro?:


     En los ensueños sobre ese encuentro siempre había un obstáculo infranqueable y esa oportunidad feliz terminaba en desastre […]. Ella era sólo su imagen, esa imagen lo llenaba por entero, estaba lleno de la figura vista en la realidad un momento antes y esa figura era tan irreal como un sueño.


     Diego se encuentra ante las sombras de la realidad aparente, se forma conjeturas e inicia el camino hacia Carmen accediendo a ella poco a poco, conforme se acrecienta su deseo por llegar al fondo de las cosas, a la verdad última:


     (6) ibid., p. 85.

     (7) "El artista como héroe", Cruce de caminos, op.cit., p. 111.

     (8) Ibid., p. 271.

     (9) "El arte y lo sagrado", op.cit., p. 80.

     (10) Juan García Ponce, "Retrospectiva de Roger Von Gunten", De viejos y nuevos amores, vol.1, op.cit., p. 110.


Schiele

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