El templete de la Cruz del Coso no siguió empero al cien por cien la ortodoxia arquitectónica clásica, dejándose notar el influjo de algunos invariantes de tradición aragonesa, como el uso de zapatas, que reducían la luz entre los intercolumnios del peristilo y que se utilizarían con la intención de asegurar el reparto de empujes constructivos. Su uso, - que se conoce no porque se describa en la capitulación suscrita por Morlanes, sino por la descripción realizada del humilladero cuando se edificó uno nuevo en 1591- indica quizás una cierta desconfianza práctica, todavía, respecto a las novedades arquitectónicas provenientes de Italia. El templete, construido con piedra extraída de la muralla romana, estaría elevado sobre un zócalo, hasta el que llegarían las gradas de acceso. Sobre aquel zócalo se alzarían las ocho columnas dóricas del primer cuerpo, que tenían sus basas, su fuste anillado al estilo aragonés, sus capiteles y sus zapatas. Hay que recordar que el orden dórico, junto con el toscano, es señalado por la tratadística, desde Vitruvio, como el más adecuado para la conmemoración heroica de aquellos personajes cuyo recuerdo quisiera ser preservado mediante la edificación de un monumento arquitectónico. Sobre este peristilo corrían un arquitrabe, friso y cornisa. En el friso se podría leer "un epitafio de letras antigas que diga ho recite el misterio de los sanctos martires" y cuya existencia estaba también en consonancia con la ortodoxia arquitectónica. La techumbre de este primer cuerpo la constituían "cuadros" o casetones de estirpe clásica, traída como idónea por Alberti, para este tipo de edificaciones, a partir de la cúpula del Panteón romano. Este primer espacio, que constituía el núcleo del edículo y se erigía como capilla, tenía un diámetro de casi cuatro metros, e igual altura. El segundo cuerpo del humilladero renacentista tenía un diámetro un poco más estrecho, y repetía la fórmula del cuerpo inferior en cuanto a la columnata y entablamento, aunque las columnas eran de fuste recto. Se cerraba en cúpula de media naranja, de madera, protegida al exterior por planchas de plomo, que más adelante se sustituyeron por azulejos. La cruz del antiguo humilladero medieval se colocó en el interior de este nuevo templete sobre un pedestal. La descripción de este templete de 1534 la conocemos gracias a la propia capitulación de la obra con Gil Morlanes y también, como hemos dicho a documentación posterior redactada cuando se decide construir un nuevo edículo en 1591. Además existe una representación gráfica, aunque esquemática, del mismo en uno de los respaldos de la Sillería del Coro del Pilar, donde se han representado superpuestos los episodios de San Lamberto y los Innumerables Mártires con la Cruz del Coso al fondo. La suerte de la Cruz del Coso hasta la Guerra de la Independencia En 1566 el humilladero de la Cruz del Coso sufrió algún ligero desperfecto causado por un desaprensivo. Al parecer este daño se reparó y se aprovechó la ocasión para cambiar el recubrimiento exterior de planchas de plomo de la cúpula por azulejería. Además se cerró el recinto mediante una reja. No se dice en esa fecha que el monumento tuviera ningún deterioro más. Sin embargo, en 1591 se considera que, debido a su mal estado, es mejor derribarlo y construir un templete nuevo. La empresa es ahora encargada a los canteros Pedro de Heredia y Martín de Legarra y patrocinada esta vez por la Diputación del Reino. Básicamente este nuevo templete sigue la tipología y fórmulas desarrolladas en el construido por Gil Morlanes. Se amplían sus dimensiones, que en el primer piso pasan de 20 palmos de diámetro y altura (sin contar gradas y zócalo) a 36. Es decir de casi cuatro metros a casi siete de diámetro y altura. Como se han de reaprovechar las ocho columnas del viejo edificio, se disponen unos pedestales para que éstas ganen la nueva altura. Además se tallan cuatro nuevas columnas, para llegar en total hasta doce, todas por supuesto de orden dórico. Por otro lado, el zócalo y gradas inferiores en vez de ser corridas de continuo alrededor del edificio, se abren en un punto para indicar el lugar por el que se habrá de acceder al interior de la capilla que constituye el primer piso del templete. También se hace más alto el segundo piso, dándose la misma solución que en el primero para elevar la altura de los soportes: columnas sobre pedestal. Por último, en este nuevo templete ya no se teme construir una cúpula de piedra y así se hace. Se sigue reservando la antigua cruz medieval que debía ser colocada nuevamente en el interior del edículo completamente renovado. |
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